Introducción al Análisis del Derecho - Carlos Santiago Nino

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LA VALORACIÓN MORAL DEL DERECHO

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Con respecto al tercer rasgo, constituido por el hecho de que el método empírico no es suficiente para el discurso moral, Stevenson señala que sólo en lo que hace al desacuerdo de creencias se pueden dar razones en favor de una u otra posición moral. En favor o en contra de la adopción de cierta actitud no se pueden proporcionar razones; lo único que se puede hacer es crear camas para influir en tal actitud. Una de las formas de determinar causalmente las actitudes de la gente es mediante lo que Stevenson llamó la "definición persuasiva", o sea, como ya vimos en el capítulo V, una definición que altera el significado descriptivo de una palabra para que su significado emotivo se dirija a objetos diferentes de los que se dirigía antes (por ejemplo, como la palabra "democracia" tiene un significado emotivo favorable, alguien podría intentar re-dirigir las actitudes de aprobación de la gente hacia una forma de organización social diferente de la que la palabra usualmente denota, diciendo "la verdadera democracia es el gobierno de los más capaces al servicio de todo el pueblo"). La teoría emotivista —llamada a veces despectivamente la teoría del "boo-hurrah", porque parece identificar el lenguaje moral con exclamaciones de agrado o desagrado— ha sido objeto de distintas objeciones. Una de tales objeciones es que ella destruye la moralidad, puesto que si el significado del discurso moral es principalmente emotivo, no hay manera de decidir racionalmente entre juicios morales contrapuestos. Hudson contesta a esta crítica diciendo que la teoría emotivista, como teoría meta-ética, no tiene nada que ver con la adopción o no de ciertas posiciones morales, y señala el hecho de que algunos emotivistas, como A. Ayer y Bertrand Russell, fueron firmes defensores de ciertas causas morales e ideológicas. Sin embargo, esta respuesta no es muy satisfactoria, puesto que si pretendemos que nuestra conducta sea racional, no es lo mismo defender una posición moral creyendo que hay razones en su apoyo que hacerlo a sabiendas que sólo hay una atracción emotiva hacia ella, que quizá fuimos causados a adoptar y podríamos lograr, por medios no racionales, que otros adopten. Sea o no coherente con sus convicciones teóricas, seguramente cuando Bertrand Russell defendía su posición pacifista pretendía dar razones en apoyo de ella y no meramente ejercer una influencia causal sobre sus oyentes, como lo podría haber intentado hacer recurriendo a técnicas de propaganda subliminal o hipnotizando a sus interlocutores. Si estar en favor o en contra de, por ejemplo, la pena de muerte fuera sólo una cuestión de actitud emocional —como el sentirse o no atraído por los paisajes montañosos, las mujeres de ojos verdes o las sinfo-


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