Ágora nº 7

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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL  LITERATURA JUVENIL

sueño de una mañana no quiso hacerse cargo, lo repudió, se avergonzaba de él, pero allí estaba yo, para amarlo, protegerlo y darle la despedida que mi gran amor se merecía. Con todo mi dolor lo enterré una mañana de abril, el sol era frío, el vaho me salía por la boca, era yo quien ahora estaba inerte, él había sido mi salvador, había puesto color a mi vida y ahora, metido en una caja de madera, tan fría, tan fea…, seguro que habría preferido que lo hubiese tirado al mar o que hubiera pintado todo su cuerpo como un indio, con muchos colores antes de ser enterrado. No estoy loca, él había sido todo un soñador… Los días pasaban lentos, no salía de mi ático, me negaba a ver la luz del sol y solo tenía la visita de mis peculiares amigos: Adela, mi vieja amiga puta, que, pese a que la vida la había tratado tan mal, se la comía con mordaz ironía y con buen corazón, y Goyo, mi niño grande travestido, mucho más femenino que Adela y yo juntas, el cual rendía tributo al carmín rojo de labios. Pese a que no eran la compañía más idónea del mundo, para mí eran mis hermanos, los únicos que ponían algo de colorido en mi vida gris. Una tarde le dije a Adela que quería volver a pintar y esa misma noche salimos a buscar mi inspiración con los brazos y los dientes bien abiertos. Era el concierto de primavera y no quería perdérmelo, esa noche representaba el momento cumbre en la vida de Mario y mía, el cambio por el cambio, el alumbramiento del niño buscado, esa noche se haría la luz, mi luz. Adela y Goyo reían y bailaban animadamente conmigo, nos acompañaban nuestros amigos inspiradores de papel y nuestro amigo líquido, que, como otra noche más, volvía a correr por nuestras venas, pero quedaba el toque final, reservé un poquito para mis pinturas, esta inspiración era la más feroz y brava, la más bella y dolorosa desde el momento en que la tuve en mi mano. Corrí hacia mi ático, cogí el primer pincel que tuve a mano y apunté hacia el lienzo, lo rasgué, lo golpeé, la pintura resbalaba por él, sería el definitivo, era mi testamento, el que se llevaba mi alma, en él escribiría mi amor por el mundo y por el cambio venidero, de cómo yo había sido aspirada por esa luz que lleva el huracán y cómo el color es lo que mueve el mundo. La aguja cayó al suelo, mi corazón se paró y yo me liberé.

María Gallizo Sánchez 2º Bachillerato. IES «Reyes Católicos» —Ejea de los Caballeros—

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an las ocho y media. Como todos los días, toca ir a trabajar. Llueven recuerdos de hace no muchos años, cuando mi guitarra y un puñado de ilusiones eran todo lo que necesitaba para comerme el mundo. Por mucho que el despertador sonara, no había motivo por el que dejar de soñar. Tal día como hoy hace ya una década, sonó el teléfono al alba. Yo, todavía adormecido, lo descolgué y sin apenas fuerza dije: «¿Sí?». Al unísono mis amigos respondieron: «Ven tan pronto como puedas, es algo importante». Bastaron esas palabras para saltar de la cama como nunca lo había hecho. Con el desayuno todavía en la boca y a medio vestir, me apresuré a ir al local de ensayo. Todos los demás estaban allí en un insólito silencio y, junto a ellos, dos señores trajeados a los que no conocía. Poco tardamos en enterarnos del porqué de su visita. Resultó ser que aquellos tipos habían escuchado nuestra maqueta y estaban interesados en el grupo. Nos propusieron trabajar con ellos. Era aquello con lo que llevábamos soñando mucho tiempo, así que aceptamos sin pensarlo. Por fin, veíamos recompensados esos tres intensos años en los que habíamos recorrido todas las ferias y fiestas de los alrededores con la siempre fiel compañía de nuestros amigos. Concierto tras concierto sin recibir la ayuda de nadie, aunque desde esa visita tan inesperada el curso de los acontecimientos iba a cambiar bruscamente. Recuerdo el día en que llegamos a la gran ciudad. Todos estábamos emocionados. Pensábamos que aquello nos iba a conceder el reconocimiento con el que todos habíamos soñado. Pasamos un mes entero trabajando en lo que iba a ser un superéxito con el que íbamos a ser mundialmente conocidos, aunque aquello difería bastante de nuestra idea inicial. No eran las canciones que todos componíamos las tardes de los sábados junto a los amigos. Allí había que hacer lo que aquellos señores decían. Como nosotros solo éramos unos niños, lo hacíamos con toda la ilusión.

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