Resignificación del trauma

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Boletín No. 31

Noviembre de 2016

trastorno de estrés pos traumático es sólo una de las posibles trayectorias de adaptación después de que alguien ha estado en modo sobrevivencia. También existe una variedad de modos parcialmente resilientes de adaptación, que representan diferentes niveles de procesamiento de la amenaza y el trauma (Layne et al., 2009). Los seres humanos están –en su mayoría- programados para la supervivencia, las reacciones eficientes frente a la amenaza son esenciales para sobrevivir. El modelo clásico de respuesta humana ante la amenaza consiste en tres fases: a) reconocimiento de la amenaza, b) evaluación del peligro y sus riesgos y c) evaluación y despliegue de los recursos de adaptación. La amenaza extrema parece crear una respuesta cualitativamente diferente a la del estrés diario, por ejemplo, los soldados en el campo de batalla tienen respuestas fisiológicas inmediatas y abrumadoras que surgen del sistema límbico y son interpretadas por las estructuras corticales. La evaluación de una situación amenazante para la vida es instintiva y las consecuentes respuestas conductuales son casi inmediatas. La experiencia consciente del miedo es revocada por las exigencias de la aguda amenaza a la vida, substituyendo las funciones cerebrales de más alto nivel por un funcionamiento instintivo a través de las partes más primitivas del cerebro, Price (2005) llega al extremo de titular su artículo acerca del funcionamiento de los sistemas cerebrales bajo amenaza “libre albedrío contra supervivencia”. Bajo amenaza, el funcionamiento del sistema neurofisiológico del organismo se reestructura para liberar energía para la acción inmediata (Perry, 1998). El objetivo de las reacciones instintivas es hacer frente al peligro y restablecer la seguridad. Hay muchas partes del sistema nervioso involucradas en la respuesta ante la amenaza, la atención se estrecha para detectar la fuente del peligro y evaluar su impacto; la conciencia emocional disminuye; las respuestas conductuales son rápidas, suaves y enfocadas al objetivo; y las personas, frecuentemente, no se sienten como ellas mismas durante estos momentos. El funcionamiento cognitivo también es rápido y eficiente, con gente que reporta haber tenido una mente clara y enfocada (Greene, Grasso y Ford, este volumen). Anteriormente, en la literatura sobre trauma, se planteaba la noción de que las amenazas existenciales daban origen a cambios biológicos. Kardiner (1941) veía a los veteranos de la Primera Guerra Mundial y mantuvo que la neurosis traumática (lo que ahora llamaríamos estrés postraumático) es una “fisioneurosis”, es decir, una irregularidad biológica: “Esto está presente en el campo de batalla, siempre presente y sin cambio” (p. 95). La investigación moderna ha sido capaz de dilucidar en qué grado el trastorno de estrés postraumático es efectivamente una “fisioneurosis”, un desorden mental basado en la persistencia de respuestas biológicas de emergencia (p.e. Van Der Kolk y Saporta, 1991). Tal como se ve en estas citas, los investigadores de trauma afirman que hay una relación entre el trauma y el funcionamiento del sistema nervioso, también parece claro que las respuestas inmediatas ante una emergencia pueden asociarse con psicopatologías posteriores. Los efectos de la amenaza en el funcionamiento cognitivo se han estudiado ampliamente por investigadores en el campo de la teoría del manejo del terror (Pyszczynski, Greenberg, Solomon, Arndt y Schimel, 2004); se ha mostrado que las amenazas existenciales tienen efectos tanto inmediatos como de largo plazo en procesos de pensamiento y contenidos. Los seres humanos vivimos con un mapa cognitivo que se está formando constantemente por la experiencia; este mapa cognitivo nos dice qué es peligroso y qué no lo es; es decir, cómo podemos sobrevivir en un mundo lleno de peligros. Debido a que la información negativa o amenazante es más poderosa que la positiva, este mapa cognitivo se basa –sobre todo- en información derivada de experiencias amenazantes, las experiencias negativas forman nuestro mapa cognitivo, el cual funciona como un sistema de defensa para mantenernos a salvo. En otras palabras, las amenazas serias ponen a prueba nuestras suposiciones acerca del mundo (Janoff-Bulman, 1989). El reto después de eventos extremos es el de re-adaptar nuestro mapa cognitivo para que podamos seguir funcionando y evitemos el miedo de que la amenaza sea recurrente. Hemos propuesto el concepto de aprendizaje mínimo (Brom y Kleber, 2009) indicando que el adaptar el mapa cognitivo requiere un proceso de aprendizaje que puede concluirse cuando dicho mapa provee un sentimiento de seguridad a pesar del evento ocurrido.

AMTF, A.C.

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