Hush hush

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- “Ay rayos,” dijo Vee. “No me estas respondiendo. El venado está pegado en los focos del auto ¿cierto? ¿Estás conduciendo por ahí con él atascado en el frente como si fuera una pala para la nieve?” - “¿Puedo dormir en tu casa?” Quería salir de las calles. Fuera de la oscuridad. Con una súbita inhalación me di cuenta de que para ir a casa de Vee tendría que volver a la intersección en donde lo impacté a él. - “Estoy en mi cuarto,” dijo Vee. “Puedes venir. Te veo en un rato.” Con mis manos fuertemente apretadas contra el volante, conduje el Neón a través de la lluvia, rezando para que el semáforo en Hawthorne estuviera verde en mi favor. Lo estaba y pasé la intersección mirando directamente hacia el frente, pero a la vez mirando con el rabillo del ojo las sombras de los lados de la carretera. No había ninguna señal del chico con la máscara de esquiar. Diez minutos más tardes estaba estacionando el Neón frente a la casa de Vee. El daño en la puerta fue mucho y tuve que patearla para poder salir. Luego corrí hasta la puerta de entrada, entré a toda prisa y bajé corriendo las escaleras hasta el sótano. Vee estaba sentada en su cama con las piernas cruzadas, tenía un cuaderno sobre sus rodillas, llevaba puesto audífonos y su iPod estaba encendido.

- “¿Quiero ver el daño hoy, o debería esperar a dormir al menos siete horas?” Me preguntó a través de la música. - “Quizá deberías escoger la opción número dos.” Vee cerró su cuaderno y se quitó los audífonos.

- “Terminemos con esto de una vez.” Cuando salimos, me quedé mirando al Neón por un largo rato. No era una noche cálida, pero el clima no era la causa del escalofrío que recorrió mis brazos. La ventana del conductor no estaba rota. Tampoco la puerta.

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