Suplemento Al Faro #13

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Tres cartas, donde se habla de Rosario Castellanos, a través de la cronista comiteca Lolita Albores

suplemento
Al faro
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Editores: Daniela Alfaro y Enrique Alfaro F. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas Viernes 19 de abril de 2024 No. 13 Primera época
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Tres

cartas,

donde se habla de Rosario Castellanos, a través de la cronista comiteca Lolita Albores

CARTA UNO

Querida Mariana: Doña Lolita Albores escribió una crónica en 2002, con el título: “Sí conocí a Rosario Castellanos”. El sí de doña Lolita es rotundo, clarificador, como si respondiera a alguien que dudara que ella hubiese conocido a Rosario. Por supuesto que Doña Lolita conoció a Rosario y su testimonio es de gran valía. No sé, pero yo me atrevería a decir que doña Lolita Albores fue la comiteca que más trato tuvo con la escritora. Acá tuvo amigas de infancia, pero cuando Rosario ya vivía en la Ciudad de México, esas amigas tuvieron un trato lejano. Doña Lolita, en cambio, tuvo contacto con ella, porque fue a estudiar a la Ciudad de México y, como su familia tenía cercana relación con los papás de Rosario, doña Lolita ¡vivió en casa de Rosario! ¿Quién de sus amistades de Comitán pudo colocar tal dato en su ficha biográfica? Doña Lolita vivió en casa de Rosario, convivió con ella. Su testimonio es valiosísimo para entender algunos detalles biográficos de la escritora. ¿Cuántas personas conocen lo que doña Lolita escribió? ¿Cuántos investigadores de la vida de Rosario tienen conocimiento de esa relación? La crónica “Sí conocí a Rosario Castellanos” fue publicada en el boletín IMAGINARTE, en 2002; es decir, hace veintidós años.

Tal vez algunos lectores ya no recuerdan bien ese testimonio. Vos eras una chiquitía bonita cuando apareció publicado tal texto. En ese momento no tenías interés ni por la vida ni por la obra de nuestra escritora. Hoy es diferente, buscás información, soñás con hacer algún día una gran película donde el pretexto principal sea Rosario, bien con detalles de su vida o con luces de su obra. Sí, vos querés hacer una película brillante, no como la muy publicitada y malograda película “Los

adioses”, que, así tenía que ser, ya pasó al olvido. Ojalá mi Dios me dé vida para ver concretado tu sueño. Conociéndote, sé que será una obra de valía. Digo pues que el testimonio de vida de Doña Lolita es muy importante para quienes desean acercarse al entorno familiar de Rosario. Los estudiosos de su obra pueden tener un hilo para jalar, porque, nos han dicho, parte del acto creativo de Rosario Castellanos se sustenta en hechos que vivió de niña en su pueblo: ¡Comitán!

El Colegio Mariano N. Ruiz, para celebrar sus setenta años de servicio, publicó el libro electrónico “Crónicas de Doña Lolita Albores, de 1996 a 2002”, que está disponible para todo mundo, en forma gratuita, gracias a una galantería de Xavier González Alonso y Lourdes De La Vega Román, quienes dieron permiso para que se publicara este libro que reúne los textos impresos en el boletín. El equipo editorial de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar se dio a la tarea de reunir todas las crónicas de Doña Lolita y las presenta en este libro. Doña Lolita y Comitán merecen este esfuerzo. En este libro está la crónica que hoy cito. Es un testimonio riquísimo en datos. En dicha crónica, Doña Lolita (cronista vitalicia de Comitán de Domínguez, quien falleció el 6 de enero de 2006) cuenta lo que vivió al lado de Rosario Castellanos. Como muchos comitecos, tuve el privilegio de conocer a Doña Lolita. Era una mujer franca, sincera. En la crónica mencionada se notan estas dos cualidades humanas. Cuenta lo que vivió, no agrega ni quita, es un testimonio franco y sincero. ¿Cómo conoció Doña Lolita a Rosario? Debo decir que Doña Lolita era mayor que Rosario, doña Lolita nació en 1918 y Rosario en 1925; es decir, le llevaba (así decimos en Comitán) siete años. Mirá qué dice Doña Lolita:

