Sawar Murcia Número 3

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Sawar revista mensual y digital sobre historia, patrimonio y turismo en el municipio de Murcia Mayo de 2013. número 3

De la DegraDación y la intervención en los centros históricos

un proyecto de revitalización urbana basado en la historia y el patrimonio: santa eulalia

M urcia se recupera a sí MisMa


revista mensual, digital e independiente sobre historia, patrimonio y turismo en el municipio de Murcia

Sawar

“La administración de los asuntos humanos ha quedado a la zaga de nuestros avances tecnológicos, con el resultado de que la autodestrucción física y moral de la raza humana es hoy día una posibilidad. No es a la ciencia a donde hemos de volvernos en busca de orientación, sino a las humanidades: a las diferentes disciplinas que afectan al carácter social y moral de nuestros semejantes. Tenemos que desarrollar los valores éticos, culturales y filosóficos, y aprender de la historia y la literatura. Sólo así forjaremos el espíritu de liberalismo y comprensión necesario para vencer en la carrera contra las armas que el propio hombre ha creado”.

saWar Murcia revista mensual, digital, gratuita e independiente sobre historia, patrimonio y turismo editada en la ciudad de Murcia por Pedro serrano solana Mayo de 2013

D. S. Gottesmann (1947) Prólogo a la 1ª edición de “Renacimiento y Renacimientos en el arte occidental”, de E. Panofsky


sumario

ajuar: del árabe hispánico “assiwár” o “asuwár”, y éste del árabe clásico

“sawar”

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editorial los centros históricos. viajes de ida y vuelta: 11

corazón degradado El abandono de los centros urbanos

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en el quirófano Fondo y forma de las intervenciones en los cascos antiguos

Murcia se recupera a sí misma: 30 32

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un breve vistazo histórico al barrio de santa eulalia Por Antonio Vicente Frey un proyecto de revitalización para el barrio de santa eulalia De Francisco Guerao y Pablo López

opinión: La Murcia que se fue -y se nos sigue yendoPor Gregorio Sabater Navarro

49 La cultura y el patrimonio histórico, artístico y natural son el ajuar común, el conjunto de bienes materiales e inmateriales que recogemos de nuestros antepasados y que debemos conocer, disfrutar, proteger, enseñar y transmitir a las generaciones venideras. Es lo que nos une al pasado y al futuro. Es de todos.

así fue el número anterior

ilustración página 48: “santa eulalia” de Jaime Dengra uclés



Más Murcia Hoy en día todo corre a una velocidad endiablada y parece que se suceden las eras una tras otra, aunque en realidad y en el conjunto de la existencia humana, cada una de nuestras vidas no será más que un soplo. No pensamos que hay otras cosas que permanecen, que existían antes de nosotros y que seguirán existiendo después; puede que más degradadas o puede que revitalizadas, pero ahí estarán. Una de ellas es la ciudad: todo lo que le hagamos ahora repercutirá en nosotros mismos, pero quizá lo hará de manera más intensa en las nuevas generaciones, que alabarán o condenarán nuestros actos como nosotros bendecimos o maldecimos los actos de los que nos precedieron. En estas mismas páginas digitales hemos tratado la transformación radical que experimentó Murcia a mediados del siglo pasado. Con intereses más o menos puros, con mejor o peor intención –esos extremos los dejamos al buen juicio de los lectoreslos cambios operados en la ciudad dieron como resultado una ciudad nueva, con sus defectos y sus virtudes. Tal vez no se pensó con perspectiva, ni hacia adelante ni hacia atrás, pero es indudable que la Murcia surgida del siglo XX irrumpió a codazos sobre la Murcia de siempre, decidida y sin contemplaciones. Por supuesto que no se eliminó todo lo antiguo, porque de haberlo hecho, ahora tendríamos que iniciar el relato histórico del siguiente modo: “Murcia fue fundada a mediados del siglo XX sobre un primitivo asentamiento en el que habitaron musulmanes, judíos y cristianos durante mil doscientos años, y del que nada se conserva porque no nos interesó conservarlo”. Afortunadamente aún nos queda Murcia, la de siempre, porque lo antiguo y lo nuevo no son antónimos en su sentido práctico aunque lo sean en el lingüístico. Son perfectamente compatibles y, de hecho, su unión armónica es la base de un desarrollo positivo en el que imperen el bien y el sentido común. Para muchos murcianos que desconocen los antiguos límites de la ciudad, de la próspera Múrsiya amurallada, el casco antiguo se reduce al entorno de las calles Trapería y Platería y está limitado al Sur por la Catedral, al Norte por la plaza de Santo Domingo, y a Este y Oeste por la Gran Vía y por la llamada calle Correos; por los ejes centrales de la nueva Murcia. Pero no: el centro histórico es más grande porque la Murcia medieval era más grande; fue una ciudad compacta, con unos límites bien definidos por su muralla hasta el siglo XVIII, límites que siguieron estando claros después aun sin dicho cinturón defensivo. Murcia conservó su carácter, su fisonomía y personalidad hasta la ruptura del molde, hasta que una gran tijera la surcó de norte a sur durante los años 50 dividiendo el centro histórico en tres pedazos. Entonces Murcia también

editorial perdió sus dimensiones humanas y el protagonismo de sus habitantes en favor de los vehículos. La ciudad de los ciudadanos comenzó a degradarse porque sobre ella empezó a construirse la ciudad de los coches. Los espacios comunes y sus usos cambiaron porque hubo cambios en las prioridades, y las nuevas formas de vida se dejaron sentir tanto en el centro como en el perímetro urbano. A día de hoy, sesenta años después de aquellos hechos, ¿cuál es la situación del casco antiguo de Murcia? ¿Qué podemos hacer para evitar su deterioro? El presente número de Sawar está dedicado al centro histórico de Murcia, y a un plan de revitalización creado por los arquitectos murcianos Francisco Guerao y Pablo López para uno de los barrios más antiguos de la ciudad, el de Santa Eulalia, cuya historia conoceremos gracias a la amable y valiosa colaboración de Antonio Vicente Frey. Pero antes de desvelar los pormenores del barrio, la propuesta de Guerao y López y las ideas que la inspiran, nos situaremos, aunque de manera muy general, en el asunto de la degradación de los centros históricos y en el debate sobre las intervenciones llevadas a cabo en las ciudades españolas durante los últimos años, tema que ha dado mucho de sí y en el que no faltan las implicaciones políticas y económicas, la especulación y la confrontación de intereses. También podremos leer el interesante artículo de Gregorio Sabater, historiador murciano preocupado desde siempre por su ciudad, y que ha aceptado la invitación de Sawar para colaborar en este número. Un hecho importante a considerar a la hora de intervenir en un barrio concreto es su posible incidencia en las personas que lo habitan y en el resto del núcleo urbano, ya que la ciudad forma un conjunto y está sujeta a unas normas de funcionamiento comunes e invisibles. Hay que tener en cuenta a las personas que viven ahora, y pensar en las que habrán de vivir después en estas mismas calles. Por ese motivo, escucharemos lo que piensan los ciudadanos, comerciantes y hosteleros del barrio de Santa Eulalia: analizaremos cómo se ve el barrio y cómo le gustaría verse, porque la ciudad no sólo se vive; la ciudad también se habla y se imagina. La ciudad no se impone ni se hace de la noche a la mañana; la ciudad es un espacio social y de convivencia que hacemos entre todos. Para resolver los problemas de la ciudad, que son los nuestros, es imprescindible contar con la implicación ciudadana. Así, a todos nos compete velar por la conservación de nuestro entorno más inmediato y buscar soluciones que eviten su deterioro. La recuperación del centro histórico de Murcia pasa porque nosotros, sus ciudadanos, la recuperemos; la hagamos nuestra de nuevo. Hace falta más Murcia para que Murcia se recupere a sí misma.

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los centros

históricos

viajes de ida y vuelta los centros históricos de nuestras ciudades han sido especialmente sensibles a los cambios producidos en la sociedad en los últimos 150 años, y con mayor intensidad durante los últimos decenios del siglo pasado. sus características peculiares y su estrecha vinculación con hábitos y modos de vida en vías de extinción, les han convertido en ecosistemas frágiles, demasiado expuestos a las modificaciones sociales y económicas y a los vaivenes políticos. resulta paradógico que el periodo en el que se han conseguido las mayores conquistas laborales y sociales, en el que la educación es universal y el acceso a la información es más fácil, sea también en el que hemos perdido más cantidad de patrimonio natural e histórico-artístico que nunca. ¿Qué pasó en el corazón de nuestras ciudades a mediados del siglo XX? o lo que es igual: ¿Qué nos pasó a nosotros? se puede decir que las consecuencias del abuso son tan perjudiciales como las del desuso; que sobreexplotar y abandonar conducen a la misma estación; y que en los ciclos que describe la historia, quizá ahora estemos ante un nuevo florecer de los centros históricos, de los barrios y, sobre todo, de los propios ciudadanos.

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la calle Fuensanta de Murcia ayer y hoy: s贸lo la figura imponente del campanario de la catedral permanece inalterado. el asfalto y el hormig贸n han crecido alrededor de esta vieja estampa. Fuente: Archivo Hist贸rico Municipal de Murcia (AHMM) y P.S.S.


¿Qué es un ‘centro histórico’? El catedrático de Geografía Urbana de la Universidad de Extremadura, y Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca, Antonio José Campesino Fernández, nos aproxima al concepto en su artículo “Los centros históricos: análisis de su problemática”* (Revista de geografía Norba, Nº 5. 1984, págs. 51-62): “Los centros históricos son productos humanos, respuestas sociales a estructuras económicas determinadas”. Y prosigue: “Su lectura atenta permite distinguir la identidad histórica de cada región, la yuxtaposición y sobreimposición de contenidos culturales aportados por generaciones sucesivas hasta la configuración de lugares-testimonio de la memoria colectiva de la ciudad. Espacios urbanos con valores propios para la reafirmación de la conciencia ciudadana donde el habitante no se pierde y se siente persona”.

el componente humano. Después, completa la conceptualización con la arquitectura, pero sin alejarse del pueblo que la habita: “Los centros históricos son mucho más que arquitectura de singular renombre, proyecto y piedra labrada. La vivienda popular, sin arquitecto, de alarife-propietario anónimo, insignificante en sí misma, ejemplo de lógica y racionalismo, geográfica y funcional por su integración al medio y a la economía, supone la plasmación de tipologías autóctonas bastante más culturales que los diseños arquitectónicos repetitivos de cada escuela. Las edificaciones no son objetos únicos y singulares, es la agrupación la que constituye el tejido urbano, la ciudad”. De ese modo, para Antonio José Campesino Fernández, “el conjunto de viviendas populares codo a codo, apoyándose en la identificación con el paisaje, organiza espacios medioambientales reflejo de un modo de vida colectivo, compartido y vivido”.

