Español 5to. Grado

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La amiga de Frida Kahlo Elena Poniatowska

Es fácil jugar solo. Sólo hay que pensar tantito. La niña Frida no podía salir de su recámara porque tuvo polio. La poliomelitis es un virus terrible porque destruye las células nerviosas que controlan los músculos y por lo tanto los brazos y las piernas se debilitan y pierden capacidad de caminar y de bracear y se adelgazan por falta de uso hasta paralizarse. En ésa época, NO había vacunas contra el virus de la poliomelitis pero desde 1988, dos médicos, el doctor Salk primero y seis años después el doctor Sabin, descubrieron una vacuna oral que prácticamente acabó con ella. En 1918, setenta años antes del descubrimiento de los médicos, a la niña Frida la cuidaban en su casa sin saber ni cómo. Su madre parecía una campanita de barro de Oaxaca, no sabía ni leer ni escribir, sólo sabía contar el dinero para que no la engañaran en el mercado. “Lávale la pierna a la niña”, le decía a Matilde, la hermana mayor. Casi todos los días, Matilde u otra hermana le frotaban su piernita derecha —la más flaquita— con agua de nogal. El nogal es un árbol fuerte de tronco arrugado que en México da más de diecinueve mil toneladas de nueces. Después del baño de su pierna, Frida se dirigía hacia la ventana y desde allí veía el trajín de la calle de Londres en el barrio de Coyoacán, en la ciudad de México. Pasaba el cilindrero que hacía girar la manivela y “Sobre las olas” hacía olas en el aire, y a veces en la noche llegaba el camotero empujando una pequeña locomotora y ella le pedía a Matilde, su hermana, que le comprara un camote. Un violinista en la esquina le recordaba a su papá que también tocaba el violín. En la calle suceden muchas cosas que lo entretienen a uno: señoras que van a misa, el abonero que carga sobre una percha enaguas de percal y suéteres de cocolitos y toca de puerta en puerta, el panadero que lleva sobre su cabeza en una enorme canasta redonda el pan de cada día, el afilador de cuchillos que le saca chispas al filo de la navaja sobre una piedra redonda que gira y gira como la tierra alrededor del sol. Frida se acomodaba al lado de la ventana para ver pasar la vida y se preguntaba cómo sería la suya cuando fuera grande. Desde su recámara, aguzando el oído, podía escuchar todo lo que sucedía en la casa, hasta cómo ponía la cocinera la olla sobre la estufa, el ruido de los vasos y las cucharas en el fregadero, el cuchillo cebollero pique y pique sobre la tablita. 168

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