Tacuarembó, un pago grande

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Eduardo Darnauchans

El zurcidor inmortal Fue el más notable baladista y trovador de la música popular uruguaya. Su profunda mirada humana junto a su calidad poética, le dieron una impronta inigualable. Junto a Eduardo Larbanois y Héctor Numa Moraes, integró la generación de benjamines del “Grupo tacuarembó”, acunado por el poeta Washington Benavides. Darnauchans nació en 1955 en Montevideo pero de niño pasó a vivir a Rivera, en Minas de Corrales, y finalmente su familia se instaló en Tacuarembó. Su padre, al que le dedicó la canción “Pago”, fue médico rural y él también estudió en la Facultad de Medicina y luego en la Facultad de Humanidades de Uruguay y de la Universidad de La Plata en Argentina. Vinculado a la Unión de Juventudes Comunistas, tuvo un fuerte compromiso social, aunque la bohemia y el nihilismo formaron parte de su vida y recorren toda su obra. La dictadura le prohibió actuar en vivo pero sus canciones podían ser pasadas por la radio. El músico norteamericano Bob Dylan fue uno de sus referentes y “maestro”. El destino le permitió tocar con Dylan en 1987, en el Cilindro de Montevideo. También compartió escenario con Paul Simon en el estadio Centenario. Darnauchans fue un “zurcidor”, como él se definía, de la melancolía del mundo, la soledad,

el amor, la condición humana. Musicalizó poseías de su maestro Washington Benavides, de su amigo Víctor Cunha, de Líber Falco, Eduardo Milán, Pablo Neruda, García Lorca y César Vallejo, por nombrar algunos. Benavides compuso especialmente para él, como el tema “El Instrumento”. Paralelamente sus canciones fue-

ron y son interpretadas por músicos como Fernando Cabrera y Ruben Olivera. La cantante Sylvia Meyer lo homenajeó con su disco Darnauchans, presentado en 1995 en el Teatro del Notariado. Aquel liceal, que casi de colado compartía largas veladas de música, literatura, plástica y folosof ía en la casa de Benavides, grabó su primer trabajo profesional a los 18 años. Se llamó “Canción del muchacho” y no pasó inadvertida para el ambiente artístico y la crítica. Pero fue en 1978 con su disco Sansueña que fue conocido masivamente. Su producción también incluye música para teatro y cine. Entre sus obras más destacadas deben contarse Zurcidor, de 1981, El trigo de la luna, por el que recibió el premio Municipal de Música Edita, y Sin perder el tiempo, una antología que recogió 20 años de su carrera. Noches blancas fue grabado en vivo en el Teatro Solís los días 7 y 8 de mayo de 1991. Luego de la muerte de su esposa cayó en una profunda depresión y el 7 de marzo de 2007 falleció de un paro cardíaco. “Y de pronto se volaron, la mujer, el vino, el fuego, que sostenían las carnes, el temple del instrumento”, cantaba el artista en “El Instrumento”. Lo que no se volará será su obra, que, como la de todo gran poeta, es inmortal. Tacuarembó

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