El neopaganismo de António Mora
Alberto López Martín
Augé establece tres rasgos definitorios del paganismo por oposición al cristianismo. En primer lugar, el paganismo nunca es dualista, y no opone, sino que armoniza, cuerpo y espíritu o fe y saber. Para continuar, incide en que no concibe la moral como principio externo a las vicisitudes de la vida individual y social; y por último, postula una continuidad entre orden biológico y orden social. Nada que no remita a la organización íntima de la naturaleza, en consonancia con lo natural, puede ser útil al hombre para subsistir y prosperar en la vida, por otra parte, la única vida.14
De lo expresado arriba se deduce que ideas como la salvación, la trascendencia o el misterio le son completamente ajenas. En todo caso, como señala Benoist, lo sagrado se inviste misterio en este mundo, por oposición a la santidad que implica la trascendencia del Otro Absoluto. Es lo que permite a Lévy afirmar que el monoteísmo no es una forma de sacralidad ni de espiritualidad, sino, por el contrario, el odio de lo sagrado como tal:
El paganismo sacraliza, y de esta forma exalta este mundo, allí donde el monoteísmo judeocristiano santifica, y de esta manera separa de este mundo. El paganismo reposa sobre la idea de lo sagrado.15
La exaltación y la sacralización del mundo es un primer rasgo definitorio del paganismo, al mismo tiempo que el más importante valor pagano. Los primitivos, en sus ritos de fertilidad o de fecundidad, no presentan ninguna necesidad de recurrir a métodos irracionales: las fuerzas que el ritual pone en juego son exclusivamente naturales, de ahí que religión no sea incompatible con ciencia y filosofía. El resto de valores que lo conforman son: una concepción aristocrática de la persona humana –y,
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Marc Augé, El genio del paganismo, pág. 17. Alain de Benoist, ¿Cómo se puede ser pagano?, pág. 65.
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