Nanorobots 03

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tono de burla. Los dientes de Allison refulgieron en la oscuridad; era evidente que le había gustado aquella broma. —No necesitamos una ciudad —contestó. Acto seguido, apretó con fuerza la mano de Cam y se dio la vuelta para volver al trabajo. Cam intentó contagiarse de su optimismo. No le gustaba estar siempre enfadado. Aquel asentamiento era más de lo que jamás habrían esperado llegar a construir, y se aferró con fuerza a ese sentido de gratitud. Sin embargo, sabía que echaría de menos a Eric. Y lo que era aún peor, ya ni siquiera podían confiar en el suelo sobre el que caminaban. Al igual que los invernaderos, las cabañas estaban construidas sobre plataformas de cemento, y tenían muy pocas ventanas, porque había que rescatar cada clavo y cada tablón de madera de las antiguas ciudades, donde las plagas de insectos resultaban una gran amenaza. Todas las misiones de saqueo entrañaban muchos riesgos, pero fabricar objetos como cristal, bisagras o picaportes era algo que estaba muy por encima de sus posibilidades. La prosperidad del asentamiento estaba limitada a aquello que conseguían encontrar, y siempre necesitaban con urgencia materiales como cemento, pintura o masilla. Cada abertura debía estar completamente sellada. Hormigas, termitas, arañas y escarabajos se movían por una u otra clase de apetito. Todo constituía un objetivo, incluso líneas eléctricas o bienes sencillos como aceite de motor, té o ropa. Cierto era que la plaga de máquinas también había sido en cierto modo positiva. Seres como los mosquitos o las garrapatas se habían extinguido casi por completo. Incluso el resfriado común parecía haber desaparecido, ya que quedaba demasiada poca población como para que el virus consiguiera sobrevivir. Otra ventaja de aquello era que algunos de los supervivientes se habían hecho inmunes a las fiebres tifoideas, al desarrollar defensas contra la fiebre moteada, los herpes o una infección de las uñas a la que llamaban «dedo podrido». Algunos de ellos también habían sido portadores de piojos o pulgas durante todo ese tiempo, y ahora parecía que comenzaban a reproducirse de nuevo. Cuando la población se mezcló de nuevo, volvieron los contagios. Cam había oído hablar de un brote de sarampión en Wyoming, y la gente comentaba que gran parte de la población de Idaho estaba en cuarentena por culpa de algún tipo de disentería que estaba acabando con todos los bebés. Hasta ahora, el único problema de Jefferson habían sido los insectos. Las hormigas de fuego habían llegado desde Texas el año anterior, y se creía que las langostas del desierto se habían extendido por el Medio Oeste con la invasión rusa. Prácticamente vivían como astronautas, al tener que sellar todos los alimentos en compartimientos herméticos como cajas de munición o fiambreras. Había que envasar la orina, los excrementos y toda clase de basura orgánica antes de introducirse en los invernaderos, donde el sol convertiría los residuos en un fertilizante nutritivo y seguro. Era una vida dura. Quizá también sin sentido. A Cam le preocupaba el hecho de que las hormigas consiguieran entrar en la casa de alguien y enterrar su cuerpo bajo una masa de seres rojizos y diminutos; de pronto las imágenes que le venían a la cabeza se volvieron más personales. ¿Y si una colonia atacaba a Allison y al recién nacido? Cuando hubo terminado de recargar el lanzallamas, se colocó los depósitos a la espalda y miró a su mujer, que se acercaba hacia él con dos bidones de veinte litros. Aquélla era toda la gasolina que había, a excepción del poco combustible que quedaba en los depósitos de los todoterrenos y camionetas. «Con un poco de suerte serán algo más de cien litros», pensó mientras le tendía la mano a Allison. —Deja que te eche una mano. —No hace falta. —No creo que nos seas de mucha ayuda con el problema de las hormigas. —Voy a deciros cuánta gasolina podéis usar —respondió Allison—. Y vais a tener que escucharme. —Debemos asegurarnos de quemarlas a todas. —Mañana iremos a la autopista e intentaremos encontrar más combustible, pero antes tendremos que llegar hasta allí, Cam. Así que tenemos que guardar tanta como podamos.


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