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Alejandro Molinari

“La conocí desde chica, cuando al pasar por su casa la veía sentada en su puerta o en el balcón, acompañada siempre de Mario Benjamín, su hermanito, cariñosamente llamado Minchito, y de la nana Rufina, una mujer traída de “El Rosario”, la finca de los Castellanos”. Así la conoció, como muchas personas de ese tiempo. Podemos imaginar a Doña Lolita, en la edad de la pubertad, yendo a hacer un mandado y caminando frente a la casa donde vivía Rosario (que es la casa donde estuvo el Restaurante Ta’Bonitío y ahora hay un salón de juegos electrónicos). En uno de los balcones o en la puerta, Lolita puberta veía a la niña Rosario, al lado de su hermanito y de su nana. No hay más contacto. Doña Lolita venía de su casa, que estaba a dos cuadras y media de la casa de la familia Castellanos

Figueroa. Posdata: gracias a una fotografía que compartió José Alejandro Muñoa Pola, tomada del número 24, de la Revista Chiapas, vemos que en 1951, la casa donde habitó Rosario tenía, cuando menos, cuatro balcones, que, como dinteles, tenían cuatro elementos horizontales, ornamentales, más salidos los superiores, como una pirámide invertida. Va, querida mía, sigo mañana. Digo, si querés leer qué más cuenta Doña Lolita. Esta primera imagen ya es bella, sencilla. Doña Lolita así conoció a Rosario, había pasado por el templo de El Calvario y al llegar frente a la casa de Rosario, la veía a ella, niña, al lado de Minchito y de su nana Rufina.

Posdata: Doña Lolita veía a Rosario y ésta la veía a ella, porque Rosario miraba lo que sucedía en la calle,

desde su balcón o desde su puerta, bajo el cuidado de la nana.

CARTA DOS

Querida Mariana: en la carta de ayer comentamos cómo doña Lolita conoció a Rosario Castellanos. La conoció cuando caminaba por la banqueta frente a la casa de la familia Castellanos Figueroa. Por cierto, fijate que Gustavo Armendáriz compartió el otro día en redes sociales el acta de nacimiento de Rosario. Es un documento valiosísimo, porque, como toda acta contiene elementos esenciales de los familiares. Llamó mi atención un dato. ¿Sabés cómo anotaron el nombre de nuestra ahora famosa escritora? Rosario Alicia Castellanos y Figueroa. Claro, ella eligió el nombre de Rosario Castellanos para firmar todos sus textos.

Los escritores tienen esa costumbre: Carlos Fuentes, Octavio Paz, Elena Poniatowska, José Revueltas y muchos más. Los que tienen apellidos paternos muy comunes, digamos, sí usan los dos apellidos, el ejemplo máximo es Gabriel García Márquez, que, al final, miles de lectores lo conocieron simplemente por Gabo. Pero lo que más llamó mi atención fue el “y” que agregaron entre apellidos: Castellanos y Figueroa. Digamos que, en términos oficiales y estrictos, el nombre correcto de nuestra paisana es Rosario Alicia Castellanos y Figueroa. ¿Por qué le agregaron esa “y”? ¡Saber! Acá en el pueblo tenemos otro ejemplo de escritor que lleva la “y” intermedia: Octavio Gordillo y Ortiz. No se sabe que Rosario haya usado esa “y” intermedia. Sería maravilloso conocer el documento

