Cuentos para leer con la luz prendida

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esos casos, parecía obvio que no existía nada digno de temor; su propia experiencia, por lo demás, no había sido tan terrible. Quedarse, en todo caso, implicaba menos esfuerzo. Así que se quedó en la casa una semana más. Nada lo llevó a cruzar la puerta nuevamente, y las veces que, haciendo pausas en su trabajo, se acercó a la puerta a escuchar, nada pudo escuchar.


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