Revista Oficial "Algeciras-entremares" 2014

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Grabado del XIX del viajero romántico alemán Wilhem Gail, “Der Bolero in Algesiras”

La franja de agua que separa dos continentes, no ha logrado separar la influencia etnográfica y folklórica que el Norte de Marruecos y la cultura andalusí han ejercido históricamente sobre nuestras tradiciones más populares. El grupo Dansa Hassada, de Tánger, estará presente en el Festival Folklórico del Estrecho.

labores agrícolas. Las fiestas duraban una noche entera, desde el atardecer al amanecer, y se ajustaban más o menos a un calendario: comenzaban el 3 mayo, Día de la Cruz, y se prolongaban durante todo el verano, aprovechando festividades (Día de la Ascensión, Día del Corpus, San Antonio, San Juan, Santa Ana y San Pedro), o simplemente justificadas por el día libre de los trabajadores. En otoño e invierno eran menos frecuentes, pero aún así cualquier excusa servía para organizarlas, de manera que no había boda, bautizo o día de matanza que no tuviera su fandangazo. Durante el buen tiempo, los recintos que acogían la fiesta permanecían engalanados según se habían preparado para las Cruces de Mayo: con un falso techo de mantones, colchas y mantelerías, colgantes de cadenetas y gallardetes de papel de orillo, ramos de flores, hojas de laurel y otros motivos decorativos. El fandangazo era la mejor oportunidad para relacionarse socialmente: se acudía a él para buscar pareja o tratar de resolver una disputa amorosa, para estar con los amigos y, en definitiva, como única oportunidad de expansión en la dura cotidianidad del trabajo en el campo. En consecuencia, todas las manifestaciones folklóricas que lo conforman sirven a este fin primordial. Las expresiones fundamentales son la música, el baile y el cante, entre las que se intercalan una serie de manifestaciones secundarias muy variadas: diversos juegos, parodias, recitación de poemas satíricos,

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adivinanzas, chascarrillos, narraciones populares y hasta pequeñas representaciones teatrales. La variedad y cantidad de textos que, asociados a estas costumbres, guardan los transmisores en su memoria hablan de hasta qué punto la fiesta fue hasta hace poco terreno propicio para el mantenimiento de un caudal inagotable de literatura oral. En la música del chacarrá, tal como hoy la conocemos, intervienen una serie considerable de instrumentos que, salvo la guitarra, son todos de percusión y de fabricación casera. Junto a los propiamente musicales como los platillos metálicos, la pandereta y las castañuelas, han ido apareciendo otros como las cañas y las lajas de piedra, además de utensilios de cocina como almirez, cucharas y botellas. El cancionero del chacarrá constituye un repertorio inmenso. Distintos trabajos de recolección han hecho que, afortunadamente, hoy dispongamos de un corpus transcrito de más de un millar de coplas, al que no consideramos cerrado, pues la memoria, la buena voluntad y el esfuerzo de muchos aficionados a la fiesta, como los que estarán presentes en nuestro Festival, mantienen a ésta viva y a sus canciones, por lo tanto, en continua expansión. La temática de las coplas permite una clasificación convencional, que en sus rasgos básicos coincide con los de cualquier repertorio lírico del ámbito hispánico. Hay, así, coplas de amor, de sabiduría popular y de crítica social en un número importante y, junto a éstas, una inabarcable representación de coplas satíricas, que actualizan sobre todo la vertiente misógina, coplas de pique o de disputa, de exaltación del chacarrá y de alabanza a la tierra. Y es en este segundo grupo, el más propicio para el desafío o para asumir la función noticiera, donde parece que la improvisación encuentra su terreno más adecuado. Siendo las relaciones amorosas el fin primordial de los jóvenes que acudían al fandangazo, parece que el ingenio se agudizaba cuando la copla servía de vehículo para el requiebro o de expresión para el pique. Según Mari Luz Delgado, una veterana bailaora de chacarrá, en las fiestas cantaban tanto los hombres como las mujeres, lo que daba lugar a que, en caso de enfados, las parejas resolvieran sus diferencias por medio de la copla. De la misma forma, era también común que en algún momento de la fiesta un cantaor bravucón provocara directamente al que estaba cantando, iniciándose así un desafío que podía acabar en reyerta. En estas circunstancias nacieron muchas coplas, que hoy viven en la memoria tradicional de las gentes de la comarca.


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