Reseña de "El llano en llamas"

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Rulfo, Juan, El llano en llamas. Barcelona: Anagrama, 1993, 142 p. Decía Juan Rulfo que los problemas sociales se pueden plantear de una manera artística, que son difíciles de evadir de una obra. En El llano en llamas el problema social se mantiene latente en cada uno de los diecisiete cuentos que lo forman, concretándose en las consecuencias de la Revolución Mexicana y sus secuelas, como la guerra de los “Cristeros” que el propio escritor sufrió en persona. Rulfo refleja las actitudes de un mundo rural que reacciona ante el contexto histórico en el que vive, sin intentar cambiar las circunstancias porque una realidad excesivamente dura no le ofrece posibilidades. De esta manera, El llano en llamas es un conjunto de voces iletradas, ideológicamente objetivas y alejadas del ambiente político e intelectual, que no pretenden adoctrinar ni formular una protesta social. Partiendo de los campesinos que iniciaron y “perdieron” la Revolución, muestran la realidad de una época clave en la historia del país desde una descripción de lo vivido, que hace innecesaria la denuncia. Quizás ésta sea la manera artística a la que se refería Rulfo: plantear el problema social desde dentro, desde las voces que lo sufrieron y que pueden hablar de él con mayor veracidad que ninguna otra. En este caso, hablar desde dentro era hablar desde las entrañas del pueblo mexicano, fundamentándose en un uso particular del lenguaje, una elección concreta de la voz narrativa, una sutil ambigüedad alrededor de la trama y el tratamiento de unos temas que vienen a definir la realidad mexicana de la época. En la mayoría de los cuentos que forman El llano en llamas Rulfo emplea el uso de la primera persona como voz narrativa para lograr esta sensación de “voz popular”. A través de esta primera persona consigue transmitir el cansancio, la insensibilidad, la ironía o la decepción del narrador, de manera que no se limita al simple acto de relatar, sino que participa plenamente en el significado del relato. En casos concretos esta primera persona es un monólogo interior, en otros una confesión dirigida a alguien, acentuando la sensación de estar recibiendo la narración de primera mano. En los pocos casos en los que no emplea esta primera persona, Rulfo utiliza otros recursos que acercan el texto al lector de una manera semejante. Mediante diálogos prolongados o recurriendo a los pensamientos de los protagonistas, y siempre a través del lenguaje de estos. Esto último sorprende al lector, que se descubre utilizando un


lenguaje propio del ámbito rural mexicano, cargado de expresiones locales y de un vocabulario popular. Se intuye la intención del escritor por depurar este lenguaje con delicadeza para lograr que no resulte artificioso ni forzado. El resultado es un estilo sintético y limpio: Rulfo escribe como hablaban los campesinos mexicanos. Por tanto, no sólo se acerca a nosotros a través de la voz que nos habla de la propia experiencia y de sus impresiones, sino que además lo hace desde su propia manera de expresarse. Con su forma particular de dirigirse a los demás o de nombrar a la fauna y a la flora, e incluso de lamentarse por una siembra que no fructifica o por una época escasa en lluvias. En muchos casos, esta voz se articula envuelta por la presencia de una ambigüedad que aunque no llega a confundir completamente al lector, sí le hace estar alerta. En cuentos como “Luvina”, “La herencia de Matilde Arcángel”, “Macario” o “Talpa”, Rulfo se hace servir de dicha ambigüedad para producir en el lector una extraña sensación de que hay algo, no sabe el qué, extraño. En “Luvina”, por ejemplo, se narran las extrañas circunstancias en las que vive un pueblo alejado de la civilización. Los silencios del narrador, aquello que no llega a decir, hacen creer por momentos que Luvina es un pueblo en el que todos sus habitantes están muertos. Pero la falta de evidencia por parte del narrador conduce al lector a una postura de “en guardia”, en la que espera un final que desvele una segunda historia que se ha mantenido subterránea. Sin embargo, esta segunda historia no aparece, y la sensación final es que simplemente se trata de un pueblo abandonado, al que sólo se acercan para rendir cuentas o para intentar convencer a sus habitantes de que lo abandonen. Rulfo habla de ellos como almas muertas, errantes, para escenificar el abandono del gobierno a determinadas zonas del país. Llegado al desenlace y siguiendo el proceso de decisión planteado por Todorov, el lector se decanta por una explicación que no vulnera las leyes de la realidad e interpreta lo maravilloso en Rulfo como una fuente de expresión que otorga un grado fabulador a la historia. Nos hablan de Luvina con la evocación mágica de quien se sabe explicando algo que alcanza la leyenda y que se permite ciertos juegos para aumentar esta sensación. La temática de los cuentos de El llano en llamas es variada y abierta, si bien hay dos temas más destacables que otros. El aspecto “revolucionario” y la lucha por la tierra dominan cada uno de los diecisiete cuentos. Dejando a un lado el tratamiento


