Ágora digital nº 22 Boletín 7

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Ágora núm. 22

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oxidada”, el segundo relato del volumen, de Félix Bruzzone (Buenos Aires, 1976), en el que asistimos a la ruptura sentimental entre el narrador y su novia. “Chica oxidada” es el primer cuento del volumen en el que la influencia de Roberto Bolaño se hace evidente. De las alocadas aventuras de una reportera que Sonia Budassi (Bahía Blanca, 1978) narra en “Sí, quiero”, pasamos a “Himno a Marte”, de Aquiles Cristiani (Buenos Aires, 1980), uno de los mejores cuentos —si no el mejor— de Hablar de mí. “Himno a Marte” es el delirante y divertidísimo relato de un profesor de oboe en el colegio femenino más caro de Buenos Aires. Una pequeña joya. También son numerosos los relatos que, narrados desde el punto de vista de un niño o un adolescente, tienen como trasfondo la pérdida de la inocencia, el desencanto ante el descubrimiento de la verdad más allá de las apariencias idealizadas. “Curiosidad por Gómez”, de Celia Dosio, (Buenos Aires, 1972), es la deliciosa historia de una escolar fascinada por un compañero de clase, y la desilusión que sufre cuando conoce la realidad en la que vive su compañero. Algo similar ocurre en uno de los mejores relatos de la antología, “Perfectos accidentes ridículos”, de Luciano Lamberti (Córdoba, 1978), en el que el protagonista enumera, con extraordinario pulso narrativo y gran sentido del humor, los momentos más importantes de su vida a través de los accidentes domésticos que ha tenido. Después de las cavilaciones de una ex–adicta a los estupefacientes, y sus problemas psiquiátricos narrados en “Lo que queda”, de Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973), “La mala sangre”, de Diego Grillo Trubba, es el primer cuento que aborda otro motivo que será recurrente (quizá demasiado) en la antología: el divorcio. El protagonista de “La mala sangre” es un personaje traumatizado por la separación paterna que, desde el hospital, narra la trombosis que ha sufrido —herencia genética de su padre— y su difícil relación con su progenitor. En este sentido, “Un padre de familia sin auto” también se centra en torno a un hombre divorciado, y “Murdock, Milena”, de Pablo Natale (Rosario, 1980), si bien no tiene como tema principal el divorcio, utiliza al padre fracasado como metáfora de una familia en completa decadencia. Con Patricio Pron (Rosario, 1975) y “Exploradores del abismo”, llegamos al ejemplo más paradigmático de la influencia que Roberto Bolaño ejerce en los nuevos escritores hispanoamericanos. Ambientado en la costa española, “Exploradores del abismo” cuenta la extraña relación que el narrador entabla con una pareja de turistas alemanes, y los retorcidos juegos sexuales en los que participa con ellos. La tensión ascendente del relato, el ambiente enrarecido y el descenso del interés con final abrupto son totalmente bolañescos. “Un pasado propio”, de Maximiliano Tomás (Buenos Aires, 1975), es otro relato autobiográfico que participa abiertamente de la influencia del chileno, reflejada ésta desde el inicio con la mayúscula inicial que designa a los protagonistas. Bajo la alargada sombra de Bolaño se sitúa igualmente Hernán Vanoli (Buenos Aires, 1980), que con “Autobiografía etílica en tres actos” se sirve de sus experiencia con el alcohol para resumir su educación sentimental. Los narradores de Hablar de mí buscan ante todo la fluidez narrativa y el sentido del humor, y si bien es verdad que aciertan en estos dos puntos con notable frecuencia, también podemos achacarles que, en numerosos casos, las voces se parecen demasiado entre sí. Igualmente, la acusada tendencia que muestran hacia las situaciones sórdidas y deprimentes acaba convirtiéndose en un recurso manierista de tan usado, y resulta inverosímil en determinados relatos. Pero aunque solamente fuese por descubrir a autores como Cristiani, Lamberti, Dosio o Grillo Trubba, por citar a cuatro nombres todavía desconocidos en España, valdría la pena leer la antología.


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