Especial Zancada número 7 2012

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esos

best sellers escondidos por Sur & Cristóbal Carrasco ilustración: Gabriel Ebensperger / Ninion

Allí están, sobre el suelo de los vendedores callejeros, en los cajones de los veladores o en medio de las carteras. Están ahí como parientes medio resignados a ser reconocidos, medio orgullosos, también, de ser infaltables. El best seller es quizás el término más complejo de la industria editorial, porque engloba no solo el fin propio de cada producción literaria, sino también el defecto inherente a ese fin: en la literatura usualmente vender más implicará un descrédito, un engaño, una trampa. La popularidad etiquetada de los libros en la edición moderna es una cuestión no tan reciente. Cuentan que a fines del siglo XIX algunos diarios del sur de Estados Unidos ya usaban el término, pero quizás solo con el auge de la reproducción masiva la idea de best seller cobró su real significado. Así, lo que pareció un avance en términos cuantitativos, terminó por estigmatizar una especie de literatura que prefiere generalmente el candor o la agresividad sentimental, las conspiraciones mundiales o la recreación histórica. El análisis -evidentemente- es más complejo, pero el resultado es invariable: la literatura se dividió entre aquella que vende y la que no, y en medio de ambos bandos, algunos libros se dan el gusto de satisfacer tanto la voluntad popular como la aceptación crítica. Por esa razón, quisimos preguntarles a algunos escritores cuáles eran sus best sellers favoritos, quizás para recoger esos libros del suelo, para sacarlos de los cajones del velador o para mostrarlos, sin pudor, como si las etiquetas se acabaran:

Gonzalo Maier

(autor de Leyendo a Vila-Matas, Editorial Lom): Mujercitas no la leí con vergüenza sino con placer. Pero con placer sexual. Tenía 10 años y por primera vez, como en un acto de magia, el tiempo de un libro se transformaba en el tiempo real. Eran la misma cosa. Comía y dormía en el mundo de Jo y la señora March. Iba –literalmente- al baño con ellas. Pronto dejé de jugar a la pelota para leer la secuela e incluso Hombrecitos. Hace décadas que no la releo, pero cuando hablan mal de la novela aún la defiendo. Me da igual que tengan razón. Así es la fidelidad.

Claudia Apablaza (autora de Diario de las

especies, Lanzallamas Libros): Lo que más me llamó la atención de American Psycho es la descripción de la sociedad norteamericana de los 90 y la construcción perfecta que hace Breat Easton Ellis del personaje, Patrick Bateman, un psicópata asesino, un hombre con mucho dinero y amante enfermizo de la ropa y la cocina, es decir, un fetichista, que decide matar a las mujeres con las que tiene sexo, y no sólo matarlas sino que son víctimas de todos los sadismos e impulsos psicopáticos de este sujeto enfermo, llevando al límite más oscuro la descripción de la sociedad y las víctimas de esa sociedad norteamericana de fines de siglo XX.

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