concreto que pueda hacer el escritor de cada cuento, estos dos temas siempre están presentes. Las consecuencias de la Revolución Mexicana son el eje de El llano en llamas, sin embargo de entre los diecisiete cuentos agrupados los hay más puramente “revolucionarios” que otros. El cuento que da título al libro es quizás el mejor ejemplo. En este relato, a diferencia de otros en los que habla de las míseras consecuencias de una guerra que no logró sus objetivos pese a la victoria, Rulfo describe la propia Revolución desde la narración de diversas batallas a través de uno de sus pocos supervivientes, el insensible guerrillero “Pichón”, que terminará por ir junto a una de sus víctimas. Rulfo describe la revuelta desde la primera línea de fuego y lo hace reflejando la violencia innecesaria y cruel de sus personajes. Como ya hemos dicho antes, en el resto de cuentos el tratamiento que se hace de la Revolución es más lejano y se basa en sus consecuencias: en ocasiones la pobreza, en otras la repartición de la tierra, la búsqueda de un futuro mejor en Estados Unidos o la posterior guerra de los “Cristeros”. Pero hay un caso particular en el que se emplea este tema de manera tan presente como en “El llano en llamas”, aunque, en este caso, se utilice de una manera diferente. En “La herencia de Matilde Arcángel” se explica la Revolución utilizando la historia entre un padre y un hijo, gobierno y pueblo, que conviven odiándose el uno al otro hasta que el hijo se hace hombre. Se trata de un cuento metafórico que contiene el aura de mito que le atribuye esa ambigüedad de la que hablábamos antes. En el conjunto que es El llano en llamas, “La herencia de Matilde Arcángel” es el único intento de Rulfo por explicar la historia de su país y aun así lo hace de la manera menos explícita posible. La cuestión de la lucha por la tierra se presiente como otro eje capaz de abrazar toda la obra. Tierra como punto de partida y de vuelta, pues es el motivo por el que nace la revuelta que, una vez vencida, no logrará satisfacer las expectativas previstas. Por eso en muchos cuentos de El llano en llamas se presiente cierta sensación de decepción, pues el campesino se sentirá como si nada hubiese cambiado. En “Nos han dado la tierra” esta sensación se refleja con mayor expresividad que en el resto. Tres guerrilleros vienen a reconocer aquellas tierras que les han sido otorgadas tras la victoria. Resulta ser un llano árido, sin la más mínima capacidad para la siembra. Sólo es un llano que cumple con la palabra de la tierra prometida. “No se vayan a asustar


por tener tanto terreno para ustedes solos”, responde el funcionario cuando éstos se sorprenden. Rulfo describe de nuevo unos personajes conformistas que ya no pretenden luchar por nada, con una ironía que los muestra más penosos y desgraciados. Han ganado las tierras, pero nadie les dijo que éstas fuesen a ser de riego. “Nos han dado la tierra” es la apertura de El llano en llamas, quizás para mostrar desde el inicio que el fin de la lucha por la tierra habría de traer el orden espiritual y material. Rulfo parte de este principio para luego desmitificarlo y hacerlo pedazos con el resto de los cuentos. En adelante veremos como la tierra traerá de nuevo la violencia y la muerte en forma de caciquismo y corrupción, o una pobreza extrema que conduce a la delincuencia o la prostitución, siempre con finales dramáticos. En torno a esta nueva pobreza pos-revolucionaria, Rulfo conduce a sus personajes por dos vías de escape totalmente alejadas del espíritu comunitario que anteriormente dominó al pueblo y que están dominadas por el sentido individualista del ser desencantado: la venganza y la superstición. Con la primera refleja la insensibilidad y falta de escrúpulos de unos personajes obsesionados por reparar algo perdido, y el patetismo con el que las víctimas se aferran a la vida. A esa tierra que ya no es tierra. En cuanto a la superstición, Rulfo parece mostrarse preocupado por un pueblo entregado a la religiosidad y a los simbolismos, que se plantean como única esperanza ante una situación sin salida. En El llano en llamas Juan Rulfo construye la realidad rural mexicana de manera que no parezca posible hacerlo más acertadamente, y con ello desmitifica la Revolución Mexicana a través de unos personajes que muestran su continua postergación. Que ni siquiera creen en la imagen heroica de aquellas figuras cuyo recuerdo provocaba la idea de que sólo ellas les pudieron haber salvado –Madero, Zapa y Villa-, y aceptan el fracaso como algo doloroso pero real. La palabra de Rulfo en El llano en llamas se erige como reformadora del cuento mexicano y latinoamericano contemporáneo, pero ante todo se erige como palabra necesaria para el pueblo mexicano de principios del siglo XX. Su lectura compromete al lector con el despropósito de un conflicto que, como dijo Octavio Paz, “ha muerto sin resolver nuestras contradicciones” y con ese olvido desesperante que no tiene fin. La apatía de sus personajes, escarmentados ya de una revuelta infructuosa, se adueña del lector de tal manera que tampoco creerá que valga la pena hacer nada, y aceptará el vuelo de


los zopilotes sobre los personajes de El llano en llamas como la imagen previa a sus finales.


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