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que presentó ante el gobierno de Israel, cuando fue nombrada Embajadora de México en aquel país. Ahí comprobaríamos cuáles fueron sus credenciales de presentación. ¿El documento oficial decía que la C. Rosario Alicia Castellanos y Figueroa era la persona que el gobierno mexicano había designado como su representante en Israel? A quienes consulté me dijeron que es un mero acto snob, que da caché; es decir, doña Rosario Alicia provenía de una familia de hacendados y para hacerla sobresalir le agregaron la “y” intermedia en los apellidos: Castellanos y Figueroa. Ahora, querida niña, sería importante también conocer el acta de nacimiento del hermanito de Rosario: Mario Benjamín. ¿Le agregaron la “y” intermedia? Era el varón, por lo tanto debía tener mayor preeminencia. ¡Ah, cuánta chamba tienen los estudiosos de la vida de la escritora! Doña Lolita dice que veía a Rosario, niña, y a su hermanito, en un balcón o en la puerta de su casa, acompañados de la nana Rufina. Pero, ambas familias, la de Rosario y la de doña Lolita, tenían nexos. Esta relación permitió que doña Lolita, con el tiempo, viviera en casa de Rosario, en la Ciudad de México. Mirá qué dice doña Lolita: “Yo tenía amistad, a través de mi madre, con Doña Adriana, la madre de Rosario, y con Don César, a quienes visitábamos pocas veces ya que ellos se iban largas temporadas a sus fincas”. La mamá de Doña Lolita se llama Soledad. Doña Soledad era amiga de Doña Adriana y de Don César, ambas familias se visitaban en sus correspondientes casas, que ya dije, distaban dos cuadras y media. Pero, Doña Lolita puntualiza que los papás de Rosario permanecían en sus fincas ¡largas

temporadas! Este dato es importante, porque ello da pauta para decir que Rosario pepenó elementos de la vida que llevaban los indígenas de la región en las haciendas. Los papás llevaban a sus hijos. De hecho, Rosario, en la novela “Balún Canán” narra el viaje de Comitán al rancho que, en la ficción nombra Chactajal, y que ya casi está demostrado era el rancho propiedad de la familia que se llama “El Rosario”, en el municipio de Ocosingo. Así lo indica la ruta, que pasa por Lomantán, Bajucú y atraviesa el río Jataté. Doña Lolita, entonces, aporta dos datos esenciales: su mamá Soledad era amiga de los papás de Rosario y éstos viajaban constantemente a sus fincas, dice. Es en plural porque, lo sabemos, don César tenía dos fincas, la mencionada El Rosario, y otra que estaba rumbo a donde ahora está la presa La Angostura y que se llama Chapatengo. ¿De dónde sacó Rosario el nombre de la finca que aparece en su novela? ¡Chactajal! Es una bobera lo que diré, pero me baso en la pronunciación: Chac y tajal. Mi bobera continúa y puedo decir que puede ser una palabra compuesta por dos vocablos indígenas. Tal vez los expertos lingüistas pueden darnos luces acerca de este nombre. ¿Son palabras tojolabales o tzeltales? Chac, en maya, es el Dios de la Lluvia. De los dos datos aportados por doña Lolita concluimos pues que es una voz autorizada para hablar de su trato con Rosario y con los papás de Rosario. Pero no sólo eso nos legó Doña Lolita, ¡no!, también nos regala la imagen de una persona esencial en la vida de la escritora comiteca: su nana, quien, también, es un personaje importante en la novela “Balún Canán”. En la realidad, Doña Lolita nos dice que la nana se llama Ru-

fina y nos da datos: “… una mujer traída de “El Rosario”, la finca de los Castellanos. Indígena de la zona de Ocosingo, con su huipil bordado y tzec de color azul oscuro en el que se envolvía atada con una cinta roja a la cintura…” ¡Genial descripción! Los comitecos siempre admiramos la memoria privilegiada de Doña Lolita y, también, su capacidad de observación. Fue una gran cronista de este pueblo. Acá lo demuestra, en pocas palabras nos obsequia una imagen de la nana de Rosario, en los años treinta. En primer lugar nos enteramos que ella llegó a la casa de Comitán desde la finca en la zona de Ocosingo. En esa zona la lengua indígena predominante es el tzeltal. En ocasiones anteriores, vos y yo hemos platicado que las nanas fueron parte importante en el crecimiento de las criaturas comitecas, éstas tenían una cargadora y una nana que las cuidaba, protegía y enseñaba. Los papás delegaban en la nana el cuidado de sus hijos. En la novela “Balún Canán”, la narradora (una niña) menciona más veces a la nana que a la madre, y el lector advierte que la nana fue quien le transmitió el conocimiento del mundo indígena y valores esenciales. Las cargadoras y nanas ya son personajes en proceso de extinción. Ahora existen guarderías donde las madres que trabajan llevan a sus hijos. El cuidado de las criaturitas está en manos de profesionales. Rosario tuvo la oportunidad de vivir un momento fundamental en la historia del país: el reparto agrario, con lo que el poderío de los hacendados se vio reducido. Lázaro Cárdenas fue presidente de la república en el sexenio de 1934 a 1940; es decir, en el lapso que Rosario crece de nueve a quince años. Así pues, Rosario es testigo presencial de lo que narra en

