Revista DMA – Testimonios En Las Periferias (Septiembre - Octubre 2011)

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comunicar carta de una amiga

REVISTA DE LAS HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA

La magia de las palabras Hablamos mucho. A veces demasiado e inútilmente las unas de las otras. Sin amor. ¡Cuánto sufrimiento! nace en el corazón de algunas de nosotras, cuando oímos frases de crítica, juicios que no reconocemos del todo justos y verdaderos sobre nuestra realidad y nuestro actuar. Con ocasió n del cambio de casa una FMA ha escrito: “… Oír que de mí la nueva comun idad sabía ya “algo”, que mis límites, mi “fama” ya me habían precedido, me ha hecho más difícil la posibilidad de cambiar seriamente, me ha paraliz ado un poco… ¡hubiera querido volver a empezar!”. Don Bosco insistía muchísimo sobre este aspecto de la comunicación ; afirmaba que la murmuración era uno de los mayores enemigos de la casa. Todas conocemos lo que escribía en las Memorias Biográficas: “El descontento producido por la murmuración aleja de la vida religiosa” (Vol. XI, p. 437). “Deseo que todos sepan y entiendan que con la palabra ‘murm uraciones’ yo no entiendo indicar solamente a los que cortan trajes, sino que me refiero a toda palabra, a todo mote, toda conversación que pueda frustra r en un compañero el fruto de la palabra de Dios” (Vol. XII, p. 52). Y por eso vale la pena reflexionar sobre estas espléndidas palabr as de Ferdinand Ebner: “La palabra exacta es siempre la que dice amor y que tiene en sí el poder de derribar las murallas chinas. Cada desdicha humana en la tierra depende entonces del hecho de que las personas raras veces están en grado de pronunciar la palabra exacta. Si fueran capaces de ello, se ahorrarían la desgracia y la pena de las guerras. No existe sufrimiento humano que no pudiera evitarse gracias a la palabra exacta, y no existe en las diferentes desgracias de esta vida algún consuelo auténtico, si no es aquel que proced e de la palabra exacta. La palabra dicha sin amor es ya un abuso humano del don divino de la palabra. La palabra que dice el amor es eterna. El amor de Dios que ha creado al hombre mediante la palabra, en la cual estaba la vida, para redimirlo se hizo “objetivo” en la “palabra”, o bien apreciable a los sentidos, en la encarnación de Jesús y en la palabra del Evangelio” (F. Ebner). Hemos de oír la llamada y el deber de la “revolución human a”; ¡la del amor! Cambiar el mundo es cambiarse a sí mismo. Todas las palabr as son inútiles si desde esta noche, desde mañana somos como ayer. Siempre es necesario entre dos palabras elegir la más débil, la menor, la más casta, la más suave…

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