Aunque, en general, lo primero que nos viene a la mente al pensar en un centro histórico es la imponente presencia de palacios, catedrales y monumentos de piedra, Campesino Fernández destaca

Si nos situamos en el escenario conceptual que dibuja Campesino, lo que nos queda hoy de los centros históricos españoles es bastante menos de lo que el más pesimista pudiera pensar.

Personas junto al desaparecido arco del vizconde. Murcia, c. 1950 Fuente: AHMM

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* http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=109700


Personas en la calle trapería de Murcia, c. 1950. Fuente: AHMM

Para que definiciones como la de Campesino Fernández fueran finalmente enunciadas, el concepto de centro histórico hubo de nacer y transitar a lo largo del siglo XX, al mismo tiempo que las ciudades europeas se veían asaltadas por grandes cantidades de nuevos habitantes, y bombardeadas en guerras, y abandonadas por el poder público, y replanteadas con salvajes intervenciones urbanísticas, y parcialmente destruidas y luego reconstruidas y ensanchadas. Desde el último cuarto del siglo pasado, poco a poco se ha ido poniendo el acento en los aspectos sociales y económicos de los centros históricos, es decir, en los ciudadanos, en su forma de vida y en sus actividades, como soporte y como parte indisoluble de un entorno en el que no sólo se levantan los monumentos más apreciados por un pueblo, sino en el que también se desarrolla la vida colectiva, las relaciones sociales y económicas, bajo un equilibrio muy frágil que los gobernantes no siempre han sabido identificar y proteger debidamente del ataque de otros intereses. Sin embargo, antes de estas consideraciones fue la arquitectura monumental, la salvaguarda de los monumentos de manera aislada y descontextualizada, lo que focalizó la voluntad de los expertos integrados en los primeros organismos interna* https://www.libreriadelauned.es/doc/catalogo/ficha.aspx?ID=2320

cionales, que se crearon para tal fin. La Conferencia de Atenas de 1931, convocada por la Oficina Internacional de Museos, quiso sentar las bases de una legislación sobre la conservación del patrimonio y dio como resultado la famosa Carta de Atenas. En ella, tal y como nos cuenta Alfredo J. Morales en su libro “Patrimonio Histórico-Artístico”* (Historia 16. Madrid, 1996. Pág. 22), hay una primera y leve aproximación a lo que entendemos por centro histórico, al establecer “la necesidad de respetar el carácter y la fisonomía de las ciudades, cuidando de las plantaciones y las ornamentaciones vegetales y procurando la eliminación de anuncios, conducciones telegráficas y eléctricas, etc”. Como vemos, no se trata aún del centro o conjunto histórico, pero sí que hay una primera preocupación por el entorno más inmediato del monumento a preservar. En 1945, los efectos devastadores de la Segunda Guerra Mundial movilizaron a los organismos internacionales, que en la Convención de la Haya trataron de alcanzar un acuerdo internacional para la protección del patrimonio cultural en caso de conflicto armado. Sin embargo, todavía no se puso la mirada en el centro histórico ni en las personas que le dan vida. En 1968, en París y ya bajo el auspicio de la UNESCO –Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y 9


la Cultura- se redactó la “Recomendación sobre la conservación de los bienes culturales que pueden poner en peligro la ejecución de obras públicas o privadas”, en un momento en el que según nos cuenta Alfredo J. Morales (Ibídem. Pág. 25), “se asiste a la renovación de las grandes ciudades y al desarrollismo europeo”. En Murcia, sin ir más lejos, se pueden observar a la perfección las consecuencias de dicha época. De nuevo en París, en 1972, la UNESCO creó una nueva figura de protección con las declaraciones de “Patrimonio Mundial Cultural y Natural”, y entre ellas se reconoció a los “conjuntos”, definidos como “grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia”. A partir de las primeras declaraciones de la UNESCO, según señala Alfredo J. Morales (Ibídem. Pág 19) comenzó a apreciarse “un paulatino interés por los conjuntos más que por las piezas o elementos aislados”. Morales prosigue: “En ese sentido han alcanzado singular relevancia las declaraciones de ‘Ciudad Patrimonio de la Humanidad’, por más que los criterios de valoración adoptados no siempre han sido los mismos”. Y aquí el autor expresa una crítica que, a la vista de los precedentes, se entiende más que justificada: “Con relativa frecuencia tal designación ha sido contemplada sólo como un prestigio, sin considerar las obligaciones que lleva implícita y los problemas adicionales que reporta para cualquier ciudad, pudiendo citarse al respecto los derivados de la presión turística y la especulación inmobiliaria”. En 1977 la UNESCO organizó en Quito (Ecuador) el “Coloquio sobre la Preservación de los Centros Históricos ante el crecimiento de las ciudades

contemporáneas”, y allí se definió, por primera vez como tal, el concepto de ‘centro histórico’, además de exponer la situación en la que se encontraban los mismos y plantear propuestas de ejecución de una política integral. La UNESCO define los ‘centros históricos’ como “todos aquellos asentamientos humanos vivos, fuertemente condicionados por una estructura física proveniente del pasado, reconocibles como representativos de la evolución de un pueblo”. Al fin vemos plasmado el componente humano del centro histórico, y un adjetivo a resaltar: “condicionado”. La estructura física del centro histórico, heredada de generaciones precedentes, pone condiciones a la vida actual de sus habitantes. La UNESCO añade que “los centros históricos no sólo son patrimonio cultural de la humanidad, sino que pertenecen en forma particular a todos aquellos sectores sociales que los habitan”. Un año después del Coloquio de Quito, el centro histórico de la capital de Ecuador fue el primero que recibió la Declaración de ‘Patrimonio Cultural de la Humanidad’. Ya en 1985, la Ley del Patrimonio Histórico Español* definió en su artículo 15.3 el ‘conjunto histórico’ como la “agrupación de bienes inmuebles que forman una unidad de asentamiento (...) condicionada por una estructura física representativa de la evolución de una comunidad humana, por ser testimonio de su cultura o constituir un valor de uso y disfrute para la colectividad”, y en el artículo 20 instó a los municipios a redactar planes especiales de protección de sus centros históricos. El Plan Especial del Conjunto Histórico Artístico de Murcia**, conocido como ‘PECHAM’, se aprobó en 1996 y define unas normas elementales de actuación urbanística para las diferentes áreas de protección de la ciudad.

en la primera mitad del siglo XX, el interés por la conservación del patrimonio arquitectónico se centró en la salvaguarda de los monumentos aislados de su entorno. Poco a poco comenzó a prestarse atención a los conjuntos históricos, primero debido a los efectos devastadores de la segunda guerra Mundial, y más tarde a los de su abandono y degradación, agudizados por las nuevas políticas urbanas desarrollistas. Ya en el último tercio del siglo XX, a la definición del centro histórico se le unió al fin el componente social del mismo: los ciudadanos que lo habitan, su calidad de vida y las relaciones sociales y económicas que tienen lugar en sus calles y plazas, a la sombra de sus palacios y catedrales. sin esa vida, los centros históricos no serían más que un decorado. 10 sawar

* http://www.mcu.es/patrimonio/docs/ley16-1985.pdf ** http://urbanismo.murcia.es/upload/documento/texto_refundio_ordenanzas_pechas.pdf


corazón degradado El abandono de los centros urbanos

“Este espacio urbano privilegiado ha sido reflejo del equilibrio congruente, cargado de sentido común, entre continente edificatorio y contenido social”, decía el profesor Antonio José Campesino en el artículo citado al inicio de este reportaje. Pero llega el momento en el que el equilibrio se rompe. ¿Cuándo? ¿Por qué? En su opinión, “la estructura urbana de los centros históricos vivos se apoya en la estabilidad de este ecosistema forma-función, porque el sentido de la economía tradicional se traducía en soluciones racionales ajustadas sin despilfarro”. Y al final, “estos centros históricos, totalmente identificados con la ciudad tradicional, entran en crisis a partir de la segunda mitad del siglo XIX”. En su artículo para la revista de geografía Norba, Antonio José Campesino traza la progresiva degradación de los centros históricos europeos con una amplia perspectiva: en primer lugar, desde 1850 y hasta 1950 se produjo la llegada a las ciudades de una gran cantidad de población venida del campo por la demanda de mano de obra industrial, lo que inicialmente se pudo absorber con la elevación de construcciones más altas y con el aprovechamiento

de los solares que quedaron liberados por las desamortizaciones eclesiásticas; más tarde, entre 1950 y 1970, se produjo la anunciada “ruptura del equilibrio forma-función”: las ciudades comenzaron su expansión y una parte de la población se marchó a los nuevos polígonos del extrarradio, especialmente los jóvenes. Por ese motivo, según Campesino Fernández, “el envejecimiento poblacional de los centros históricos, compuestos de jubilados y perceptores de rentas pasivas, conlleva el abandono y cierre de viviendas, y la acelerada degradación tecnológica de los edificios hacia la ruina con el consiguiente deterioro ambiental”. En opinión del catedrático de Geografía Urbana de la Universidad de Extremadura, “este fenómeno de despoblación se compensa en parte con la llegada de población marginal con muy poca capacidad de renta que, al amparo de los bajos alquileres, se cobijará en los inmuebles hasta su ruina y expulsión definitiva”. Con esos ingredientes llegamos a una de las claves: “La baja capacidad adquisitiva de los residentes, el empobrecimiento de las relaciones económicas con el abandono de actividades tradicionales, y con la pérdida de una clientela de años sawar 11


para el minúsculo y polifacético comercio de barrio, marca un nuevo y definitivo impacto en las relaciones de equilibrio entre continente y contenido, entre forma y función. En el instante de disolución de la simbiosis (...), quedan establecidas las condiciones físicas, sociales y económicas para la ruina del centro y la vía franca a los especuladores”. Y encima, según interpreta Campesino Fernández, “los ayuntamientos abandonan el centro argumentando el desajuste entre la escasa capacidad contributiva y el mantenimiento municipal, acelerando la degradación de infraestructuras y equipamientos”. En su opinión, “estos comportamientos precipitan el desalojo y se autoalimenta la justificación de una intervención neohigienista para erradicar la pobreza y la miseria de tal cochambre”.

del suelo y la especulación inmobiliaria, borrándose la imagen urbana tradicional e imponiéndose una imagen anónima de estilo internacional; en los casos más brutales, la propia trama urbana es alterada con ensanches de calles y autopistas para facilitar el desmedido incremento del tráfico vehicular”. En este párrafo, Rodríguez Alomá parece estar describiendo los avatares sufridos por Murcia a mediados del siglo XX. Y prosigue: “Por otra parte se acelera el proceso de marginalización, comenzado hacía más de un siglo con el desplazamiento de las clases adineradas hacia los ensanches, provocado por las masivas olas migratorias del campo a la ciudad, apareciendo grandes bolsones de pobreza en la periferia o en los centros históricos previamente abandonados”.