su novela: la pérdida de privilegios de sus papás ante los indígenas y el empoderamiento de estos últimos. De hecho, uno de los pasajes trascendentes en la novela es la exigencia de los indígenas para que el patrón les lleve un maestro que enseñe a sus hijos. Tal disposición fue ley que ordenó Cárdenas. Doña Lolita cuenta que fue testigo del dolor de Rosario cuando murió Minchito y la siguió viendo crecer, a distancia: “siendo mayor que ella, no pude jugar como con otras niñas con quien estuvo en la escuela del maestro Gildardo Guillén y la señorita Ana María Román”. Doña Lolita es muy honesta. No presume de amistad con Rosario, porque ella es mayor. La niña Rosario (es comprensible) juega con sus amigas y sus amigas son las niñas que son sus compañeras en la escuela. ¡Acá, Doña Lolita nos da el nombre real de la maestra que aparece en la novela “Balún Canán”! El nombre de la maestra en la novela es Silvina, pero, la maestra que le sirvió de modelo a Rosario fue la maestra Anita. Rosario la describe así: “… dentro de su vestido negro, tan pequeña y tan sola como un santo dentro de su nicho”. La maestra que aparece en la novela es una mujer soltera, quedada, lo que en Comitán se llama cotorrona. Eso es lo de su educación inicial. ¿Qué pasó con su educación de nivel secundario? Ah, eso te lo contaré en otra carta, porque ahora ya se me agotó el espacio.

Posdata: la crónica de Doña Lolita, ya lo dije en la primera carta, la publicó en 2002, tuvo necesidad de contar su relación con la famosa escritora e hizo bien, muy bien, porque gracias a esa decisión, ahora, los comitecos podemos rastrear huellas en la biografía de Rosario y

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CARTA TRES

Querida Mariana: Doña

tener certezas. La labor que Doña Lolita Albores realizó como cronista de esta ciudad fue excepcional. De mojol nos entregó testimonios valiosos como el que ahora comparto con vos. Ella conoció a Rosario Castellanos y yo tengo el privilegio de decir que conocí a Doña Lolita. No fui gran amigo de ella, ¡no!, pero sí tuve la oportunidad de platicar con ella en más de dos ocasiones y eso fue mi privilegio.

Lolita cuenta que al terminar el ciclo de primaria, Rosario Castellanos entró, por lógica, a la secundaria. Esta escuela secundaria la dirigía el papá de Rosario, el ingeniero César Castellanos Castellanos. Podemos hacer cuentas, más o menos, sin que sea exacto. ¿A qué edad entra Rosario a la secundaria? Pues no sé vos, pero ahora, los muchachos entran a la

edad de once o doce años. ¿Cuántos años tenía Rosario? Hurguemos lo que hay a la mano: en el libro “Comitán 1940”, de Armando Alfonzo, hallamos un croquis de la casa donde vivió Rosario. Armando anota lo siguiente: “los datos para este dibujo se tomaron de la prueba final de Dibujo Técnico presentada por Rosario Castellanos el 12 de agosto de 1940, en la Escuela Secundaria de Comitán”. ¿Mirás? Es un dato genial que da luces. Cuando Rosario tiene 15 años presenta esa prueba final. Hablamos de 1940. ¿Por qué hago estas cuentas? Porque Doña Lolita es muy puntual en su recuerdo al decir que el papá de Rosario era el director de la Escuela Secundaria de Comitán. Ante este dato asoma la pregunta: ¿cómo un hacendado se daba tiempo para desempeñar tal cargo? Porque ya Doña Lolita nos dijo que su mamá no visitaba muy seguido a sus amigos: Doña Adriana y Don César, porque ellos hacían largas temporadas en sus fincas. Ah, por eso el dato es importante. Acá hay dos elementos señeros, aportados por Armando Alfonzo y por Lolita Albores: el papá de Rosario dirigió la escuela secundaria y en agosto de 1940 Rosario estudiaba ahí. ¿1940? Sí, 1940. ¿Por qué no revisamos la historia del país y vemos quién era presidente de la república en 1940? ¡Lázaro Cárdenas! Ah, el nombre que causó pavor y enojo en los hacendados del país al verse despojados de sus propiedades rurales. Parece que este dato aporta elementos para, más o menos, entender por qué don César dirige la escuela. Ya tenía tiempo para hacerlo, incluso, puede deducirse, ya tenía necesidad de ganar un dinero extra. Sin duda que el reparto agrario ya había mermado sus propiedades. Aún conservaba los dos

