Guerra Mundial Z

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KONDO: Pensé que era un viejo loco, y se lo dije de frente. ¿Sólo nosotros dos contra millones de siafu? TOMONAGA: Le devolví su espada; su peso y balance se sintieron casi familiares. Le dije que quizá íbamos a enfrentar a cincuenta millones de demonios, pero que esos demonios estarían luchando contra los Dioses.

CIENFUEGOS, CUBA [Sergio García Álvarez me sugiere que nos reunamos en su oficina. “La vista es grandiosa,” según me dice. “No se decepcionará.” Ubicada en el piso sesenta y nueve del edificio de la Caja de Ahorros de Malpica, el segundo edificio más alto de Cuba después de la Torre José Martí de La Habana, la oficina del señor Álvarez tiene una espectacular vista hacia la brillante metrópolis y el concurrido puerto más abajo. Es la “hora mágica” para los edificios de energía independiente como el Malpica, la hora del día en que sus ventanas fotovoltáicas capturan la luz del sol poniente, y se tiñen de un casi imperceptible tono magenta. El señor Álvarez tiene razón. La vista no me decepciona.]

Cuba ganó la Guerra Zombie; quizá no es una declaración muy humilde, teniendo en cuenta lo que pasó en los demás países, pero tan sólo mire cómo estábamos hace veinte años y cómo estamos hoy. Antes de la guerra, vivíamos en un estado casi total de aislamiento, peor que durante el auge de la Guerra Fría. Al menos en los tiempos de mi padre se podía contar con un considerable bienestar económico gracias a la Unión Soviética y a sus títeres dentro de la Comunidad Económica Internacional. Pero desde la caída del bloque comunista, nuestra existencia había sido una vida de privaciones permanentes. Racionamiento de comida, de combustible… lo más parecido que se me ocurre fue lo que pasó con Gran Bretaña durante el Blitz, y al igual que esa isla, nosotros también vivíamos todo el tiempo a la sombra de nuestros enemigos. El bloqueo de los Estados Unidos, aunque ya no era tan estricto como en la guerra fría, seguía impidiendo el flujo de nuestra sangre vital al castigar a cualquier país que intentara comerciar abierta y libremente con nosotros. Aunque la estrategia norteamericana era exitosa, su mayor logro fue el permitir que Fidel siguiera en el poder, usando al opresor del norte como excusa. “Vean lo difícil que es la vida,” nos decía. “El bloqueo es el culpable, los yanquis son los culpables, y de no ser por mí, ¡ya estarían invadiendo nuestras playas!” Era un genio, habría sido el hijo favorito de Maquiavelo. Él sabía que no lo derrocaríamos Traducción: m_earendil

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