Agora 14

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pensamiento y reflexión 38

ser un insulto. Y es que para mis alumnos, ser «de oficina» (tener estudios) era ser de la peor calaña. Con las chicas todo era distinto. Las clases duraban dos horas y aprovechaban 7200 segundos. Nos daba tiempo a hacer pruebas de años anteriores, a ampliar conceptos y cuestiones que aparecían en las preguntas y a hablar de lo divino y de lo humano, sobre todo de esto último. Pronto me di cuenta de que la curiosidad era mutua y no me importaba dedicar tiempo de clase a la tertulia ya que veía que disfrutaban y que esperaban el momento como agua de mayo. Otra razón de peso para charlar dentro del horario era que 15 minutos después del fin de la sesión debían fichar cada una en su respectiva casa. Puntualidad británica. Un día no vino una de ellas, la más joven. Cuando pregunté si alguien sabía qué le pasaba, no pude evitar reírme ante la respuesta: «es que no le ha dado tiempo esta mañana de teñirse las raíces». «¿¿¿¿¿Y?????». «¿Pero cómo va a venir sin teñirse?». «Pues porque estamos en familia, porque esto no es un desfile de modelos, porque no se ha descubierto todavía ninguna conexión entre el tinte y la capacidad de aprendizaje,…». «¿Y si la ve algún mozo guapo así?» Ya vi por dónde iban los tiros. «Tú nunca te maquillas». No era una pregunta sino una rotunda afirmación hacia y sobre mí. «Uy, no, no tengo que engañar (del latín vulgar, ingannāre, dar a la mentira apariencia de verdad) a nadie. Y tampoco creo en que el amor se mida por el color de las raíces». Pero ellas sí. Su destino pasará por encontrar un hombre. Otro día, tras realizar un comentario de texto sobre viajes me preguntaron por los míos. Sin haber dado la vuelta al mundo, pude hablarles de cosas que me sorprendieron, de historias que viví, de personas que conocí. La expresión de sus caras y el brillo de sus ojos me decían que se estaban imaginando a ellas mismas en alguno de aquellos lugares a los que siempre habían querido ir. Pero el comentario fulminante de una de ellas nos devolvió a todas a la realidad: «A mí no me dejan ni ir al banco sola. Y eso que el banco está en la esquina de mi calle. Siempre voy acompañada de mi padre o de alguno de mis hermanos». La forma en que todas bajaron la mirada me indicó que era una circunstancia común entre ellas. Esa noche me costó dormir, dándole vueltas a lo que había pasado y a algo intangible que llevaba rondándome la cabeza desde hacía unas clases. Se acercaba San Valentín y aproveché para hacer un comentario de texto sobre poesía romántica.

Les entregué la fotocopia con el poema: ¿Qué eres tú para mí? Un pensamiento continuo Una seguridad continua Una alegría continua Una sonrisa en la cara cuando recuerdo algo que [hemos vivido Un estremecimiento en todo mi cuerpo cuando [leo algo que me has escrito Una caricia en el corazón cuando escucho algo [que me has dicho Una sensación de protección cuando me abrazas Una sensación de orgullo cuando me deseas Una sensación de placer cuando me besas Una oportunidad para superarme Un pilar para apoyarme Un ejemplo para ser mejor Una admiración cuando te observo Una gratitud cuando me quieres Un sentirme feliz por saber que has apostado [por mí, por nosotros. La certeza de que todo pasa por algo De que teníamos que encontrarnos Y de que tenemos mucho camino por recorrer. [Juntos. Tú y yo. Aún no había acabado de releerla yo cuando una de ellas arrugó la cuartilla con rabia, tiró la bola de papel en la mesa y salió dando un portazo. Reconozco que mi primer pensamiento no fue el más adecuado: «Vaya, parece que no le ha gustado. Pues si supera de quién es…». Hice amago de levantarme. «Déjala, no vayas». Volví a sentarme, todavía con cara de no entender nada. Tampoco sabía qué decir, imaginaba que tenía que ver con algo que escapa a mi forma de entender la vida y las relaciones humanas, así que esperé a que alguien rompiese el silencio y la tensión. «Conoció a un chico hace más de un año y se hicieron novios. Se ven a escondidas porque… el chico no es como nosotros. El problema es que su familia le ha buscado un marido y ya está la boda organizada». «Pero… ¿por qué no habla con alguien, su madre o alguien con quien tenga confianza? A lo me-

ágora n.º 14 — revista de cultura, ensayo y creación literaria


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