ASMAT CHIRINOS-ZAVALA: LA ONÍRICA MIRADA
Asmat Chirinos-Zavala, plantea la composición pictórica, dentro de una estructuración basada en la geometría, exhibiendo superposiciones y trasparencias cromáticas. Fundamental su emplazamiento compositivo dado que es quien determina la espacialidad y la colocación de los principales elementos y figuras humanas que se mezclan con la estructura, que poseen una raíz básica, pero que se expresan con soltura, dentro de una mirada onírica, que parte del interior, viajando hacia el exterior. Emplea una variada paleta de colores, que oscila del rojo intenso al amarillo, mostrando el color azul como punto de interés emblemático, la presencia discreta del negro, con tonos violetas y marrones. El color recrea atmósferas, delimita desarrollos, formula preguntas en torno a la dinámica de la diversidad formal. Porque, aunque congela la imagen, partiendo de unos instantes, luego estos se transforman, mostrando claramente su interés por el desarrollo de la serena reflexión cromática, como si de una nube atmosférica de color difuminado se tratara. Asimetría, cálculo, formas que se suceden dentro de parámetros en los que es importante la creación de diferentes ámbitos de actuación pictórica. Fragmentada, segmentada, la obra se halla inmersa en una dialéctica continúa, en una reconstrucción permanente. Hay formas que crean nuevos planteamientos territoriales, que generan ilusiones, que pretenden mostrar la tridimensión, dentro de una obra que es plana, que no renuncia a su geometría de lo compositivo, pero que apunta rasgos volumétricos, basados en la amplitud de la perspectiva en mostrar una realidad que se reinventa a cada segundo que pasa. Icónico, busca los símbolos para relatar el argumento de una obra que surge del onirismo, de la sutileza de los sueños, que elabora partiendo de la existencia de diferentes realidades. Constatamos la presencia de personajes, seres que se encuentran en diferentes ámbitos, con puntos de conexión que aparecen con la graduación de quien se sabe poseedor de planteamientos profundos, basados en la preponderancia del signo, del objeto que se convierte en narración en una composición cálida, sensual, de estructuras marcadas, evidentes, lo cual habla de su principal interés de investigación. La vertiente onírica no es contraria a la propia división compositiva, porque su discurso se asienta en la racionalidad, en la perspectiva vital y en el mantenimiento de una línea respetuosa con la idea. De lo contenido a las figuras serenas, distantes, pero, sin embargo, sensibles. Hay una cierta idea de mitificación, de enaltecer la obra para demostrar, acto seguido, que su concepción creadora es vital. Geometría, base estructural que nutre la composición, que fortalece la existencia de una idea elegante de la propia existencia que se desarrolla a partir de la efervescencia contenida. Energía, fuerza expresiva, reserva directa de lo matérico, para dar preferencia a los difuminados, a los colores de tonos sensuales, donde la sensibilidad ha hecho mella para mostrar sin aspavientos un predominio de la técnica en una pintura claramente evocadora, pensada más para soñar que para ser biológica. Joan Lluís Montané De la Asociación Internacional de Críticos de Arte