Aún sin Plan

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Así, en tiempos de bonanza, tanto el gobierno municipal como el foral llevaban a cabo fuertesinversiones, la mayor parte de ellas en equipamientos. La planificación no existía o era deliberadamente opaca, por lo que la distribución arbitraria de recursos constituía la norma. Millones para contenedores vacíos, sin reparar en necesidades ni usos posibles; migajas para la mayor parte del tejido vivo de la producción cultural. El balance de la operación, inmejorable: se generaban grandes ganancias (en el sector inmobiliario, principalmente) y se proyectaba una imagen de abundancia; al tiempo, se marginaba a aquellos agentes y prácticas culturales (la mayoría) percibidos como una amenaza política. Para bien o para mal, las coordenadas han cambiado. En el nuevo contexto, el lema de las administraciones es: “no hay dinero”. Dibujan de esta forma un panorama de escasez en el que la cultura entra en competencia con otros derechos sociales que todo el mundo reconoce como más básicos: educación, sanidad, etc. Nada dicen, en cambio, de las partidas que los presupuestos consignan a despilfarros de escasa utilidad social, léase grandes infraestructuras de transporte o sueldos de altos cargos. Nos encontramos, en definitiva, en un momento clave. Está en juego una “nueva ordenación estratégica de la cultura”. Los retos que tenemos por delante no son pequeños. Si partimos del reconocimiento de la producción de cultura como una fuente de riqueza fundamental para la ciudad, podrían resumirse en dos:

1. Garantizar el acceso de todas las personas a esa riqueza 2.Conseguir un retorno justo de los recursos economicos que genera la cultura al tejido producti vo y social que la hace posible


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