La degradación de los centros históricos durante el siglo XX no sólo se produjo en España y en Europa; también tuvo lugar en América Latina, y las causas y efectos del deterioro son muchas veces extrapolables a uno y otro lado del océano. En un artículo titulado “El centro histórico: del concepto a la acción integral”* (“Centro h”, Revista de la Organización Latinoamericana y del Caribe de Centros Históricos. Nº 1, agosto de 2008), la arquitecta cubana Patricia Rodríguez Alomá ofrece algunas claves de la degradación: “Por una parte, esquemas desarrollistas suplantaron construcciones antiguas por edificios altos debido al acelerado incremento del valor

Para Patricia Rodríguez Alomá, “con el crecimiento de las ciudades primero, y con la emigración del campo a las urbes después, se va produciendo una paulatina marginalización de los centros históricos que sobrevivieron al auge desarrollista”. De ese modo, los cascos antiguos de las ciudades “van transformándose como asentamiento del hábitat de las clases más desfavorecidas, e inclusive perdiendo en muchas ocasiones la propia vivienda para convertirse en grandes centros comerciales populares”. Para Rodríguez Alomá, las consecuencias son el hacinamiento y sobreuso, o bien el “vaciamiento y sustitución de la vivienda por comer-

* http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=115112534005


cio y almacenes, aunque paradójicamente continúan conservando los principales símbolos del poder”, tanto político como religioso. En 1998, el Concurso de Buenas Prácticas para un futuro más sostenible patrocinado por Dubai seleccionó el proyecto “Programas para la mejora del medio ambiente urbano en Málaga”, en cuyo texto se podía leer lo siguiente sobre la capital de la Costa del Sol: “La escasa inversión pública y privada en el centro histórico produjo un estado de degradación física, ambiental y social claramente negativo respecto al resto de la ciudad. Al mismo tiempo, el proceso de marginación y aislamiento del centro como pieza urbana de la ciudad ha provocado no sólo la perdida de población y el deterioro físico de sus calles y plazas, sino el abandono de sus capacidades funcionales y simbólicas como área central de la ciudad”. Este texto aparece destacado en el artículo* de Francisco Puche Vergara, que junto a los de otros investigadores, funcionarios del ayuntamiento malacitano y expertos en patrimonio, se llevó al papel en el libro “Viva la Calle”** (Ayuntamiento de Málaga, 2010. Págs. 335-347) para celebrar los quince años de intervenciones en la recuperación del centro histórico de aquella ciudad. En su artículo, Puche Vergara explica que el “intenso y multifacético deterioro del centro histórico se hacía ver en cuanto a pérdida de población, más de la mitad si contamos desde 1975 a 1995; en cuanto

al deterioro físico de los edificios; y en cuanto a la desaparición o deterioro inexorable y llorado de referentes ciudadanos, como cines, librerías, pastelerías, restaurantes, árboles, museos, tiendas tradicionales, edificios protegidos, restos arqueológicos...”. Puche Vergara continúa: “Y todo esto era sustituido por Bancos y Cajas de Ahorros en los lugares menos deteriorados, terciarizando el centro y privándolo de vida vespertina; por plazas duras, sin bancos para sentarse y árboles mutilados; por franquicias homogeneizantes, implantando en una ciudad mediterránea y viva los ‘no lugares’; por una proliferación de aparcamientos a instancias de los comerciantes y residentes, que nunca eran suficientes, con lo que se inducía más tráfico de coches; por unos privilegios otorgados a las grandes superficies instaladas fuera del casco histórico, contribuyendo con ello a ahondar el declive comercial y convivencial del centro...”. Se dibuja así un panorama que aunque describe al centro histórico de Málaga, es perfectamente aplicable al de Murcia y otras ciudades españolas. Todos estos hechos nos resultan familiares. En este breve y general relato de la crisis de los centros históricos, comenzamos a ver una serie de consecuencias que, según el caso, podrían ser interpretadas también como causas, como una primera y deliberada intervención en los centros históricos buscando un escenario que facilite acciones posteriores, de manera planificada, y no

* http://www.programaseuropeos-malaga.com/subidas/archivos/arc_2099.pdf ** http://www.programaseuropeos-malaga.com/subidas/archivos/arc_2185.pdf

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precisamente con el ánimo puesto en el bien común, ni en la recuperación efectiva del patrimonio histórico artístico ni del tejido social que habita en esos espacios. En el artículo de Campesino Fernández, el profesor describe la forma en la que evolucionó la situación de los centros históricos desde 1970 hasta 1984: “El nuevo centro de los ochenta se define por una estructura poblacional dominada por la impersonalidad: en los grandes núcleos urbanos, el centro es de todos menos de los residentes, congestionado por el automóvil hasta el colapso, lo que exige la rotura de la trama para hacer viales más capaces y parkings para almacenar vehículos”. En su opinión, en esos años se produce “el desempolvamiento de los centros históricos como áreas de valor, y se inicia el asalto y la reconquista de estas zonas edificadas, reservorios de suelo”. Según Campesino Fernández, “se consuma de esta forma la transformación total de la estructura económica de los centros históricos por la apropiación elitista del espacio de mayor valor”.

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el hacinamiento primero, y el abandono y marginalización después, provocaron la ruptura del equilibrio entre forma y función en los centros históricos e iniciaron el círculo vicioso de degradación-abandono

la degradación y la intervención en los centros históricos van en ocasiones ligadas al concepto de ‘gentrificación’ o elitización


Barrio de chueca, Madrid Fuente: Google Earth

en el quirófano Fondo y forma de las intervenciones en los cascos antiguos

La apropiación elitista del suelo a la que alude Antonio José Campesino Fernández, como fenómeno urbanístico y social, fue identificada y definida por primera vez en Londres en los años 60. Por eso se le aplicó una palabra que en tiempos recientes se ha venido traduciendo de manera literal: del ‘gentrification’ inglés al ‘gentrificación’ español. Tal y como nos cuenta Luz Marina García Herrera, profesora de Geografía de la Universidad de La Laguna, en su artículo “Elitización: propuesta en español para el término ‘gentrificación’”*, fue la socióloga británica Ruth Grass la que creó el término a partir de la palabra ‘gentry’, que significa ‘aristocracia’ o ‘alta burguesía’. Con ello explicó estos hechos: “Uno a uno, muchos de los barrios obreros de Londres han sido invadidos por las clases medias. Míseros, modestos pasajes y cottages –dos habitaciones en la planta alta y dos en la baja- han sido adquiridos, una vez que sus contratos de

*http://www.ub.edu/geocrit/b3w-332.htm

**http://www.fundeu.es/recomendacion/gentrificacion/

arrendamiento han expirado, y se han convertido en residencias elegantes y caras. Las casas victorianas más amplias, degradadas en un período anterior o reciente –que fueron usadas como casas de huéspedes o bien en régimen de ocupación múltiple- han sido mejoradas de nuevo. Una vez que este proceso de gentrification comienza en un distrito, continúa rápidamente hasta que todos o la mayoría de los originales inquilinos obreros son desalojados y el carácter social del distrito se transforma totalmente”. Aunque el término no aparece en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la Fundación del Español Urgente** lo reconoce como válido y lo define de este modo: “Proceso mediante el cual la población original de un sector o barrio, generalmente céntrico y popular, es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor”.

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‘gentrificación’ es un concepto acuñado en los 60 por la socióloga británica ruth grass para explicar los cambios sociales producidos en los barrios obreros de londres durante esos años

Tanto la degradación como la intervención en los centros históricos van en ocasiones unidos al concepto de gentrificación o elitización, es decir, a este proceso en el que la población autóctona de un barrio popular o histórico se ve forzada a abandonarlo, y es sustituida por personas de una mayor capacidad económica. El barrio se elitiza, pero, ¿qué fue antes, la gallina o el huevo? La definición del proceso es fácil de enunciar y de entender, pero en la práctica se ve influida por múltiples factores y matices. En el peor de los casos, puede suceder que la degradación sea planificada con vistas a la futura elitización del lugar, y que el abandono de los espacios públicos, el colapso del comercio tradicional y el aumento de la mendicidad y la delicuencia escondan el deseo de crear un escenario que fuerce a los habitantes ‘de siempre’ a dejar su barrio. De ese modo, el contexto justificaría la intervención ‘neohigienista’, tal y como la definía Campesino Fernández en los años 80, y con ella vendrían aparejadas la especulación del suelo, la renovación y modernización de las viviendas y, finalmente, la entrada de segmentos sociales con mayor poder adquisitivo. En otros casos el proceso se iniciaría al contrario, aunque con el mismo fin; es decir, primero se interviene para llevar a cabo la mejora en el centro histórico, y con la intervención se elevan los precios de la vivienda y de los locales comerciales en venta o en alquiler, obligando también a la población autóctona a abandonar su barrio por la imposibilidad de hacer frente al nivel de vida. En esos casos

existe una degradación previa de mayor o menor gravedad, provocada más por la omisión que por la acción municipal. Y aún hay otras opciones, por ejemplo que la elitización o gentrificación surja de manera espontánea, por el turismo o por la llegada de personas ajenas al barrio o centro histórico que, atraidas por el ambiente ‘auténtico’ y multicultural de dichos espacios urbanos, terminen provocando, sin pretenderlo, el mismo efecto ya descrito: la elevación de los precios y la expulsión de las personas con menos recursos, compensada con nueva población adinerada. Se pueden encontrar ejemplos para todos los gustos y para cada una de las casuísticas descritas. La muestra paradigmática de este último caso, el de la elitización espontánea, sería el barrio madrileño de Chueca: el espacio, fuertemente deteriorado por la prostitución, la delincuencia y el tráfico de drogas entre los años 70 y 80, fue víctima de la marginación y el abandono hasta que, poco a poco, los locales de ambiente homosexual fueron poblando sus calles y transformando el barrio. Las personas con esta orientación sexual comenzaron a alquilar, comprar y rehabilitar, hasta convertirse en el barrio homosexual por excelencia. Se revitalizó el latir cotidiano y el comercio, pero también se elevó el coste de la vida. En sus calles hoy existen restaurantes ‘de diseño’ con precios que dificilmente podrían haber existido hace treinta años. En un artículo sobre la elitización titulado “Espacios para la miseria”*, escrito por Alba Méndez, joven madrileña estudiante de arquitectura, su autora afirma: “En parte, este proceso lo hemos iniciado

