Partholon 02

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P.C. CAST

SANGRE DE CHAMÁN

las lecciones de cortesía que os dieron vuestras bisabuelas. Al instante, los pequeños bajaron la cabeza y murmuraron algunas disculpas. La niñita que había estado intentando acariciar al caballo también inclinó la cabeza, pero Cuchulainn se dio cuenta de que estaba avanzando disimuladamente, con una mano alzada a medias, para tocar al animal. El caballo volvió a relinchar y dio otro paso hacia atrás. La niña lo siguió. «Exactamente igual que Elphame cuando era pequeña», pensó. «Siempre estaba intentando alcanzar las cosas que no debía». Y por primera vez desde la muerte de Brighid, Cuchulainn estuvo a punto de echarse a reír. —Sí, niña —dijo él, mirando su cabecita rubia—. Puedes acariciarlo. Pero hazlo despacio, porque no está acostumbrado a los niños. La niña miró hacia arriba y le dedicó a una enorme sonrisa de agradecimiento. Sus agudos colmillos brillaron, en un contraste extraño con su inocencia. —Se llama Kyna. La mujer alada se acercó a la niña. Asintió hacia Kyna para darle ánimos y Cuchulainn agarró con fuerza las riendas del caballo para mantenerlo inmóvil y que la niña pudiera acariciarle el pecho. Los demás niños observaban y se susurraban los unos a los otros. —Y yo soy Ciara, nieta de la Encarnación de la Diosa Terpsícore. Te damos la bienvenida, Cuchulainn —dijo la adulta. Ella también sonrió al guerrero y mostró sus colmillos afilados—. Creo que los niños han respondido a tu pregunta por todos nosotros. Llevamos más de cien años esperando este día. Sí, será un gran placer ir contigo a Partholon. Su proclamación fue recibida con vítores de los adultos y danzas de los niños, que saltaban como si tuvieran muelles además de alas. Cuchulainn tuvo miedo de que el caballo pisara a alguien, así que desmontó. En cuanto lo hizo recibió otra avalancha de preguntas de los niños, que querían tocarle la espalda para asegurarse de que no tenía unas alas escondidas debajo de la capa. Ciara y los demás adultos tuvieron que calmar a los pequeños, que no dejaban de saltar, bailar y reírse. Cuchulainn intentó mantenerse en su lugar de observador distante, y contempló en silencio todas aquellas demostraciones de júbilo. Era obvio que la gente alada consideraba a Ciara como su líder. Ella se había disculpado, entre carcajadas, por aquella bienvenida tan entusiasta, y después había pedido que prepararan una de las cabañas y le había presentado a varios de los adultos. Sin embargo, cuando Cuchulainn le preguntó si ella se había quedado como líder durante la ausencia de Lochlan, Ciara se había echado a reír y le había contestado que seguía siendo lo mismo que cuando Lochlan estaba con ellos: una Chamán común y corriente para su pueblo. Cuchulainn no se esperaba aquello. ¿Chamán? ¿Dónde estaban los demonios híbridos y bárbaros que él esperaba encontrarse, y a quienes estaba dispuesto a juzgar con dureza? Recordó el gran asombro que había sentido aquel día, allí en pie frente a todos. Entonces, la pequeña Kyna gritó, y de un solo movimiento él desenfundó la gran espada y se agachó para prepararse para la batalla. Siguió el - 17 -


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