3 desarrollo cognitivo y del lenguaje (parte 2)

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Los orígenes

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la inferencia

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la elat>oración del sentido

es. Por: tanto, el único mo· mento en que la conciencia de la incompatibilidad tiene '~osibilidad de en la mente es antes de que se lleven a cabo las accÍ<"¡.es.Y esto significa que hablarnos acerca de un conflicto de impulsos o acciones ~~eseadas. Tan pronto como e! niño abriga simultáneamente más de una intencion, se encuentra en una situación de conflicto potendal entre los impulsos de actuación. Y, eviden· temente, tiene la oportunidad de reconocer que ambas ;]0 pueden realizarse a la vez. ¿En qué época de la vida empieza a suceder esto? BRUNER (1971) nos ha proporcionado pruebas relevantes, en forma de un relato detallado y revelador, de un conflicto que sin duda ocurre con mucha frecuencia. Si se ofrece un juguete a un niño que ya tiene otro en sus manos, es ca!\¡ seguro que tendrá dos impulsos: mant.::ner el que ya tiene y aceptar el nuevo. ¿Qué sucede entonces? Consideremos primero lo que sucede en el nivel de la conducta observable. Eruner estudió un grupo de niños entre 4 y 17 meses de edad. Refiriéndose a un bebé de 4 meses dice: aCCión, como un árbol o una copa, simplemente

En un caso como éste, normalmente elegimos cuestionar las premisas en lugar de la estrucC~ ra de nuestro razonamiento en sí. Decimos: «Es posible que no lo haya metido dentro» o <v\lguien se lo habrá llevado». Subyaciendo a la racionalidad que normalmente ni se nos ocurre cuestionar

se encuentran ciertas convicciones básicas acerca de la naturaleza del mundo.

Entre éstas, es notable la creencia de que Jos objetos siguen existiendo cuando

ya no los vernos, una creencia evidentemente importante en el ejemplo que

acabamos de considerar y que se halla virtualmente en todo nuestro razona­

miento. Pero esta convicción en sí misma está vinculada a algo más fundamen­

tal y omnipresente: el conocimiento de que vivimos en un. universo donde la ocurrencia de un hecho puede excluir la de otro. Sobre esta noción basamos nuestras creencias respecto de la necesidad de las conclusiones que sacamus. Dicho de oc:r-O modo, la inferencia deductiva se basa en nuestra comprensión de la incompatibilidad. Si X es verdad, entonces y no puede ser verdad tam­ bién. Si es cierto que coloqué un billete de una libra en el sobre, entonces al mismo tiempo no puede ser cierto que lo haya puesto en mi bolsillo o en la papelera. ¿Cómo surge esta convicción fundamental en nuestras mentes? Hay dos preguntas que debemos distinguir. En primer lugar, ¿cuál es la fuente de la noción de incompatibilidad? y en segundo lugar, ¿cómo llegamos a saber qué excluye qué en el mundo real? Este capítulo trata sobre la primera de estas preguntas. Si limitarnos nuestro pensamiento sobre el tema a una consideración del razonam1entO tal y como se expresa en las proposiciones verbales, la pregunta parece difícil de contestar a primera vista. El razonamiento verbal parece tratar normalmente sobre el «estado de las cosas», el mundo visto como algo estático, en una sección transversal del tiempo. Y considerado de este modo, el universo parece no presentar incompatibilidades: las cosas son como son. Aquel objeto de allá es un árbol; esa copa es azul; ese hombre es más alto que aquél. Claro está que estOS estados de cosas excluyen una infinidad de otros, pero, ¿cómo llegamos a ser conscientes de ello? ¿Cómo surge la idea de la incompatibilidad en nuestras mentes? Sin duda no proviene directamente de nuestras impresio­ nes de las cosas tal y como son. Pero entonces constituye un craso error suponer que en general hemos ad­ quirido nuestro conocimiento de! mundo de este modo. No permanecemos sen­ tados pasivall1cnte esperando que el mundo grabe su «realidad» sobre nosotrOS. En lugar de dio, tal y como se reconoce hoy en dfa, adquirirnos gran parte de nuestro conocimiento básico entrando en acción. Y apenas podemos hacer­ lo sin encontrarnos con el hecho de que el seguir un curso de acción a menudo excluye la posibilidad de seguir otro. Si se «realiza» la acci6n X, entonces no se realizará la acción Y. Si un niño tira un sonajero fuera del cochecito, no podrá al mismo tiempo colocárselo en la boca. Ahora bien, ni siquiera esto es lo suficientemente explicativo, pues sigue sin aclarar de qué modo puede surgir la conciencia de la incompatibilidad. Una

Los mnos de esta "dad eran, en su mayor parte. incapaces de tratar con más de un objeto a l. vez. Un seg\lndo juguete se veía ignorado o, en la mayoría de los casos, llamaba tanto la atención que el niño dejaba caer d juguete que tenía en la mano mientras fijaba la vista en el nuevo juguete que se le presentaba. La pérdida del control manual parecía pasar desapercibida. )' parecía producirse cuando la atención del niño pasaba al nuevo objeto.

Eruner también nos dice que hasta los 7 meses de vida, si un bebé tiene un objeto en la mano, no parece saber cómo pasarlo a la otra mano. No traspasa la línea central del cuerpo y, por lo tanto, si se ofrece un segundo objeto a la mano que está ocupada, entones esa mano se pondrá tensa y el bebé golpeará el objeto con la mano apretada manteniendo el objeto original (BRUNER, 1969). A partir de esta edad empieza a desarrollarse la habilidad para pasar de una mano a otra y prontO, a través de ello, el niño empieza a ser capaz de aceptar dos objetos. Sin embargo, el ofrecimiento de un tercer objeto, cuando ambas manos están ocupadas, sigue presentando graves problemas. A partir de ah(, el progreso consiste en aprender a acumular objetos, gene· ralmente en el regazo o sobre el brazo de la silla. Pero esto. de por sf,suele ocasionar un nuevo conflicto. Cuando el niño ha colocado un objeto en su regazo a fin de poder alcanzar el otro, la vista del obíeto que acaba de guardar parece desencadenar un impulso de volverlo a coger, lo cual es incompatible con la intención que le hizo dejarlo en primer lugar, es decír, la intención de recibir el juguete que se le presenta. No obstante, a la edad de 12 meses estos conflictos suel¿n haberse resuelto y el niño ha establecido una rutina fluida y eficiente. El n.ño suele anticipar

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Digitalizado por: I.S.C. Hèctor Alberto Turrubiartes Cerino hturrubiartes@beceneslp.edu.mx


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