*http://www.poppol.es/2012/04/espacios-para-la-miseria-gentrificacion.html


nosotros, los jóvenes de la izquierda política y la cultura alternativa, pero hijos de familias acomodadas y, por tanto, con un poder adquisitivo mayor que la población media de la zona. Atraídos por el exotismo del cruce de culturas, el encanto de un barrio obrero y migrante en el centro de la ciudad, hemos contribuido a iniciar un proceso de subida de los precios, lo que lo hará un lugar cada vez menos habitable para su población original. Lo que está ocurriendo en Lavapiés no es nuevo, es lo que ha pasado con los barrios de Chueca y Malasaña en Madrid, o el Soho en Londres”. Sin embargo, luego matiza que “pensar que estos procesos de gentrificación son casuales y están causados por la acción inocente sería negar lo evidente. Y es que los planes urbanísticos desde finales de los años ochenta del siglo XX, dejaron de intentar diseñar ciudades utópicas para empezar a responder a una estrategia del neoliberalismo salvaje, para restablecer el poder de las clases dominantes”. Aunque este fenómeno ha dado mucho de sí en los últimos decenios, el debate sobre sus implicaciones políticas sigue abierto, especialmente ahora que la deriva económica lleva a reflexionar y replantear muchas acciones presentes y pasadas, públicas y privadas. Las intervenciones en los centros históricos de muchas ciudades y la acumulación del capital en su suelo, tanto en España como en otros países, son objeto de estudio y a veces también de juicio severo, como el del escocés Neil Smith, profesor de la Universidad de Nueva York fallecido el año pasado. Smith dedicó buena parte de sus investigaciones a la transformación social y económica de las ciudades, y las llevó al papel bajo títulos como “La nueva frontera urbana: ciudad revanchista y gentrificación”*.

Ante este panorama, se puede caer en la visión fatalista de que cualquier intervención para mejorar la calidad de vida de los barrios céntricos y populares, sea planificada o espontánea, llevará aparejada la elitización de manera irremediable; que los precios subirán, y que el comercio tradicional y la hostelería típica perecerán, como hasta ahora, en favor de las grandes superficies, de los centros comerciales del extrarradio y de las franquicias de moda, complementos y comida rápida prefabricada. Y cuando eso suceda, ¿qué diferenciará unas ciudades de otras, salvo un par de monumentos aislados y algún museo? Entonces, ¿es así? ¿Es inevitable? Para evitarlo, de entrada, y aunque el estado de muchos centros históricos de nuestro país es similar, hay que considerar que cada actuación debe adecuarse al grado de deterioro físico, ambiental y social de los barrios. Tampoco se trata de encapsular los centros históricos para que parezcan un decorado sin vida y sin actividad real, de detener el tiempo y sumergirlos en formol. Ya en 1984, Antonio José Campesino Fernández ofrecía algunas ideas para intervenir con tiento y tino en los centros históricos: “La rehabilitación aparece como el mecanismo de actuación más coherente frente a la ruptura. El objetivo debe encaminarse a la recuperación integral ‘sub conditione’ de usos, ambientes y grupos sociales, para devolver a los centros históricos su valor de utilidad pública y no de consumo privado”. Sin embargo, después matizaba que la tarea no es sencilla “porque faltan estímulos a los propietarios con bajos niveles de renta para revitalizar el parque residencial”. En su opinión, “cualquier intento de mejora que afecte a la estructura o simplemente a la fachada, requiere de un

la ‘gentrificación’ o elitización se define como el proceso mediante en cual la población original de un barrio es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor * http://www.traficantes.net/index.php/editorial/catalogo/coleccion_mapas/La-nueva-frontera-urbana.-Ciudad-revanchista-y-gentrificacion/

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penoso procedimiento burocrático para la consecución de la oportuna licencia, y estas limitaciones acentúan el deterioro e inhiben la actuación”. Y a renglón seguido, Campesino Fernández explicaba que el futuro de los centros históricos debería estar sometido “al criterio de áreas de utilización por toda la ciudad y, por tanto, costeados por toda la comunidad para su recuperación como espacios vivos y vividos”, y que dicha declaración de intenciones debería apoyarse en una serie de medidas concretas, algunas de las cuales, desde nuestra perspectiva actual casi treinta años después, nos llaman la atención. Por ejemplo, Campesino hablaba de actuaciones directas del sector público, como “la adquisición por parte del ayuntamiento de solares y edificaciones para la constitución de un parque residencial o patrimonial de reserva, destinado a futuras implantaciones de nuevas viviendas sociales, más baratas que las construidas de nuevo cuño en la periferia”, y añadía que no es posible aceptar “el despilfarro de mantener casas cerradas frente a la demanda insatisfecha de miles de ciudadanos para el acceso a su primera vivienda estable”.

Otras propuestas de Campesino Fernández para los centros históricos en el lejano 1984, y que desprenden un aire de total vigencia en la actualidad, eran las del “control democrático de la gestión, a partir de una información municipal exhaustiva tendente a despertar la conciencia ciudadana y la participación”, y la “revisión de las funciones actuales a la búsqueda del equilibrio entre forma y función”. Añadía: “Es preciso rejuvenecer el centro con actividades que mantengan el dinamismo más allá del cierre de comercios y oficinas; funciones de reposo, de encuentro, de relación a pie, lúdicas, controladas sin impactos externos. En suma, un espacio vivido y compartido que pueda compatibilizar usos económicos, culturales y residenciales”. Para acabar, Antonio José Campesino apuntaba a otra acción esencial: “La peatonalización puede contribuir al sosiego necesario, siempre que sea resultado de estudios reflexivos sobre los efectos posteriores y consecuencia de la voluntad ciudadana”.

Portada del libro “viva la calle”. ayuntamiento de Málaga.

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arriba: lavapiés, Madrid. abajo: cabanyal, valencia. Fuente: portales oficiales de sus planes de intervención.

En el texto mucho más reciente de Francisco Puche Vergara sobre el centro histórico de Málaga, al que ya se ha aludido en este reportaje, su autor apunta que “para dar vida a la ciudad, no en la ciudad, se necesita recuperar población, tejido social, sentimiento de pertenencia, cuidado de lo propio, estabilidad residencial, pequeños comercios, seguridad ciudadana, participación pública, tomar la calle, desterrar el coche privado y sustituirlo por transporte público, dar prioridad al peatón y a la bici, eliminar los ruidos, negociar la ‘movida’, no permitir más grandes superficies en toda la ciudad, evitar la zonificación y por tanto llenar el centro de actividades artesanales, educativas y comerciales, evitar la terciarización y la franquiciación multinacional, dar buena acogida a los inmigrantes, llenarlo de árboles autóctonos que se vean crecer, dar cabida a los presupuestos participativos y ocuparse en serio de la sostenibilidad”. Veinte años separan a las propuestas de Antonio José Campesino de las de Francisco Puche, y resulta

evidente que antes existían, y ahora también, vías alternativas para intervenir en los centros históricos y corregir sus problemas sin perjudicar al tejido económico, social y patrimonial. Y no sólo en Europa. Si retomamos el texto de la arquitecta cubana Patricia Rodríguez Alomá, firmado aún más recientemente, podemos leer lo siguiente: “Para actuar responsablemente en la recuperación de los centros históricos se hace necesario el abordaje a partir de los conceptos del pensamiento complejo, es decir, que ha de establecerse un salto cualitativo y cuantitativo que redunde en la aceleración de la recuperación integral. Ello implica el desarrollo de mecanismos que faciliten de manera integrada la presencia de diferentes dimensiones, destacando la cultural, la económica y la social; la participación de múltiples actores representantes de los diversos intereses presentes en tan multifacético territorio, técnicos, políticos, inversionistas, residentes y usuarios, en los procesos de toma de decisión y por último, un enfoque que contemple todas las escalas implicadas en la planificación del desarrollo”. sawar 19


En ese mismo artículo, Rodríguez Alomá retrocede hasta finales de los 60 para hablar de los primeros países que tomaron conciencia de la riqueza patrimonial de sus centros históricos sin olvidar su componente social, y entre ellos, como no podía ser de otro modo, destaca a Italia: “Las ciudades italianas constituyeron un ejemplo pionero de esta nueva forma de enfrentar las problemáticas de los centros históricos, encabezadas por el Centro Histórico de Bolonia”. En dicha ciudad, Benévolo y Cervellati llevaron a cabo entre 1969 y 1972 un trabajo de catalogación y de radiografía del centro histórico, “e introdujeron los conceptos de restauración urbana y conservación integrada, incorporando criterios no sólo de recuperación física sino también la incidencia en aspectos sociales”. En España en los últimos 20 años se ha intervenido en algunos centros históricos y barrios populares, con intenciones, planteamientos de partida

y resultados desiguales. Por citar sólo algunos de ellos, podemos hablar de El Cabanyal* en Valencia, Lavapiés** en Madrid o Ciutat Vella*** en Barcelona, lugares que han sido sometidos a planes de intervención más o menos profundos y ambiciosos que todavía siguen en proceso en nuestros días, y en los que se ha de abordar cada caso con atención a muy diversos ámbitos: patrimonio histórico-artístico, comercio y economía, tejido social, vivienda, equipamientos, sostenibilidad, movilidad... En su libro “Patrimonio Histórico-Artístico” (Pág. 26), Alfredo J. Morales nos cuenta que en el “Coloquio sobre la preservación de los centros históricos” organizado por la UNESCO en Quito en 1977, ya citado en este reportaje, se propuso “la conservación integral de los centros históricos” y se estableció que ésta “no sólo debe destinarse a la revitalización de los inmuebles, sino que primordialmente tiene que buscar la calidad de

el centro histórico de Barcelona en una imagen de satélite. en esas calles hay monumentos históricos y viven y conviven personas. Fuente: google earth.

