incluso hasta podría bajar el volumen mismo de consumo, al dejar de presentar el atractivo de lo vedado, de la fruta inalcanzable. Pero contrariando las tendencias más racionales, estamos lejos de ver una despenalización. Por el contrario, cada vez más crece el perfil de lo punitivo: el combate al narcotráfico pasó a ser prioridad de las agendas políticas de los Estados. Eso se anota hoy como uno de los grandes problemas de la humanidad; y ahí están a la orden ejércitos completos para intervenir en su contra.
No podemos menos que abrir algunas dudas ante esto. ¿No será que la anterior Guerra Fría se ha trocado ahora en persecución a estos nuevos
demonios?
Definitivamente
el
interés
de
los
poderes
hegemónicos, liderados por Washington, ha encontrado en este nuevo campo de
batalla un
terreno fértil
para
prolongar/readecuar su
estrategia de control universal. Como lo ha encontrando también con el llamado “terrorismo”, nueva “plaga bíblica” que ha posibilitado la nueva estrategia imperial de dominación militar unipolar con su iniciativa de guerras preventivas.
El mundo de las drogas ilegales es un fenómeno tan particular que tiene una lógica propia inhallable en otros ámbitos: por un lado se mantiene y perpetúa como negocio del que se benefician muchos; por otro se sostiene de fabulosas fuerzas políticas que no pueden ni quieren prescindir de él en tanto coartada y espacio que facilita el ejercicio del poder. Al mismo tiempo existen dinámicas psicosociales (consumismo, modas, valores de la sociedad competitiva y materialista, la angustia de sociedades basadas en el primado de lo individual sobre lo colectivo) que
llevan
a
enormes
cantidades
de
individuos,
jóvenes
fundamentalmente, a la búsqueda de identidades y reafirmaciones
8