Tacuarembó, un pago grande

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“Pagos de Tacuarembó”, de Walter Ortiz y Ayala Hay un lugar que hace tiempo muy lejos se me quedó de las manos y los ojos, pagos de Tacuarembó...

Walter Ortiz y Ayala

El poeta de parroquia Desde 1961 Walter Ortiz y Ayala vive en Montevideo, pero su terruño ha marcado su obra. En “Datos para una biografía” escribió: “Nací en Tacuarembó un mes de primavera (para ser más preciso, en setiembre del año 29)”. Ortiz y Ayala obtuvo el primer premio en la III Feria Nacional de libros y Grabados en 1963 con Hombre en el tiempo. Además del primer premio, el poeta realmente obtuvo dos menciones, con libros que publicaría posteriormente: El trotacalles (1964) y Los Espejos (1965). Según él mismo se ha definido, es un “poeta de parroquia” y quizá por eso aborda en su escritura temas profundos del hombre con un lenguaje claro y preciso. En métrica maneja el octosílabo, el heptasílabo y el endecasílabo renacentistas y los matiza con versos que salen de metro sin perder el ritmo. Siempre le importa lo que el poema dice y no si el texto brilla. Matizados con versos Ortiz y Ayala tiene un amplio registro de influencias que van desde la música hasta la lectura de historietas que apreció de 138

Tacuarembó

Obras éditas: 1963. Hombre en el tiempo. 1964. El trotacalles. 1965. Los espejos, año 1965. 1967. Palabra en vilo, Primer Premio del concurso literario de la revista Aquí Poesía. 2005. Participó en el libro P(M)atrias, de Agamenón Castrillón. 2006. En la circunstristeza, obra que en 2008 obtiene el primer premio en los premios anuales de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura.

niño. Según destacó Sylvia Puentes de Oyenard en su obra Tacuarembó. La historia de su gente, Ortiz y Ayala aseveró que tan solo era un hombre “que se busca a sí mismo y no se encuentra”. Sin embargo, la autora remarcó: “Nosotros, sus lectores, sí encontramos al hombre constructor de versos, que tienen la limpidez del agua de las fuentes, del aire detenido en el sol de nuestras plazas, en cuyos bancos tantas veces lo vimos creciendo en soledades y poemas”.

Baldíos y terraplenes, alamedas, qué sé yo, cuántos caminos y calles anduve en Tacuarembó... No me duele la nostalgia, no se me enreda la voz cuando apelo a la memoria, pagos de Tacuarembó... ‘La pucha que tra’ilusiones el tiempo’ –Fierro cantó– aunque el alma es la misma, también he cambiado yo... Amores, tentenelaire, pura sombra, poca flor, de lejos todo se vuelve más hondo, limpio y mejor... Mate amargo compañero de montes, ríos y sol, incendio de amaneceres, también he cambiado yo... No me duele la nostalgia, no se me enreda la voz cuando apelo a la memoria, pagos de Tacuarembó...


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