* http://www.plancabanyal.es/objetivos.php ** http://www.madrid.org/cs/Satellite?c=PVIV_Generico_FA&cid=1142499776415&language=es&pageid=1207574902578&pagename=PortalVivienda%2FPVIV_Generico_FA%2FPVIV_pintarGenerico *** http://www.fomentciutatvella.net/c_v_tranformacio_revitalitzacio.php?idioma=1

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vida de la sociedad que los habita”. Entre las medidas que se propusieron como conclusión del documento, las hubo de carácter legislativo, económico y formativo, “finalizando con la necesidad llevar a cabo una amplia campaña de concienciación acerca no sólo del valor cultural, sino del carácter social y viviente de los centros históricos”. Desde 2009, la UNESCO viene trabajando con un nuevo concepto, el de “Paisaje Urbano Histórico”. En el 12º Seminario del Forum UNESCO Universidad y Patrimonio*, celebrado en Hanoi, lo definió así: “El concepto de Paisaje Urbano Histórico (PUH) aborda el contexto paisajístico y territorial más amplio y, por tanto, va más allá de los centros o conjuntos históricos. Esto refleja y ha propiciado la configuración de una sociedad moderna y consecuentemente resulta ser de gran valor para la comprensión de nuestra actual forma de vida, integrado por elementos definitorios incluidos los usos del suelo y patrones, organización espacial, relaciones visuales, topografía y tierras, vegetación, y todos los elementos de la infraestructura técnica, e incluyendo objetos a pequeña escala y detalles de construcción como bordillos, pavimento, canales de desagüe, luces, etc.”. La UNESCO añade que “es crucial entender el paisaje urbano histórico antes de llevar a cabo cualquier proyecto arquitectónico contemporáneo”, y matiza que “el impulso de la modernización es legítimo, pero es crucial reflejar primero su impacto en la identidad de la ciudad y en los estilos de vida de las comunidades”.

En este breve repaso a la historia del concepto ‘centro histórico’ y a los avatares sufridos por nuestras ciudades, se puede apreciar la evolución en el sentido de protección, que ya no sólo se ciñe al patrimonio sino que también abarca a la sociedad, a los ciudadanos y a su espacio de vida y convivencia. Y al mismo tiempo, podemos reflexionar sobre lo mucho que hemos perdido a lo largo del siglo XX. Hoy ya entendemos que el centro histórico no es un decorado de cartónpiedra como aquellos que flanquean las calles ficticias de los parques temáticos. Los que viven y trabajan en los centros históricos no son actores que al caer la noche, bajan la persiana de sus franquicias de comida rápida o de sus tiendas de souvenirs y se marchan a casa, mientras los turístas se dirigen al aparcamiento y montan en los autocares. Los centros históricos no son escenarios con horario de apertura, son espacios de vida real habitados por ciudadanos reales que mantienen una actividad laboral y de ocio. Los ciudadanos deben ocupar sus calles y plazas y disfrutar de una adecuada calidad de vida en un contexto de integración social. Se trata de un equilibrio que no es tan difícil como puede parecer, siempre que la ciudad cuente con gobernantes decididos y con ciudadanos implicados, para identificar los problemas y trazar planes de actuación que aborden todos los aspectos, como medioambiente y movilidad, sociedad, economía, patrimonio, equipamientos y servicios.

* http://universityandheritage.net/SIFU/XII_Hanoi_2009/es/presentation.html

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Murcia se recupera a sí misma la degradación de los centros históricos obliga a plantear soluciones en las que se conjugue la mejora de la calidad de vida con el respeto y la puesta en valor del patrimonio histórico, pero sin perder el carácter peculiar de los barrios antiguos ni desplazar a sus vecinos tradicionales. ¿es posible? veremos qué se ha hecho en Murcia y qué se puede hacer, y analizaremos un ejemplo: el plan de los arquitectos guerao y lópez para revitalizar el barrio de santa eulalia

“L a gran carga histórica de la ciudad no ha sido siempre reconocida en el cuerpo urbano de Murcia”, nos dice Roselló en su libro “Evolución urbana de Murcia” (Roselló y Cano. Ayuntamiento de Murcia, 1975. Pág. 44). Y añade que “la traza islámica y medieval persiste con extraordinaria vigencia hasta nuestros días: dos siglos de reformas, modestas pero insistentes, no han podido acabar todavía con una ciudad nacida musulmana”. Es decir, que según afirmó el profesor Vicens Roselló a mediados de los 70, aún nos queda Murcia a pesar de las traumáticas intervenciones en el centro histórico unos años antes: nos queda parte de su esencia como una fortaleza, como un activo todavía por aprovechar o por poner en valor, como se dice desde tiempos recientes. Los ingredientes están ahí, y en su libro, Roselló enumera algunos de ellos: “Las calles rectas o más próximas a la regularidad en su traza eran, o son, pocas en Murcia; unían las puertas del recinto murado heredando el cañamazo de viejos caminos confluentes hacia el puente principal y en las cercanías de la mezquita mayor: estas calles eran preferidas por el comercio, mientras que las callejuelas intermedias, estrechas y sinuosas, donde apenas entraba el sol, eran tranquilas y silenciosas” (Ibídem. Pág. 26). Prosigue: “La irregularidad de las calles y sus muchos encuentros permitían la formación de numerosas plazoletas, de veinte a treinta, y rinconadas propicias al descanso, a la conversación y al cuchicheo”. En el mes de mayo de 2013, un milenio después, ahí siguen esas calles sinuosas e irregulares de Murcia dispuestas a desorientarnos un poco en nuestro caminar; ahí sigue su principal arteria medieval para volver a unir los antiguos barrios del Este –Santa Eulalia y San Lorenzo-, con los del Oeste –San Pedro y San Nicolás-, hoy separados por las ‘modernas’ avenidas del siglo pasado; ahí siguen esas plazas, esperando unos árboles que den sombra. Y quizá una fuente que alegre con el sonido del agua. Y un banco para detenernos, sentarnos y respirar. ¿Cómo está hoy el centro histórico de Murcia? ¿Qué podemos hacer para recuperarlo y que se recupere? sawar 25


La degradación del centro histórico de Murcia, en cuanto que espacio arquitectónico y patrimonial, resulta evidente. Desde las intervenciones desarrollistas de mediados del siglo XX se observa que la arquitectura tradicional murciana se ha reducido al mínima expresión, y lo que nos queda de aquella otra que revestía un carácter más simbólico, ya fuera religioso o civil, se concentra en torno a determinados espacios y ejes y a veces parece naufragar entre cables, contenedores, carteles, coches, zonas de carga y descarga y los impersonales bloques de viviendas que se apiñan en las calles estrechas de la Murcia medieval. De hecho, incluso en el imaginario colectivo de los propios murcianos, el concepto de ‘centro histórico’ se difumina sin saber exactamente dónde se encuentran sus límites, o entendiendo como tales la Gran Vía y la calle Correos. El casco antiguo de Murcia adelgazó tanto durante el siglo XX, que terminó siendo el espacio más próximo a la catedral y a las calles de Trapería y Platería, mientras el ‘big bang’ inmobiliario desgajaba de su núcleo a los barrios de San Nicolás, San Pedro, San Lorenzo y Santa Eulalia, convirtiéndolos en periféricos sin serlo. La degradación física del centro histórico de Murcia es fácilmente apreciable, pero no alcanza el mismo grado de deterioro social que otras ciudades. Si bien la lectura de intervenciones urbanísticas como la irrupción de la Gran Vía en pleno casco antiguo, se puede aproximar a lo que hoy definimos como ‘elitización’, las

tensiones provocadas por la delincuencia, la prostitución o la droga aún no dejan huella en el centro histórico. Ahora bien, si queremos ser precisos, cabe hablar de de otro espacio urbano que sí sufre esos problemas sin haber formado parte del cinturón amurallado medieval, aunque sí que figura incluido en el Plan Especial del Centro Histórico Artístico de Murcia; o al menos, una parte del mismo. Nos referimos al barrio del Carmen, cuyos vecinos llevan ya unos años enfrentándose a la degradación de su entorno. El pasado 9 de febrero, el grupo municipal de Izquierda Unida en el ayuntamiento de Murcia hizo una comparecencia pública para denunciar el estado en el que se encuentra el Carmen, y afirmó que la gentrificación “planea claramente al sector del barrio ubicado frente a la estación ferroviaria”. Su concejal Nacho Tornel explicó ante los medios* que dicho proceso “se inicia con el abandono de la zona urbana en cuanto a servicios, vida comercial y atractivo cultural, de manera que su capacidad de generar vida ciudadana se anula, y ello arrastra una depreciación material, cierre de pequeños comercios y abandono de residentes”. Tornel también denunció que los plenos de la Junta de Distrito del Carmen “se han convertido en una doble sesión”, de forma que una parte se dedica “al orden del día previsto”, y la otra a escuchar las quejas de los vecinos que “protestan de manera insistente refiriéndose siempre a las mismas carencias”. Según Nacho

* http://iuverdesmurcia.es/02/iu-verdes-propone-un-plan-de-trabajo-para-abordar-los-problemas-del-barrio-de-el-carmen/


Tornel, aunque la Junta no tiene capacidad resolutiva directa sobre estos problemas, “sí puede y debe intervenir representado el sentir de la ciudadanía”, pero en lugar de eso, se está convirtiendo en “una institución poco fiable para los ciudadanos y escasamente resolutiva; un muro al que golpear en lugar de ser un instrumento para canalizar la participación y la democracia”. Enrique de Andrés, profesor de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Cartagena, trató el asunto del Carmen en un artículo* en el que explicaba que ante los problemas del barrio, “las demandas por parte de los vecinos son de mayor vigilancia y control policial, cuando las decisiones para solucionar esto son de tipo político”. Sin embargo, en su opinión, “no interesa que desaparezcan estos colectivos porque están ejerciendo una función de crear incomodidades que hagan insoportable la vida en el barrio, y fuercen a sus vecinos al abandono y al desplazamiento a otras zonas, despejando y abaratando sus viviendas habituales”. En el anterior apartado de este reportaje, Sawar ha expuesto algunas ideas para intervenir en los centros históricos de las ciudades de forma armónica, tratando de dinamizar y recuperar estos espacios en beneficio del interés general y no en el de unos pocos. Para el caso de Murcia, Enrique de Andrés explicaba en su artículo que “las decisiones para implementar solucio-

nes no son técnicas, son políticas”. Y añadía que “ejemplos de buenas prácticas en regeneración de barrios los hay a cientos: peatonalización de calles, adecuación de espacios públicos, mejor mobiliario urbano, facilitar la estancia de los vecinos en la calle, adecuación de fachadas y locales, accesibilidad...”. De hecho, según Enrique de Andrés, “la simple ocupación de la calle por los vecinos, por sí sola, ahuyenta todos los malos usos urbanos”. En su opinión, “intervenciones de este tipo son habituales en planes de regeneración urbana; incluso en Murcia en otras partes de la ciudad podemos ver ejemplos claros de obras de este tipo”. A la explosión inmobiliaria de los años 60, que desató la construcción de obra nueva en los solares del centro histórico, se ha unido en los últimos tiempos de bonanza económica la de los centros comerciales del extrarradio. Dicho fenómeno, unido hoy a la crisis financiera generalizada, sí que ha afectado al tejido económico, al comercio céntrico y pequeño, al cine y a la tienda de barrio. El asociacionismo de comerciantes y de hosteleros ha servido para unir esfuerzos y poner en común sus problemas, que en el caso del centro de la ciudad, son los mismos que afectan al casco antiguo. Si en la evolución del concepto de centro histórico hemos podido comprobar el creciente peso otorgado al soporte social del patrimonio artístico y arquitectónico, actualmente también se observa la importancia de dicho patrimonio como reclamo y

