Aportes andinos a nuestra diversidad cultural

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Aportes andinos a nuestra diversidad cultural. Capítulo 4. Los Collas

Ceremonia con llamas.

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el ayllu, comunidad unida por lazos de parentesco que precedió al Estado incaico y en cierta forma también lo sobrevivió hasta hoy, dando lugar a un fuerte comunitarismo y sentimiento de pertenencia, que descansa en la reciprocidad, la complementariedad y la solidaridad, con un profundo sentido igualitario que inspiró a los primeros teóricos del socialismo europeo, como a Louis Baudin, autor francés que escribió El imperio socialista de los Incas. Los Collas mantuvieron la cría de llamas, alpacas y vicuñas, sumando a estas especies los animales que trajeron los conquistadores, como ovejas, cabras, caballos, burros y aves de corral. Prestan especial cuidado a la preservación del potencial productivo de la tierra, evitando la degradación de los suelos y enriqueciéndolos con abonos naturales, agricultura sustentable y muy humana que hoy contrasta, como modelo alternativo, con la depredación inmisericorde del medio ambiente que realiza la agricultura capitalista de exportación. Cabe señalar que su racionalidad no se basaba antiguamente en una producción a baja escala, pues el Incario generaba grandes excedentes de alimentos que se almacenaban en graneros públicos, los que posibilitaron la concentración urbana y el intercambio con la producción de otras regiones y ecosistemas. Para ello hicieron camellones, cavaron terrazas en las laderas de las montañas y construyeron complejos sistemas de irrigación, que traían el agua a menudo de grandes distancias, por canales que sorteaban los desniveles de los cerros recurriendo tan sólo a la fuerza de gravedad.

Nada hicieron luego los españoles por conservar este modo de producción tan eficaz y racional, al limitarse o ocupar los valles y abandonar dichas obras de ingeniería. Si bien había un sistema rotativo de cargos para cumplir las diferentes funciones sociales, en este pueblo toda decisión se basaba en el consenso y no en el poder discrecional de los jefes ni en la imposición de una mayoría. Los curacas se beneficiaban con el trabajo de los miembros de la comunidad, pero debían devolver dichos favores mediante su trabajo por el bien comunitario y el costeo de los gastos rituales y de otro tipo, lo que a menudo los empobrecía. Los antropólogos vieron en esta costumbre de las tierras altas un perfecto mecanismo de nivelación, que traba el desarrollo de clases sociales, pues quienes generan excedentes son compulsados a entrar en el sistema de cargos, que los obliga a redistribuirlos socialmente durante el tiempo –por lo común anual– que duran sus funciones. El modo de vida andino se asienta fundamentalmente en las relaciones de reciprocidad, que rige tanto en lo doméstico como en las obras de interés común. En el primer plano se puede citar el ayni, un sistema de intercambio de servicios que permite, por ejemplo, construir una vivienda familiar en pocos días, mediante la movilización de un amplio grupo de personas, a las que la familia beneficiada debe alimentar mientras trabajan para ella, obligándose a su vez a devolver ese trabajo no pagado, medido en jornadas, a quienes lo ayudaron cuando se lo requieran, para una tarea semejante o distinta. Las obras de interés general se hacen mediante las mingas, las que se basan más en los resortes solidarios del trabajo conjunto y obligatorio que en las leyes de un intercambio voluntario. Se construyen y mantienen así caminos, obras de regadío, terrazas agrícolas y hasta escuelas y otros edificios públicos. El ayni apunta más a la satisfacción de una necesidad mediante el intercambio que a la acumulación de excedentes. Todo excedente se compartía con quienes carecían de él, y esas personas se lo devolvían en trabajo o con cualquier cosa que produjeran. Esta reciprocidad se ejerce en el marco ético de una comunidad unida por lazos de parentesco. La deidad suprema de esta cultura es la Pachamama o Madre Tierra, a la que a menudo se la llama simplemente Pacha. La palabra “pacha” designó en un principio sólo un tiempo o edad del mundo, un cosmos o universo, para pasar luego a referirse a un lugar o espacio, y a la misma tierra generadora de la vida, ya como un símbolo de fecundidad y abundancia. Todo indicaría que su importancia, lejos de desvanecerse, creció en los dos últimos siglos, terminando por absorber a otras deidades locales. La Pachamama es hoy la madre de los cerros y los hombres. La que madura los frutos y multiplica el ganado, pudiendo conjurar heladas y plagas y dar suerte en la caza. Es por eso frecuente invocarla antes de acometer cualquier empresa agropecuaria o cinegética. Se la invoca también cuando sobrevienen ciertas enfermedades o se está de viaje, para no apunarse ni rezagarse en el camino. Ayuda incluso a las tejedoras y alfareros a concluir bien sus obras artesanales. Se la describe como una mujer de baja estatura, cabezona y de grandes pies, que lleva sombrero alón y calza enormes ojotas, aunque también como una hermosa doncella que deslumbra y enamora. Vive en los cerros y a menudo la acompaña un perro negro y muy bravo. La víbora es su lazo, y el quirquincho su cerdo.

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