Boletín 6 de la Academia Nacional de Historia Militar

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Morlaco conquistador, presumido y sin defecto...8 Hasta por estos antecedentes folklóricos, se complicó la situación de los magistrados de Cuenca de algunos que llegaron al sillón presidencial. Y quien divulgó más el denigrante epíteto que el célebre. D. Antonio J. de Irrisari, en su larga y candente polémica con Fray Vicente Solano. El redactor de “La Balanza” no encontró palabra más percuciente que la de morlaco, para denostar con ella a “Fray Molondro de Morlaquía”, que tal popularidad dio al maligno apodo del que el escritor cuencano sintióse agraviado. Al correr de los tiempos, y ante lo inevitable, los hijos de Cuenca, o mejor algunos literatos, se han convenido con la injuria, y se resignan, aceptándola aún en el campo de la literatura, en la poesía y en el trato familiar. El magnífico poeta Remigio Romero y Cordero, su padre Dr. Romero León y otros bardos y prosadores han dado carta de naturaleza a la palabra morlaco, en el habla literaria y en la República de la alta cultura. Tenemos ya Cuentos Morlacos y Revista Morlaquía no será mucho que aparezca la Antología Morlaca y otras tantas morlaquerías. Hemos de consolarnos con que, en nuestras venas, circule algún globulillo de sangre del insigne Padre de Geografía, Marco Polo. 8. Juan Montalvo, que a veces en sus escritos hablaba de memoria y siempre declamatoriamente cuando trataba de acentuar las negruras de la tinta, se llena de amargura-según dice- al preguntarse ¿Cómo ayer en los umbrales de nuestro siglo, hay pueblos en el mundo civilizado, cuya plebe, a las voces de los clérigos, se tira sobre un sabio y le hace pedazos por brujo… “He dicho-termina- que el pueblo de la ciudad de Cuenca, exitado por el Vicario, atropelló y asesinó al Secretario de los Académicos franceses que en 1738 fueron a continuar sus operaciones científicas en el llano de Tarqui, para la determinación de la figura de la Tierra. La víctima no fue el secretario, fue el cirujano Monsieur Senierges. Jusseiu, Godín, Bouguer, de La Condamine, Jorge Juan, Ulloa, fueron perseguidos y acometidos: el que no tuvo tiempo de huir, dejó la vida en manos de esos bárbaros, quienes los mataban por brujos y herejes”.


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