Guerra Mundial Z

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de millón de personas que solían habitar esta maravilla de la ingeniería tallada a mano. Algunos se quedaron para animar el pequeño pero creciente comercio turístico. Algunos viven como custodios, mantenidos por la pensión otorgada por el Comité de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Algunos otros, como Ahmed Farahnakian, antes conocido como el mayor Farahnakian de la Fuerza Aérea Revolucionaria Iraní, no tienen más a dónde ir.]

India y Pakistán. Al igual que con Corea del Norte y del Sur, o la OTAN y el Pacto de Varsovia. Si existían dos países que seguramente iban a usar armas nucleares el uno contra el otro, tenían que ser India y Pakistán. Todo el mundo lo sabía, todo el mundo se lo esperaba, y era por eso exactamente que nunca pasaba nada. Como el peligro era omnipresente, a lo largo de los años se había puesto en marcha una complicada maquinaria para evitarlo. Había una línea directa entre las dos capitales, los embajadores ya se llamaban por su primer nombre, y los generales, políticos, y todos los involucrados en el proceso, estaban entrenados para asegurarse de que el día que todos temían nunca llegara. Nadie podía imaginarse —yo no lo hice— que los hechos se desarrollarían como lo hicieron al final. La infección no nos había golpeado tan fuerte a nosotros como a los demás países. Nuestra tierra era demasiado montañosa. El transporte era complicado. Nuestra población era relativamente poca; dado el tamaño de nuestro país, y ya que la mayoría de nuestras ciudades podían ser acordonadas por nuestra enorme fuerza militar, no es difícil ver por qué nuestros líderes se mostraban más bien optimistas. El problema fueron los refugiados, millones de ellos desde el oriente, ¡millones! Como un río a través de Baluchistán, arrasando con nuestras planicies. Muchos de ellos habían sido ya infectados, enjambres cojeantes acercándose a nuestras ciudades. Nuestros guardias fronterizos fueron barridos por completo, instalaciones enteras sepultadas por la oleada de muertos. No había manera de cerrar las fronteras y lidiar con nuestras propias epidemias al mismo tiempo. Exigimos a los pakistaníes que controlasen a su gente. Nos aseguraron que estaban haciendo todo lo que podían. Sabíamos que estaban mintiendo. La mayor parte de los refugiados venía desde la India, atravesando Pakistán en un intento de llegar a un lugar más seguro. La gente de Islamabad estaba más que dispuesta a dejarlos pasar. Era mejor dejarle el problema a otro país en lugar de resolverlo ellos mismos. Quizá si hubiésemos unido nuestras fuerzas, organizado una operación conjunta en alguna posición fácil de defender. Sé que pusimos planes de esos sobre la mesa. Las montañas al sur de Pakistán: las Pab, las Kirthar, la cordillera central de Brahui. Podríamos haber detenido a cualquier número de refugiados, o muertos vivientes. Nuestros planes fueron rechazados. Algún paranoico consejero militar en su Embajada nos dijo que cualquier presencia de fuerzas militares en su suelo sería vista como una declaración de guerra. No sé si su presidente alcanzó a ver nuestra propuesta; nuestros líderes nunca hablaron directamente con él. Es lo que le decía sobre la India y Pakistán, el problema es que Traducción: m_earendil

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