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ranchos, pero disminuidos en hectáreas. ¿Cómo seguir caminando en forma oronda en el pueblo? Debía hacerlo con el prestigio que le daba ser una persona preparada, con credenciales obtenidas en sus estudios realizados en Estados Unidos de Norteamérica. Don César no era un hacendado ignorante, don César era un hombre preparado intelectualmente. Lo que cuenta Doña Lolita no sólo ayuda a medio armar este rompecabezas de la vida de Rosario sino también nos ayuda a entender lo que al principio dijo: mi mamá era amiga de la mamá de Rosario y de Don César. Doña Lolita cuenta que para el funcionamiento de la escuela, Don César “había alquilado con mi madre la mitad de nuestra casa y se dividía por una cerca”. La casa sigue casi intocada, es propiedad de la familia Díaz Carreón. En la fachada existe ahora una placa que consigna que ahí vivió Lolita Albores, la cronista municipal, vitalicia, de Comitán. Bueno, para la historia de la Escuela Secundaria de Comitán, también está el dato que ahí estudió Rosario. Este dato, en apariencia intrascendente, vuelve a relacionar a Doña Lolita con Rosario. Nuestra escritora estudió en la que fue casa de Lolita. La cercanía de Don César con la mamá de doña Lolita permitió que ésta le alquilara la mitad de su casa para que algunos cuartos se convirtieran en aulas. Como mirás, cada dato que Doña Lolita nos legó en esa crónica nos aporta conocimientos para comprender un poco más la vida de la famosa escritora comiteca. ¿Qué más? Ah, bueno, en seguida viene una información que ya tiene presencia en su obra creativa y en su

carpeta de sentimientos. Doña Lolita cuenta quién fue el primer noviecito de Rosario, fue un compañero de grado escolar: Guillermo Robles Domínguez. Pero, dirías vos, mejor que lo cuente Doña Lolita. Sí, acá va copia de lo que Doña Lolita escribió: “la recuerdo con los demás muchachos y su primer novio, que fue el dentista Guillermo Robles Domínguez, de cuyo noviazgo ella llevaba un diario que causaba mucha inquietud en Doña Adriana, según me dijo tiempo después”. Posdata: en un ensayo de Rafael Araujo (“Chiapas. La constitución de una élite cultural a través de la prensa”, publicado en 2012) vemos el siguiente dato: “en el periódico tuxtleco “El estudiante”, en el número 5, publicado en 1942, aparecen los primeros poemas de Rosario Castellanos (…) fechados en 1940 y 1941…”

Rosario, dice Doña Lolita, llevaba un diario donde consignaba apuntes de su noviazgo con Guillermo, quien en ese momento era estudiante del nivel secundario y, años después, se tituló como dentista en la UNAM. Tal vez por ahí estaban escritos los primeros poemas que Rosario, ya viviendo en la Ciudad de México, envió a “El estudiante”, de Tuxtla. No me estás preguntando, pero yo recibí clases de química, que, en 1971, impartía el primer novio de Rosario, en la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz. Y como ya estoy encarrerado diré que el primer novio de Rosario era mi primo, porque su papá, don Ciro Robles Bermúdez, fue hijo de una hermana de mi abuela María Bermúdez. Sí, tenés razón, ya me fui por otra vereda. Perdón.

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CASTELLANOS, A TRAVÉS DE LA CRONISTA COMITECA LOLITA ALBORES / Alejandro Molinari
Editores: Daniela Alfaro y Enrique Alfaro F. Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento de esta publicación. Ilustraciones de Alejandro Molinari
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