* http://fricciona2.blogspot.com.es/2013/03/gentrificacion-en-el-barrio-del-carmen.html

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fortaleza de los pequeños comercios. Y aunque resulte paradójico, también es usado por los grandes centros comerciales de la periferia, que de ese modo buscan generar un sentido de pertenencia a la ciudad en cuyo entorno se encuentran: la elección de nombres relacionados con la historia de Murcia, o la colocación de grandes carteles y fotografías antiguas o de monumentos reconocibles por los murcianos, como la Catedral o el Casino, son recursos empleados por las grandes superficies. Volviendo al pequeño comercio, un rápido vistazo a la Web de la Asociación de Comerciantes de Murcia Centro*, basta para volver a leer conceptos muy ligados a los centros históricos y repetidos en este reportaje. Reproducimos algunos fragmentos: “Murcia es un centro comercial natural en la que sus 300 días de sol al año nos permiten disfrutar de una experiencia comercial al aire libre, a través de su centro histórico y sus animadas calles y plazas (...). Nuestro casco histórico posee una de las mayores zonas peatonalizadas de España, así que comprar en él conlleva disfrutar de sus calles sin coches ni contaminación, y dejarse sorprender por la cultura urbana al aire libre (...). La dinamización comercial de los barrios de nuestras ciudades permite el equilibrio de la economía doméstica, que se establezca un flujo circular en el que el dinero se reinvierte en la comunidad, lejos de ir

a parar a las grandes multinacionales (...). Acercarse al centro de compras, ya sea andando, en bici o autobús, es una experiencia de vivir el corazón de la ciudad, disfrutar de su patrimonio arquitectónico y poder terminar de tapas en cualquiera de sus animadas plazas”. A los comerciantes les conviene un casco antiguo y un patrimonio cuidados, y por ese motivo apoyaron la iniciativa de la Asociación de Jóvenes Murcianos por los Derechos Humanos, que elaboró un proyecto para revitalizar la imagen del centro histórico. El proyecto, que pudieron presentar directamente al alcalde de Murcia el 26 de diciembre de 2012, está disponible para su consulta y descarga en la Web** de dicha asociación, y consiste en una serie de medidas puntuales –y estimables- para adecentar la imagen del centro histórico, comercial y turístico. Sin embargo, plantea unos límites de actuación que vuelven a remitirnos a la idea minimalista del centro histórico de Murcia, la que dejaron en el imaginario colectivo las nuevas avenidas del siglo XX con sentido norte-sur: un casco antiguo reducido al entorno de la Catedral y los ejes de Trapería y Platería, las calles Jabonerías y Sociedad, y las plazas de Santo Domingo y Romea, con el añadido de las de Santa Catalina y las Flores, cuyo poder culinario es capaz de superar la barrera de la Gran Vía y atraer a la gente.

Plano incluido en la propuesta de la asociación de Jóvenes Murcianos por los Derechos humanos, para la revitalización de la imagen del centro histórico de Murcia

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* http://www.acmurciacentro.es/asociacion.php ** http://jmderechoshumanos.wordpress.com/


El proyecto de la Asociación de Jóvenes Murcianos por los Derechos Humanos comienza señalando los problemas más palpables del espacio comprendido en el mismo, que son los mismos que en el resto del centro histórico, y va ofreciendo algunas propuestas para resolverlos: ante la apabullante presencia de pintadas en las fachadas, proponen la limpieza y el tratamiento ‘anti-grafiti’, así como la concienciación de la población sobre el tema; ante la suciedad que origina la gestión de las basuras y el impacto de los contenedores en superficie, proponen el soterramiento de los mismos y también la concienciación ciudadana en el depósito de las basuras dentro del horario apropiado; en cuanto a la presencia de medicidad, no se propone ninguna medida pero constatan que “se ha convertido en una actividad profesional” y que ofrece una “mala imagen para la ciudad y el turismo”; en cuanto al descuidado aspecto de los bajos comerciales y de las fachadas de edificios en obras, cuyas vallas afean el centro, proponen la cubrición con grandes carteles y telas que reproduzcan monumentos murcianos; el documento termina con dos ideas más: la decoración de los ejes de Trapería y Platería, y la unificación en el diseño de las terrazas de bares y restaurantes del centro. La propuesta de la Asociación de Jóvenes Murcianos por los Derechos Humanos fue bien acogida por el consistorio y, de hecho, algunas de sus ideas han sido llevadas a la práctica en los primeros meses de 2013: la limpieza de pintadas en la confluencia de las calles Trapería y Platería, la cubrición más cuidada de los edificios en obras de ambas calles y la instalación de 47 maceteros en Trapería, han sido tres acciones del ayuntamiento que formaban parte del mencionado proyecto. En el caso de los maceteros, el diario La Verdad de Murcia anunciaba su instalación el pasado día 18 de abril con el siguiente titular: “El casco histórico se pone guapo”*. Teniendo en cuenta la amplitud física

del casco histórico de Murcia y la cantidad de problemas aún por resolver, el titular para esa acción del ayuntamiento se antoja quizá grandilocuente. Y no es la primera vez que el entusiasmo desequilibra la mesura a la hora de dar cuenta a los ciudadanos de algunas iniciativas municipales**. El centro histórico de Murcia no es sólo Trapería y Platería. Y menos: no es sólo la Trapería, aunque la recorran todos los turistas que visitan la ciudad. Al día siguiente de la noticia de La Verdad sobre los nuevos maceteros, en el mismo diario, un comerciante de la Platería se quejaba de que el ayuntamiento no hubiera adornado también su calle: “Nosotros también pagamos impuestos”. Pero una cosa es la imagen que los murcianos tengan de su ciudad, y otra la que tengan los turistas. En ocasiones, el ojo local se acostumbra a un paisaje, y tiene que ser el ojo del foráneo el que llame la atención sobre ciertos defectos. Y eso también ha llegado a la prensa***. Hay más problemas, más formas de identificarlos, de conocerlos, más maneras de aportar soluciones, y hay más Murcia. Ahora, en Sawar, vamos a situarnos en el barrio de Santa Eulalia para conocer el plan de los arquitectos Guerao y López, que se han basado en la historia y el patrimonio para revitalizar este área urbana, pero antes haremos un viaje en el tiempo: nos situaremos en el siglo XII, bajo el gran arco que describía la Puerta de Orihuela, al Este del recinto amurallado; al atravesar las imponentes defensas de Murcia, iniciaremos el camino por la calle principal de la ciudad, la más bulliciosa, la que conduce hasta la mezquita mayor. Esa calle, el eje comercial medieval, sobrevive en nuestros días con dos nombres distintos, Mariano Vergara y San Antonio, en el barrio de Santa Eulalia, y nos lleva hasta la Catedral. En la página siguiente de Sawar Murcia, el relato lo prosigue Antonio Vicente Frey.

* http://www.laverdad.es/murcia/20130418/local/murcia/maceteros-traperia-201304181655.html ** http://www.laverdad.es/murcia/v/20130322/murcia/casco-historico-resplandece-puesta-20130322.html *** http://www.laverdad.es/murcia/v/20130207/murcia/turistas-castellon-nuestro-casco-20130207.html

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Un breve vistazo al histórico barrio de

santa eulalia antonio vicente Frey sánchez

El bellísimo, abigarrado y complejo barrio de Santa Eulalia hunde sus raíces en la temprana Edad Media. Entonces, por hacer una breve descripción paisajística, el río Segura era un vecino más, casi fluyendo a las puertas de la Iglesia que da nombre al barrio: el río ocupaba –más o menos- la actual Ronda de Garay y Calle Obispo Frutos para torcer en dirección al este a la altura de la Universidad. Aunque los datos arqueológicos obligan a ser cautos es muy posible que el barrio tuviera su origen entre los siglos X y XI. El núcleo de la ciudad de Murcia, fundada en 825, estaba todavía alejado del actual barrio por donde, entonces, discurría lo que se supone era la antigua vía romana que provenía de Orihuela y moría –en confluencia con otros caminos- en un puente a la altura de nuestro actual Puente Viejo. Así, alejado del centro los habitantes árabes de Murcia lo emplearon como zona cementerial hasta que por el crecimiento de la propia ciudad a lo largo de sus vías principales (camino hacía Orihuela, camino hacía Molina, camino hacia Lorca) se convino en amurallar su perímetro a mitad del siglo XII. Al dotarla de una muralla, los cementerios desaparecieron bajo las nuevas edificaciones y los espacios de inhumación fueron trasladados extramuros quedando algún mausoleo particular aislado como el documentado en la calle Polo de Medina o, recientemente, frente a la Iglesia de Santa Eulalia; además los antiguos caminos quedaron contorneados por las puertas de Orihuela (Bāb al-Uriula), del Zoco (Bāb al-Sūq) y Vidrieros. Hacia el emirato de Ibn Mardanīš (11561172) los datos arqueológicos hasta ahora publicados hacen ver que todo el espacio se hallaba urbanizado existiendo, fuera de sus murallas, parcelas de cultivo y, como suponen algunas investigaciones, en el lugar donde se ubica el barrio de San Juan, un pequeño emporio de comerciantes catalanes y italianos con los que aquel emir tenía buenas relaciones. La Reconquista supuso transformaciones estructurales en el barrio que podrían sintetizarse en tres hechos significativos e históricamente documentados: por un lado entre 1243 y 1265 la ubicación del primer asentamiento castellano de Murcia entorno a la Iglesia de San Juan Bautista, lo cual supuso la total urbanización del espacio comprendido entre la muralla y el río y la definitiva singularización de esa área de la zona de influencia intramuros del futuro barrio de Santa Eulalia; la presencia de los judíos en el barrio entorno a su sinagoga habida en la actual Plaza Sardoy; y la construcción de una nueva puerta, en el siglo XIV, para sustituir a la antigua del siglo XII cuyos restos pueden apreciarse en la Plaza de Santa Eulalia y de la que no se conoce su nombre árabe. El asentamiento castellano implicó, además, el cambio de fisonomía edilicia de las viviendas domésticas fruto de una nueva organización antropológica que sustituía la familia oriental árabe de tipo tribal por la europea cristiana nuclear; la sustitución de la mezquita de barrio por una iglesia que se llamó de Santa Eulalia de los catalanes; y, el establecimiento de nuevos grupos sociales como los eclesiásticos frailes mercedarios y trinitarios.

