Guerra Mundial Z

Page 104

Teníamos algunas ventajas. La economía agraria de California podía suavizar el problema de la hambruna, pero tenía que ser reestructurada. Los cultivadores de cítricos no se quedaron callados, y tampoco los ganaderos. Los peores fueron los barones de la carne, que eran dueños de casi todo el terreno útil y de lo que había en él. ¿Alguna vez escuchó hablar de Don Hill? ¿No vió la película que Roy Elliot hizo sobre él? En ella muestran cuando la epidemia llegó al Valle de San Joaquín y los muertos derribaron sus cercados. Atacaron su ganado y lo destrozaron como hormigas africanas. Pero él estaba ahí en el medio de aquella horda, disparando y gritando como Gregory Peck en Duel in the Sun. Tuve que negociar con él abierta y honestamente. Al igual que con todos los demás, le dí a elegir. Le recordé que se acercaba el invierno, y que todavía teníamos mucha gente hambrienta. Le advertí que cuando las hordas de refugiados llegaran a terminar con lo que los muertos habían dejado, él no podría pedir ninguna protección al gobierno. Hill era un bastardo terco y feroz, pero no era ningún idiota. Aceptó entregarnos sus tierras y su ganado, con la condición de que no tocaríamos a sus sementales, ni a los de nadie más. Ese fue el trato. Unos filetes suaves y jugosos — ¿se le ocurre un mejor ejemplo de nuestro artificial estilo de vida de la preguerra? Sin embargo, fueron los estándares de ese estilo de vida lo que se convirtió en nuestra segunda mayor ventaja. La única manera de complementar nuestros recursos disponibles era el reciclaje. No era nada nuevo. Los israelíes habían comenzado a hacerlo desde que cerraron sus fronteras, y todas las naciones lo habían implementado en algún grado. Pero ninguna tenía el potencial de materiales que nosotros teníamos a nuestra disposición. Piense en cómo era la vida en la Norteamérica de la preguerra. Incluso las personas de clase media disfrutaban, o daban por sentado, un nivel de confort material que no había tenido ninguna otra sociedad en la historia de la humanidad. La ropa, los utensilios de cocina, los electrodomésticos, los autos; nada más en el valle de Los Ángeles, los autos superaban a la población de la preguerra en una relación de tres a uno. Circulaban por millones, en cada casa, en cada barrio. Organizamos una industria de más de cien mil empleados, trabajando en tres turnos diarios los siete días de la semana: recolectando, catalogando, desmantelando, almacenando, y enviando componentes y piezas a las fábricas de toda la costa. Hubo algunos problemas similares al de los de los rancheros, con la gente que no quería entregar sus Hummers o sus autos italianos comprados al llegarles la crisis de la edad adulta. Es curioso, no tenían gasolina para hacerlos funcionar, pero tampoco se desprendían de ellos. Claro que no eran tan molestos. Era un placer negociar con ellos, si los comparamos con los militares. De todos mis adversarios, los más tenaces, por mucho, eran los de uniforme. Nunca tuve control directo sobre sus procesos de investigación y desarrollo, y eran libres de aprobar lo que se les viniera en gana. Pero dado que casi todos sus proyectos dependían de contratistas civiles, y todos esos contratistas usaban recursos controlados por DEstRe, teníamos un control de facto sobre ellos. “Ustedes no pueden descontinuar nuestros bombarderos invisibles,” me gritaban. “¿Quién diablos creen que son para venir a detener nuestra producción de tanques?” Al principio traté de razonar con ellos: “El M-1 Abrams usa una turbina de jet. ¿Dónde van a encontrar tanto combustible? ¿Para qué necesitan aviones invisibles contra un enemigo que no usa radar?” Traté de hacerlos ver que, dada la situación en la que estábamos y lo que enfrentábamos, teníamos que sacar la mayor productividad de nuestra inversión, o en el lenguaje de ellos, más bajas por dólar. Eran insufribles, con sus llamadas a cualquier hora, o apareciéndose en mi oficina sin cita previa. Pero supongo que Traducción: m_earendil

www.comunidadzombie.blogspot.com


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.