57 | CUENTOS PARA LEER CON LA LUZ PRENDIDA
esos casos, parecía obvio que no existía nada digno de temor; su propia experiencia, por lo demás, no había sido tan terrible. Quedarse, en todo caso, implicaba menos esfuerzo. Así que se quedó en la casa una semana más. Nada lo llevó a cruzar la puerta nuevamente, y las veces que, haciendo pausas en su trabajo, se acercó a la puerta a escuchar, nada pudo escuchar.