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Finalizada la Edad Media y extinguida la judería, el barrio de Santa Eulalia acogió a nuevos habitantes entre los que destacaron familias nobiliarias que erigieron entre los siglos XVII y XVIII palacios todavía identificables entre sus callejuelas. También, la época del barroco murciano vio, como ocurría en otras partes de la ciudad, el notable crecimiento de los espacios conventuales como el de la Orden de los Trinitarios (desde 1592) y la proliferación de hornacinas que contenían santos y vírgenes hoy todas desaparecidas. Avanzada la Edad Moderna la fuerza del río amenazó la ruina de los restos de la muralla medieval que no había sido amortizada por las viviendas o los conventos lo que movió al Concejo en 1684 a estrangular el meandro del río para acabar con su amenaza. Como anécdota hay que señalar que dado que la acequia de Condominas –cuyo heredamiento era vecino de Santa Eulalia y San Juan- se servía de agua de la acequia mayor Alquibla, al pasar el heredamiento al otro lado del río hubo de construirse un sifón sobre éste (que perduró hasta bien entrado el siglo XX) para regar sus correspondientes tierras. Antes del siglo XIX, salvo la construcción del desaparecido Oratorio de San Felipe Neri anexo a la Iglesia de Santa Eulalia y algún convento de órdenes femeninas, pocos cambios sufrió el barrio. Fue, entonces, pasada la Guerra de Independencia cuando el fenómeno de las desamortizaciones y subsiguientes exclaustraciones alteró un tanto su paisaje por varios factores: en primer lugar porque el solar del abandonado convento de los Trinitarios pasó a ser el Museo de Bellas Artes a principios del siglo XX y, sobre todo, por la fundación e instalación de la Universidad de Murcia anexo a Iglesia de La Merced. Otros hitos como la construcción de la Plaza de Toros y el estadio de la Condomina contribuyeron a dotar de mayor dinamismo a la zona. En la actualidad, tabernas, bares y restaurantes pueblan sus calles y dotan de una singular personalidad estudiantil y bohemia al barrio extendido más allá de sus antiguas murallas.

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un proyecto de revitalización para el barrio de

santa eulalia hace unos años, los arquitectos Francisco guerao y Pablo lópez diseñaron un nuevo edificio para un solar con fachada abierta a la plaza de santa eulalia y a las calles Marengo y cánovas del castillo. en la excavación arqueológica previa a la construcción, aparecieron, como ya estaba previsto, nuevos restos de la muralla y antemuralla medievales, catalogadas como Bien de interés cultural y a cuya conservación obliga la ley. Pero además, surgió de la tierra otra sorpresa: dos necrópolis islámicas de época andalusí. una de ellas, más humilde; la otra, con carácter de panteón aristocrático. ambos tesoros, junto con las murallas de Murcia, condicionaron el proyecto del nuevo edificio y la cimentación de la obra se planeó para respetar los restos y para facilitar su posterior contemplación. Más tarde, guerao y lópez sintieron la necesidad de resaltar lo hallado y de involucrarlo con su entorno más inmediato, el barrio de santa eulalia, y con el resto del centro histórico de Murcia, y al mismo tiempo se despertó la idea de que los nuevos hallazgos de la vieja muralla sirvieran para revitalizar el barrio; que fueran el generador de una serie de actuaciones planificadas para la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, el cuidado del patrimonio, la dinamización del comercio y la potenciación de turismo. a continuación conoceremos un poco mejor el estado actual de santa eulalia y el plan que han ideado los arquitectos.

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Como decía Enrique de Andrés, hay muchos buenos ejemplos de revitalización urbana, y todos pasan por el protagonismo y la implicación de los ciudadanos. Francisco Guerao y Pablo López son ciudadanos, y en el discurrir de su actividad profesional dedicada a la arquitectura, quisieron pensar la ciudad, imaginarla. El último objeto de su imaginación es el barrio de Santa Eulalia, pero, ¿cómo es dicho espacio urbano y social a día de hoy? De entrada, Santa Eulalia cuenta con algunas ventajas: su carácter de barrio antiguo y peculiar, su patrimonio arquitectónico y su céntrica ubicación; su atmósfera tranquila, todavía, y su pacífica convivencia social; su pequeño comercio, tradicional y familiar, que aún sobrevive... Se podrían añadir otros ingredientes, como su aire de barrio estudiantil, artístico y literario, así como la reciente integración de colectivos minoritarios, tales como el inmigrante o el homosexual. Este último aspecto quizá tenga más de imagen ilusoria que de realidad, aunque se haya plasmado en la prensa* escrita con gran optimismo. En cuanto a su población, según el Padrón Municipal de Habitantes de Murcia** (2011), Santa Eulalia tiene unas dimensiones

humanas, como de pequeño pueblo en mitad de una ciudad: en él viven 3328 personas, de las que 1787 son mujeres (54%) y 1541 son hombres (46%). Si observamos su distribución por edades, vemos que tampoco presenta el envejecimiento que caracteriza a otros barrios de áreas históricas: el 68% de sus habitantes tiene entre 19 y 65 años, un 16% tiene menos de 18 años y otro 16% tiene más de 66. En cuanto al peso de la inmigración, según un estudio*** de Martínez Medina, Gil Meseguer y Gómez Espín (Universidad de Murcia. Papeles de Geografía, 2007. 45-46; págs. 115-138), la población inmigrante de Santa Eulalia en 2005 era del 18%, sólo superado en la ciudad por San Antolín (19%), Buenos Aires (21%), BarriomarLa Purísima (24%) y Catedral (48%). Para explicar el elevado porcentaje de la zona de la Catedral, hay que tener en cuenta que a los inmigrantes que no podían acreditar un domicilio de residencia, se les empadronaba en el ayuntamiento, en la Glorieta de España. En cuanto a Santa Eulalia, el estudio señala que las nacionalidades más presentes en el barrio son las de Ecuador, Ucrania y Marruecos, alojados sobre todo en la zona que linda con San Juan.

* http://www.laverdad.es/murcia/20080610/sociedad/santa-eulalia-barrio-amigo-20080610.html ** http://www.carm.es/econet/sicrem/PU_padron/p11/pdf/sec62_sec33_25.pdf *** http://revistas.um.es/index.php/geografia/article/view/43151


Por otro lado, el barrio cuenta con numerosos locales de ocio y restauración, con comercios de todo tipo y con la presencia del campus universitario de la Merced, la Plaza de Toros, el antiguo Estadio de la Condomina, el Museo de Bellas Artes y el Centro de Visitantes de la Muralla, por citar algunos lugares de interés, junto con edificios religiosos como el antiguo convento de San Antonio, la iglesia de Santa Eulalia y la Capilla de San José. Y eso por no hablar de sus calles, como las de Mariano Vergara y San Antonio, formando la vía comercial más importante de la Murcia medieval, y sus plazas, como la de Sardoy, antiguo centro de la judería. Sin embargo, y tras considerar todos estos hechos, ¿cómo se ve el propio barrio a día de hoy? ¿Cómo lo ven sus habitantes?

En cuanto a los aspectos positivos, también hay una amplia coincidencia: lo que más valoran los vecinos de Santa Eulalia es el ambiente familiar del barrio, seguido por la variedad de comercios, su céntrica ubicación y su carácter histórico y patrimonial. Algunos lo describen como “tranquilo y alegre”, y también aluden a la solera de algunos de sus pequeños comercios: una vecina nos recuerda que la primera farmacia de Murcia fue la de la plaza Santa Eulalia, y otros nos hablan del popular Tostadero Solano o de la pastelería Antolinos. Los hay que nos recuerdan la importancia del barrio como nudo de comunicación hasta tiempos recientes, cuando existió en su plaza principal una parada de autobús muy concurrida, de la que partían importantes líneas hacia otros puntos de la región.

Durante la preparación de este reportaje, Sawar Murcia distribuyó un cuestionario entre vecinos y comerciantes de la zona para conocer su opinión sobre el estado del barrio. Y los resultados son bastante concluyentes por la gran coincidencia en la apreciación de los ciudadanos. A la pregunta de cuáles son los principales problemas de Santa Eulalia, la respuesta es unánime: El abandono, la falta de mantenimiento y la suciedad –basuras, pintadas en fachadas y excrementos de perro-, seguidos a distancia por la creciente mendicidad y el ruido. Otras deficiencias recogidas en los cuestionarios son las molestias del tráfico y de las áreas de carga y descarga, las peleas y la pérdida de patrimonio. En cuanto a las propuestas para solucionar esos problemas, la gran mayoría de vecinos demanda mayor presencia policial y más limpieza, y luego se da el mismo peso a las sanciones y a la concienciación ciudadana en los asuntos reacionados con el depósito de basuras, los grafiti y los excrementos de perro. Los ciudadanos también proponen aumentar la peatonalización y piden más color y más vegetación para sus calles y plazas.

