Taqarir 4: Jóvenes por la democracia y los Derechos Humanos en los países del Mediterráneo

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Taqarir 4

Jóvenes por la democracia y los derechos humanos en los países del Mediterráneo

La coalición de partidos liderada por el “Bloque del Encuentro Compartido” (BEC), bloque de oposición al régimen, organizó el 17 de marzo una manifestación multitudinaria y autorizada por el régimen de Saleh que pensó que la manifestación diluiría los movimientos de protesta. En el discurso de clausura de la manifestación, pronunciado por un miembro destacado de los movimientos islamistas, se instó a los y las manifestantes a que abandonasen la plaza y regresaran sanos y salvos a sus hogares. Esta postura hizo que se indignaran aún más y se sintieran traicionados por los partidos políticos. A pesar de la represión de la policía, continuaron las acampadas y protestas y dos o tres semanas después, se unió oficialmente a las manifestaciones el BEC. Progresivamente, se fueron uniendo más grupos de indignados e indignadas: nacionalistas del Sur, panarabistas, activistas chiíes e islamistas. Estos últimos participaban en las protestas pero por lo general se mantenían al margen, a la expectativa de lo que pudiese suceder. La incorporación del BEC supuso un desafío enorme para los y las manifestantes, que tuvieron serios problemas a la hora de mantener el orden y la línea general de las protestas y reivindicaciones que habían marcado. El centro de toma de decisiones había sido desde el principio la plaza pero, con la llegada del BEC, se desplazó a las asambleas de los partidos. El bloque impuso la creación de una comisión organizativa, integrada por los y las jóvenes representantes de los partidos junto con los y las líderes de la protesta y personalidades importantes de la vida política, en la que gran parte de la juventud se negó a participar. Aun así, la idea prosperó y debido a la logística y amplios recursos de este gran bloque, se mantuvo. Todos los viernes se convocaban las protestas principales y, en ocasiones, llegaron a concentrar a más de un millón de personas. Aun así, el régimen continuó con la represión y el viernes 18 de marzo, utilizó francotiradores y paramilitares para disolver a los manifestantes: 55 víctimas mortales y más de 100 heridos y heridas en dos horas. Este hecho provocó las primeras fisuras dentro del régimen y muchas dimisiones. La dimisión más importante después de esta matanza fue la del general Ali Muhsen al-Ahmar, oficial muy cercano a los movimientos islamistas y general del regimiento acorazado. La adhesión del general a las protestas fue entendida por la mayoría como una desvirtualización del espíritu de las revueltas, caracterizadas por el pacifismo de sus métodos. Muhsen decidió desplegar sus tropas alrededor del perímetro de las protestas autoproclamándose protector de la revolución. La juventud comenzó a temer que el conflicto escalase y se convirtiese en una guerra civil. Este hecho hizo que los líderes tribales se percataran de la necesidad de mantenerse al margen de las protestas, que los y las jóvenes pretendían continuar de forma cívica y pacífica. La entrada del general cambió su dinámica: el régimen empezó a negociar con él y las manifestaciones quedaron en un segundo plano. El liderazgo de la protesta pasó de la plaza a las élites políticas.

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