Maldito Príncipe

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Allí le esperaba su marido, Ali Baba, que al verla llegar tan cargada, no paró de preguntar: -¿Qué traes?-preguntó extrañado -Es muy importante que no cuentes nada de esto a nadie, y que escondamos estas riquezas para que nadie las encuentre. Natalia le contó todo a su marido, el cuál sin hacer caso de sus advertencias cogió parte de la fortuna y se fue de fiesta. Y así repitió durante varias noches, hasta que en una de estas estaba tan borracho que se le escapó que podría disponer de la mayor fortuna del mundo. El resto de hombres, no creyendo lo que Ali les contaba, le retaron “a que no hay huevos a traer aquí un cofre lleno de rubíes, ¡qué digo uno, diez!”. Alí, que estaba en juego su honor, no lo dudó un instante, montó en su camello y siguiendo las indicaciones de la historia que le había contado su esposa se plantó delante de la gran roca. “¡Ábrete, sésamo!” recordó a duras penas Alí cual era la contraseña, se internó en la cueva y comenzó a recopilar todo lo que pillaba a su camino. Cuando hubo terminado de cargar el camello se dispuso a salir, pero no recordando bien las palabras mágicas por los persistentes efectos del alcohol, así que comenzó a probar contraseñas: ¡Cebada, ábrete!, ¡Ábrete, trigo!... ¡Ábrete, centeno!, ¿Maiz?... Alí se quedó encerrado en la cueva, finalmente los ladrones llegaron con su botín de aquella noche y lo encontraron tirado en el suelo medio dormido. -¿Cómo has llegado aquí?- le preguntaron a Alí, despertándole de su modorra. Alí les contó que su mujer les había descubierto, y suplicó por su vida, sin embargo los ladrones no se apiadaron y le cortaron la cabeza.


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