Revista 64

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Para ello, la petición de ayuda para morir se puede reformular como una petición de alivio del sufrimiento, términos con los que el profesional se manejará con más comodidad, sin mencionar ni la palabra muerte, ni la voluntad de morir cuando la situación se considere indigna. En lugar de “quiero morir”, la pregunta puede ser: ¿doctor, qué pasará en el caso de que ya no pueda soportar más mi sufrimiento? ¿Cómo me ayudará en el proceso final de mi vida? ¿Hasta cuándo va a durar este infierno? Una respuesta del tipo: “¿De qué me está usted hablando? Yo en ningún caso voy a adelantar su muerte, eso que me plantea es ilegal, mi juramento no me lo permite, esto se acabará cuando Dios quiera”, etc., significa que probablemente el médico no piensa sedar al paciente. No es que a ese profesional le dé igual que el enfermo sufra, probablemente conozca la doctrina del doble efecto (el adelantamiento de la muerte como una consecuencia inevitable del alivio del sufrimiento), pero él concibe la sedación, en el mejor de los casos, como un tratamiento exclusivo de la agonía, cuando el enfermo se esté físicamente muriendo, no antes, porque le parece mal tener alguna relación, aunque sea hipotética, con el momento de la muerte. Si, además, es el enfermo el que lo pide, a no ser que ya no se pueda expresar y tenga testamento vital, el médico se puede atrincherar en su posición y el rechazo a la sedación puede ser mayor. Algunos testimonios relatan cómo a veces el médico censura al paciente o su familia por su actitud, acusándoles de proponer un acto tan inmoral como el asesinato, de tratar de quitarse de en medio al enfermo, y otras barbaridades de este tipo. Otros cuentan que el equipo le propuso que el enfermo “ofreciera su sufrimiento al Señor”, una actitud fuera de lugar desde un punto de vista profesional.

También puede ocurrir que la contestación sea demasiado ambigua, del tipo: “no se preocupe por eso, que nosotros ya sabemos lo que tenemos que hacer, cuando llegue el momento ya veremos, le cuidaremos hasta el final”, etc. En ese caso, se puede intentar profundizar transmitiendo al médico que es un tema importante, que le preocupa y que le gustaría que fuera más explícito. El paciente puede abordar el tema de una forma menos comprometida emocionalmente solicitando información: “He oído o he leído algo sobre ello. ¿Me puede explicar en qué consiste una sedación paliativa?”; o mostrando su testamento vital para comprobar qué le sugieren al médico sus instrucciones previas y si se compromete a respetarlas. Resumiendo, si quiere morir no se lo diga a su médico, al menos no al inicio de la relación. Explore con suficiente antelación si el profesional que le atenderá en el proceso final de su vida se compromete a respetar su voluntad, dentro de la legalidad vigente. Si no es así, búsquese otro. Si las circunstancias se lo impiden, es posible que su médico no le guste, pero le necesita, así que plantee sus expectativas de forma que éste las pueda asumir, pero sin renunciar a los siguientes principios: • Vivimos en una sociedad plural. • Nadie plantea provocar la muerte del paciente, sino permitirla cuando el sufrimiento sea insoportable. • El profesional tiene la obligación de respetar los valores del paciente, que es un ciudadano, sin tratar DMD | 43


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