arquitectura, autonomía, ciudad y educación se encuentran. Creemos y promovemos el proceso como espacio de aprendizaje: escenarios de intercambio de experiencia y de conocimientos proponiendo diseños donde se valoran y usan los recursos y saberes locales.
Alberto Acosta Otro mundo será posible si – sobre la marcha – imaginamos y construimos sociedades desde principios totalmente opuestos a los de la actual civilización, causantes de crecientes desequilibrios, frustraciones y violencias. Correlación en vez de fragmentación; reciprocidad en vez de competencia desbocada; solidaridad y correspondencia en vez del individualismo egoísta. La codicia, rectora del capitalismo, debe reemplazarse por una vida en armonía. Desaceleración, descentralización y desconcentración deben poner un alto al paroxismo consumista. Y en todo este empeño, desde lo comunitario, habrá que desarmar – democráticamente – las estructuras jerárquicas patriarcales, racistas, socioeconómicas y políticas. Algunos de estos principios son más fáciles de encontrar en el mundo rural, particularmente indígena. En cambio, los espacios urbanos se alejan cada vez más de una vida humana solidaria y respetuosa con la Madre Tierra. Por definición, no hay ciudades sustentables. Además de su huella ecológica insostenible, las urbes están atrapadas en un frenesí individualizado, donde lo humano deviene en irrelevante mientras que domina la mercantilización desenfrenada. Pese a sus enormes problemas, en las ciudades también hay opciones transformadoras, algunas ya en marcha. Repensar las ciudades, rediseñarlas, reorganizarlas desde abajo restableciendo su balance con lo rural, descolonizando la 108