100 en averia, negocio solo bueno para hacer una bancarrota. I enamórese usted. H é a q u í lo que pasa. — — Mire usted, fulanita, le dices a tu a d o r a d o m e n t o ; créame, la a m o mui de veras. — V e a n eso. ¿ C o n que m e quiere u s t e d ? — Sí, la a m o a usted. — ¡Vaya!
tor-
¿ I de ahí?
Se lo j u r o p o r mi h o n o r .
N o se le c o n o c e en la cara.
— Usted es mui cruel.
¡Siempre c o n sus bufonadas!
— ¿ Q u i é n le ha dicho e s o ? que hoi hace m u c h o f r í o ?
¡Caramba!
¿ S a b e usted
— Usted, que es la misma nieve ¿siente f r i ó ? — Muchas gracias. ¿ E s t u v o usted en el teatro el d o m i n g o ? Dicen que es antigua la pieza que representaron. — E n verdad, no es cosa de estos tiempos
mujer firme
¡ L a
/
— P e r o ¡ c ó m o sabia querer aquel g a l á n ! r a z ó n : eso debe ser mui antiguo.
Tiene usted
I te e m b r o m a i te entretiene i te irrita i te gasta la paciencia, sin que de ningún m o d o puedas avanzar un paso, ni salir del statn quo en que te encontrabas al principio del camote. I enamórese usted. Hasta aquí mi primera carta. I si la encuentras corta, no lo estrañes; p o r q u e n o tengo el talento de escribir largo. Espera mi s e g u n d a ; pero guárdate bien de la dedicatoria. (Julio de 1842.)