Perspectivas, Volume 2 Number 1

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Cultura y Turismo

SARA BUTKOVIC

D

urante meses los habitantes de Alicante, España, anticipan y hablan de las Hogueras de San Juan, el festival que supuestamente representa la verdadera alma de la ciudad. Cada turista que tiene la suerte de asistir a esta semana tan llena de incidentes divertidos, puede confirmar que no es exageración. Las Hogueras de verdad son algo especial que no se puede entender ni sentir escuchando historias, leyendo información en la red o mirando vídeos. Es increíble cómo un pueblo se vuelve tan alegre y tan unido, y cómo una ciudad puede ser tan viva todo el día y toda la noche durante una semana entera. Cada día del festival es detalladamente planeado con algo diferente para ver, con algo diferente para sentir y experimentar con todos los acontecimientos. El primer día del festival es el 19 de junio cuando las fallas y las barracas se plantan en las calles de toda la ciudad. Las

fallas, que también se llaman ninots, se parecen a muñecas grandes construidas de madera y cartón, y rellenas de petardos. Cada distrito de la ciudad tiene sus dos ninots propios: una tan alta que parece medir unos cinco metros, y otra más baja que es la falla infantil. Tan gigantescas que son, dominan a la gente apareciendo más vivas que falsas. Tan reales que de hecho aparecen tener sus propios pensamientos y hasta emociones propias. Estas fallas son tan llenas de colores, que son verdaderamente valiosas. No importa a dónde se mire, siempre hay un detalle que hace pensar que tomó años para planear y construir una falla. Algunos de esos parecen ser parodias de actores y políticos, con narices y orejas enormes. Otros son obras de fantasía que reviven la imaginación permitiendo a cada persona interpretar sus representaciones como quiera. El día 19 también empieza con lo que se llama la ―despierta‖. A las ocho de

la mañana, las bandas marchan por las calles de la ciudad para despertar a la gente con su música y sus petardos anunciando el comienzo del festival. No despertarse con este ruido es casi imposible. Al mirar hacia abajo desde la ventana, se ven los grupos de jóvenes que traen sus instrumentos pesados en el calor de la mañana y hacen que uno no pueda sentir nada menos que felicidad porque la semana de diversión, amigos, música, baile, comida y bebida ha finalmente empezado. Los eventos continúan a las dos de la tarde, con lo que se llama la mascletà que reúne a jóvenes, mayores, habitantes, y turistas en la Plaza del Ayuntamiento. Después de que la fallera mayor grita ―Señor Pirotécnico, puede comenzar la mascletà‖ del balcón del ayuntamiento todo se queda silencioso. Se siente la nervosidad en el aire, tanto que se puede oír que tan rápidamente empieza a batear el corazón de uno mismo y también los de toda la gente al lado. De repente, uno está absortando en otro mundo- lo único que se diciembre 2009 / EL OJO 16


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