Ágora nº 1

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El ojo

L

del

cóndor

as viejas leyendas siempre me apasionaron, pero nunca creí que fueran ciertas y mucho menos que me iba a ver envuelta en una de ellas. Todo empezó en un cálido día de agosto, hace ya casi un año. Me hallaba en Perú, con mis compañeros realizando un viaje de fin de curso. Habíamos ido a ver las ruinas del imperio inca, tema que estudiamos con mucho interés durante el curso. Ese día, que ya era el segundo del viaje, íbamos a ver la vieja capital inca: Cuzco. El autobús nos dejó frente a la inmensa fortaleza de Sacsahuamán. – ¡Puf! Otra vez a ver piedras mientras nos achicharramos al sol. ¡Quién pillara ahora una piscina con agua bien fresquita! –dijo mi, a veces, ignorante amiga Sofía. – No seas tonta, Sofía, estas piedras que tu dices son una verdadera joya ¡No sabes lo afortunadas que somos de verlas!. – Yo no soy tonta, Lucía, sólo soy una pobre chica sudorosa. Y así, discutiendo, nos dimos cuenta que el grupo se alejaba y tuvimos que hacer un verdadero esfuerzo en alcanzarlos. El guía nos llevó a las ruinas de la fortaleza. Tras una breve visita a éstas nos dirigimos al Templo del Sol, llamado Coricancha. Desde el primer momento que lo vi me quedé fascinada, no sé por qué, tal vez presentía que algo maravilloso me aguardaba en su interior. – ¡Vaya! -exclamé . Es sorprendente. – ¡Bab! Si es bastante parecido a todo lo que hemos visto hasta ahora...piedras viejas -contestó la aburrida Sofía-. Me llamó la atención especialmente, una figura de piedra (¡cómo no!) que se encontraba presidiendo la inmensa sala y representaba al Inti, el Dios del Sol. Cuando me acerqué a observarla más detenidamente me pareció que una voz cavernosa y extraña me llamaba por mi nombre. – ¡Lucía! ¡Lucía! por fin llegaste. – ¿Has oído eso Sofía? -pregunté asustada-.

Salomé Sagaste Vidal

[ CONCURSO • LITERARIO ]

RELATO BREVE • 2º Premio

– ¿El qué? – Nada, nada. Y seguí observando la figura, que por razones que no conseguía entender me cautivaba. Entonces... me pareció ver unas inscripciones en la mano del Inti. – ¡Vaya! -pensé- Voy a ver si consigo leer lo que pone. Y...¡cuál fue mi sorpresa al comprobar que ponía!: -Lucía Sol, busca el ojo del Cóndor- ¡Lucía sol, era yo, la misma que escribe estas páginas! Pero... ¿qué era el ojo del Cóndor? – Sofía, ven, ven. ¿Ves lo que pone aquí? – ¿El qué Lucía? Allí no hay absolutamente nada, sólo la mano lisa de la estatua. – Oye Lucía -replicó una enfadada Sofía- veo perfectamente y estoy segura de que allí no pone nada ¿Qué clase de broma tonta es ésta? Entonces, convencida de que Sofía, realmente no veía la inscripción, llamé a Luis y a Javi, que estaban por ahí cerca. – ¡Eh, vosotros! ¿Veis lo que pone ahí? – ¿En dónde? – En la mano que tiene sobre el pecho el Inti. – Pues no, no pone nada -dijo Javi-. – Está completamente lisa -corroboró Luis-. Pues si Luis y Javi tampoco lo ven, hay dos opciones -pensé-. La primera es que esté completamente loca y tenga alucinaciones, lo que me niego a creer. La segunda es, que como ese mensaje va dirigido a mí, solo lo puedo leer yo. – ¡Eso es! Yo soy la elegida para una misión y sólo lo debo saber yo. -Me convencí. Pero aun había algo que no sabía ni imaginaba. ¿Qué era el ojo del Cóndor? ¿Cómo lo podía averiguar? Observé nuevamente la estatua y esta vez la inscripción había cambiado, era diferente. En ella se podía leer: ”El Inca Víracocha no descansa en paz. El ojo del Cóndor ha sido robado. Lucía Sol, tataranieta del ladrón, debe recuperarlo. De lo contrario, le espera una muerte segura”.

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