APORTES DESDE LA ÉTICA CRISTIANA A LA GENERACIÓN DE TRABAJO DIGNO

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2. Principales afirmaciones de la DSI sobre el trabajo humano Partamos por el aporte de la encíclica Rerum novarum (1891). Lo primero es su reconocimiento de una “cuestión social”, es decir, de que hay un estado de cosas que no es “natural”, sino problemático. Como dije antes, la DSI ha reconocido siempre, desde el comienzo, el “derecho natural” a la propiedad privada, incluida la propiedad de los bienes de producción (“el poseer algo en privado como propio es un derecho dado al hombre por la naturaleza”: RN 4), pero no considera “natural” el estado de miseria de los proletarios, sino, por el contrario, como situación de injusticia que debe ser combatida. De esta cuestión social, al Papa León XIII le importan sus dos aspectos fundamentales: por una parte, el problema social en sí (la situación desesperada del proletariado); y por otra parte, la acción concientizadora de las corrientes socialistas, con el peligro inminente de que el proletariado abandonara en masa la fe y a la Iglesia. A decir verdad, lo que había ocurrido es que los socialistas se habían adelantado a los católicos en la asunción del problema. El surgimiento de la DSI es la principal respuesta católica a este problema. Pero como llega más tarde que el socialismo, una de sus principales preocupaciones es que el éste cautive al proletariado con ofertas ilusorias. Ante ello, la opción de León XIII es proponer una ética cristiana del trabajo. En su encíclica insiste en que el trabajo es “necesario” (RN 32), una obligación que está “en la naturaleza misma de las cosas” (ibid.). Pero también “personal”, ya que sus frutos son posibles gracias a la persona que las realiza. Por lo mismo, la encíclica insiste en la necesidad de “arrancar a los miserables obreros de las manos de la crueldad de hombres ambiciosos, que abusan sin medida de las personas, como si fueran cosas para medro personal” (RN 34). En este contexto, se plantea por primera vez, como doctrina social católica, que el salario no puede ser en ningún caso inferior al que se necesita para el sustento del obrero y de su familia y que no basta el simple acuerdo, porque el obrero puede estar presionado a aceptar condiciones más duras (RN 32). La segunda encíclica social vino 40 años después, en 1931, y precisamente con ocasión del 40º aniversario de la Rerum novarum. Esta encíclica, del Papa Pío XI, se llamó, por eso, “Quadragesimo anno”. Esta encíclica es destacable sobre todo por su contexto. En ese momento el socialismo ya no es sólo, para la Iglesia, una ideología amenazante ni una falsa propuesta de solución para la cuestión proletaria, sino ya un sistema socioeconómico y político en plena aplicación. En 1917 había triunfado la revolución bolchevique en Rusia. En la década de los 30 la Unión Soviética ya está desarrollando intensamente una economía centralizada, versus la economía occidental, azotada por la crisis bursátil de 1929, con sus consecuencias de desempleo y pobreza… Aprovechando la ocasión, grandes ideologías totalitarias ascienden ofreciéndose como la solución de los problemas: el nazismo en Alemania (que triunfará dos años después, en 1933) y Mussolini en Italia. En el mundo recrudece el conflicto capital-trabajo. ¿Qué sugiere la Iglesia ante este escenario? Esta encíclica contiene una propuesta social concreta: el así llamado corporativismo. Una forma de articulación social que precisamente intenta suavizar o derechamente evitar las tensiones entre capital y trabajo (que el socialismo azuzaba): agrupaciones constituidas por los 5


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