Palabrería 2009

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Relato de un viaje mítico a una tierra mítica Noticias del Viaje de estudios Italia 2009 Ángela Fernández Iglesias Mimos improvisados por parte de las familias, corbatas de Unquera rodando por los autobuses, prisas, maletas, olvidos de última hora, y algún despistado que se pasó tres pueblos (literalmente). Todo eso iniciaba un viaje del que nunca jamás podremos olvidarnos, un viaje lleno de alegría, un viaje lleno de ilusión, un viaje que comenzó cuando nuestras caras a través de los cristales empañaban de tristeza las miradas de nuestros parientes y allegados. Pero eso duró dos o tres minutos, porque cuando ya emprendimos marcha con Epifanio nos revolucionamos y no callamos (unos más que otros) hasta la siguiente parada. Aumentaba el nerviosismo y se oían frases ya míticas como ¿cuánto queda? O, cada vez que veíamos un peaje ¿será ya la frontera? Llegó la noche, el autobús oscuro, el ruido de la autopista al ras del asfalto mojado, y algún que otro ronquido; pero lo que más se escuchaba eran los susurros, los comentarios nerviosos que expresaban el ansia por pisar otro lugar con nuestros amigos, nuestros compañeros. Nuestra parada en Francia comenzó en Nîmes con un café aguado y unas ojeras como catacumbas. De vuelta en nuestra lata de conservas Los alumnos de 1º de Bachillerato en Pisa, con la famosa Torre Inclinada al fondo con ruedas hicimos un par de paradas. Comida francesa y visita al aseo, paseo por la playa de Niza y más kilómetros. Después de una vista relámpago de Mónaco, en un lugar como una mancha de cuyo nombre no quiero acordarme –San Remo- atracamos nuestras maletas y nos dirigimos a un hotel dulce hotel. Cuando uno imagina San Remo piensa en un lugar con palmeras, playa paradisiaca, mansiones de ricachazos en la cual Flavio Briatore tendría una, pero lo cierto es que nada tenía que ver con la triste realidad de nuestro alojamiento. Al día siguiente llegamos a Pisa, esa ciudad con nombre de comida, que estrenamos con una agotadora persecución de vendedores ambulantes, que hasta nos llamaban «catalanes». Nos hicimos la mítica foto, las míticas compras, y la mítica pizza para probar el tan esperado bocado italiano que se nos amargó un poco con el precio. Por fin llegábamos a Roma, la ciudad estaba oscura, era de noche. La agonía que arrastrábamos por el hotel dulce hotel de San Remo quedó mitigada por el magnífico «albergo» romano. En cuanto dejamos las maletas a un lado cada uno corrió a su habitación pensando que la suya era mejor que la del resto pues eran geniales, aunque en realidad todas eran iguales. Esa noche confesaré que nadie pegó ojo, 19


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