Antología para 5to Grado (Primaria)

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El maestro fue ahora más explícito y al fin entendió David algo horrible: disecar no tenía que ver con toallas sino con navajas y era despellejar y abrir la panza de los animalitos. –Yo traje a Sputnik con su toalla, pero no le voy a hacer eso que usted dice. –¿Sputnik? Fue cuando el maestro lo vio, avanzando bastante aprisa hacia él, dando colazos coléricos... –Vamos a ver quien diseca a quien –murmuraba entre sus muchísimos dientes. El maestro se subió al escritorio. –Si te lo llevas, te pongo diez en el examen final –propuso. Sputnik daba colazos que hacían cimbrar la tarima y el escritorio. –Si no les hacen nada a los otros animales y les pone diez a mis cuates, me lo llevo – contraofreció David. –¡Todos tienen diez, ya váyanse! –gritó el profesor. ¡Qué alegría! Salieron corriendo y gritando de gusto. Soltaron a sus animales, que se largaron aprisa, como mejor podían. Las niñas le pusieron un moño a Sputnik en el cuello y otro en la cola; se fueron todos de día de campo y el caimán comió cuarentaitrés sandwiches de varias clases y se bebió quince sidrales. De esa ocasión y de las cosas muy cultas que los niños discutieron, acerca de su nombre, le quedó a Sputnik una noción notable: se enteró que los soviéticos habían lanzado al espacio una luna artificial bautizada con su nombre. Claro, la imaginó como un gran caimán, veloz en el espacio, compitiendo con las estrellas, muy ocupado en cumplir su órbita y en transmitir saludos a la Luna, cada vez que su gran silueta sauria se recortaba contra esa rueda encendida de pantalla cinematográfica. Este es uno de los libros más divertidos que existen, se los aseguro. Y después de que lo lean, busquen otros libros de su autor, Emilio Carballido. Emilio Carballido, La historia de Sputnik y David. México, SEP–FCE, 2001.


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