A la pregunta de si los vecinos creen que existe conocimiento de la riqueza patrimonial de Santa Eulalia, y, por ejemplo, de si sus habitantes saben que las calles Mariano Vergara y San Antonio fueron durante muchos siglos la ‘Gran Vía’ de la ciudad, existe una división casi al 50% entre el sí y el no. Y preguntados sobre si se saca suficiente partido a sus espacios públicos, a sus calles y sobre todo a sus plazas, la respuesta es practicamente unánime: no. Sawar también ha preguntado a los vecinos: ¿Qué se puede hacer para aprovechar esos espacios urbanos? Los ciudadanos demandan mayoritariamente un aumento de la vegetación, así como más promoción sobre la historia del barrio. Piden que se tenga en cuenta sus opiniones, que se lleven a cabo actividades lúdicas en las plazas, como proyecciones de cine u otros eventos, que se adornen las fachadas y los balcones, que se mejore la iluminación, que se aumente el área peatonalizada, y que se unifiquen y embellezcan los toldos y carpas de bares y restaurantes. A la vista de las respuestas, los ciudadanos reclaman un mayor protagonismo en su propio barrio y en su ciudad, y hasta ofrecen frases como reclamo a estas acciones de regeneración urbana: “Sácale los colores a Santa Eulalia”.

santa eulalia carece de la problemática social de otros barrios de Murcia y de otros centros históricos, pero su creciente deterioro físico preocupa a los vecinos y transmite una sensación de abandono 34 sawar

los ciudadanos coinciden mayoritariamente en señalar las deficiencias del barrio y en las propuestas para corregirlas, y demandan un mayor protagonismo en la toma de decisiones


De la muralla al barrio

Francisco Guerao y Pablo López imaginaron el barrio a partir de los hallazgos arqueológicos aparecidos bajo el edificio que proyectaron en Santa Eulalia. En una primera etapa, su escala se amplió del espacio concreto de los restos arqueológicos a su entorno más inmediato, y después, al resto del centro histórico de Murcia. El 30 de enero de 2012, en el Museo de Bellas Artes de Murcia, los arquitectos presentaron su plan de intervención con una conferencia bajo el título “De un proyecto arqueológico y arquitectónico a la regeneración urbana de un barrio: el caso de Santa Eulalia”. Tras relatar la forma en la que habían integrado las necrópolis y las murallas medievales en su nuevo edificio, Pablo López explicó que aunque el proyecto de musealización de dichos restos tenía suficiente interés por sí mismo, quisieron “ampliar la escala a su entorno, a la plaza de Santa Eulalia, para dotarlo de más contenido”, mediante la conexión subterránea con el Centro de Visitantes de Santa Eulalia, donde se conserva el primer fragmento excavado de las murallas de Murcia y una necrópolis islámica del siglo XII. De ese modo, una vez conectados los dos espacios, se configuraría una superficie museística de unos 1200 metros cuadrados y una longitud de recorrido alrededor de la muralla de unos 103 metros. En ese espacio cultural se podría contemplar la mayor longitud conservada de las murallas medievales de Murcia y tres cementerios islámicos, que nos pondrían frente a varios siglos de la historia de la ciudad desde su mismo nacimiento. Así pues, esta idea lleva implícito el aprovechamiento del patrimonio y de la historia para recuperar el latir del barrio. Si bien desde principios del siglo XX, tal y como hemos visto en este número de Sawar, se consideraba al patrimonio de los centros históricos como elementos independientes de la sociedad y de su entorno, en este caso vemos ya

íntimamente ligados a los ciudadanos con sus monumentos histórico-artísticos, y vemos a éstos como una oportunidad de mejorar de manera efectiva y directa la vida de las personas. En el plan de Francisco Guerao y Pablo López subyace la conveniencia de tomar esos recursos, que en Murcia parecen hoy desaprovechados, minusvalorados y aislados, y de ponerlos todos juntos en el mástil, como la vela que ha de impulsar al barco. Guerao y López comienzan señalando los elementos urbanos negativos, y que, por tanto, hay que corregir, para luego citar los elementos positivos que se deben fomentar. Entre los elementos negativos, afirman que “en la apreciación de la ciudad, del barrio o de un determinado entorno urbano, lo primero que llama la atención al extraño es el estado de cuidado o abandono de los espacios”, motivo por el cual resulta de gran importancia “poner todo el empeño en crear un ambiente cuidado y limpio” antes de llevar a cabo cualquier intervención. En lo relativo a la gestión de las basuras, Guerao y López hablan de la necesidad de concienciar a la población sawar 35


en el uso de los contenedores dentro del horario establecido para depositar los residuos, de la conveniencia de soterrarlos en lugares de interés o de especial impacto visual por su cercanía a monumentos, y de la obligación municipal de recoger las basuras todos los días, de limpiar el entorno de los contenedores y de instalar suficientes papeleras. Dentro del mismo ámbito de la limpieza, Guerao y López citan las pintadas o grafiti, para cuya eliminación debe haber una brigada municipal especializada, además de imponer sanciones ejemplares a los actos de vandalismo y deterioro de los espacios públicos, y dar publicidad a dichas sanciones. Otro tanto sucede con los excrementos de los perros o con la contaminación acústica, para cuya solución se debería exigir el cumplimiento de la normativa vigente. Guerao y López también citan algunos aspectos relacionados con el tráfico como elementos urbanos negativos a corregir, y en este caso hablan de “reducir o eliminar el número de aparcamientos de vehículos en entornos históricos o junto a edificios de interés”, y de la “adopción de medidas para controlar la reducción de velocidad y la contaminación acústica y de gases”. Y siguiendo con la contaminación, en este caso, la lumínica, afirman que la iluminación viaria es “inadecuada, contaminante y está mal ubicada”, y que “la ambientación nocturna debe ser cuidada con especial atención”. En cuanto a los elementos positivos que hay que fomentar, Francisco Guerao y Pablo López argumentan que hay que valorar los monumentos y edificios histórico-artísticos cuidando de su entorno, iluminándolos de manera especial y poniendo información exterior sobre su uso e historia. También

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proponen colocar “placas identificativas en los edificios que contengan restos arqueológicos visitables, ya sean públicos o privados”, y añaden que “en el caso de establecimientos comerciales u hosteleros con restos integrados en la decoración de los mismos, esta placa sería como una distinción concedida a su esfuerzo en defensa del patrimonio”. En cuanto al tráfico, Guerao y López afirman que hay que “mantener la convivencia entre tránsitos rodados y peatonales, pero con prioridad para el peatón”, y que “en el casco histórico se debe priorizar el uso peatonal”. Una forma de darle protagonismo al peatón es peraltar el nivel de los pasos de peatones, y así, “que sea el coche el que tenga que subir una rampa, no el peatón el que tenga que salvar un peldaño bajando a la calzada”. En ese particular también entraríamos en el campo de la integración y la movilidad de las personas con alguna discapacidad física, y de la dificultad que supone para dichas personas el espacio urbano de un centro histórico. Entre las propuestas básicas para iniciar la intervención en el barrio de Santa Eulalia, y en cualquier espacio del centro histórico, Guerao y López incluyen la renovación del mobiliario urbano, la iluminación viaria apoyada en la energía solar fotovoltaica y el cuidado de jardinería y arbolado. Con estos primeros pasos, queda abierto el camino a la exposición del espíritu que sustenta el plan. Francisco Guerao y Pablo López reconocen que “debido a la precariedad económica actual, debemos de partir con los medios de que disponemos, utilizar como base los elementos existentes, eliminar aquellos que sean negativos o lesivos para el


Plaza de santa eulalia: De cómo estropear el patrimonio y el espacio urbano. lo comprobamos al bajar la vista.

fin que se pretende, y conservar y potenciar los positivos”, aunque a renglón seguido aseveran que “la revitalización económica y social del barrio debe ser un elemento de máxima prioridad, por lo que este aspecto ofrece de calidad de vida y disfrute del tiempo libre en el espacio público mas próximo”. En su exposición de motivos, también afirman que ese disfrute del barrio se ha olvidado, que los vecinos lo han relegado a un segundo plano “considerando su estado actual como un mal menor con el que hay que convivir”. Por ello, declaran con firmeza que “hay que actuar, tomar medidas de choque y recuperar o actualizar algunas reglas elementales que han quedado olvidadas”. En opinión de los arquitectos, y de muchos vecinos y comerciantes a los que ha consultado Sawar, “el barrio tiene espacios residuales o abandonados, infrautilizados, que pueden convertirse en áreas inhóspitas y poco acogedoras”,

y que “a través de actuaciones puntuales” se puede “mejorar su aspecto y su vivencia”. La idea global está clara: “Tratamos de recuperar el barrio tradicional, lleno de matices, lleno de vida y actividad, que nos devuelva el sabor del recuerdo, del comercio de barrio. Este objetivo, con la participación de todos, es posible”. Y no se quedan ahí, porque “igual de importante que revitalizar la vida en el barrio, es conectarlo con el resto de la ciudad evitando las líneas fronterizas y posibilitando los pasos y la permeabilidad”. Guerao y López condensan en una frase la conveniencia de actuar en este espacio: “Residimos y trabajamos en el barrio, vivimos el barrio, disfrutamos el barrio”. Y prosiguen: “Queremos habitar una ciudad pensada para vivir, rediseñar el espacio público y humanizarlo; queremos más vegetación, sawar 37


más naturaleza sostenible y estándares clásicos de recorridos con sombra; queremos una ciudad calmada, con lentitud y belleza, porque la lentitud es el secreto de la felicidad. La ciudad amable, alegre, colorista y limpia con espacios atractivos, acogedores y sostenibles. Queremos favorecer la permanencia en el lugar en oposición al tránsito, y entender la calle como el espacio de representación de la ciudad”. En ese sentido, Guerao y López entienden la plaza como el ágora: “Lugar de encuentro, de relación, de ocio, de intercambio y de debate”. En su opinión, debemos “pasar del modelo de ‘todo para el automóvil’, al modelo de ‘casi todo para el peatón’”. Para Francisco Guerao y Pablo López, “es mejor rehabilitar que reconstruir”, y en ello se incluye el “mantenimiento de los espacios públicos y la amortización de las obras realizadas”. Afirman que “hay que estudiar cada uno de los lugares captadores de interés, plazas, calles y espacios singulares, sus conexiones y sus fugas visuales”. Con todas estas acciones se puede lograr el llamado contagio positivo: “El buen aspecto y el cuidado se contagian”. Los arquitectos explican que “lo contrario es el síndrome del edificio con cristales rotos: su mera existencia y permanencia en el tiempo incita a provocar más destrozos”. Continúan argumentando que “este es un hecho comparable en nuestros días a la fachada manchada con

Barrio de Santa Eulalia, Plazas de San Blas y de la Candelaria: espacios inhóspitos e infrautilizados; ni un banco para sentarse, ni un árbol que dé sombra, ni una farola clásica que embellezca o una fuente que amenice. Y eso que en el caso de la candelaria, cuenta además con una bella perspectiva. Quizá es que en Murcia no tenemos más ‘plazas de las flores’ porque no queremos.

pintadas o carteles: la falta de mantenimiento produce un efecto llamada hacia el vandalismo”. Por ese motivo hay que buscar la “generación centrífuga”, y “desde el núcleo, irradiar por contagio positivo”. Tal y como ya hemos visto en este número de Sawar Murcia, en relación a otros ejemplos de deterioro y de intervención en centros históricos, la participación ciudadana es fundamental. Así lo estiman también Guerao y López: “Hay que facilitar y fomentar la correcta utilización de los espacios y mobiliario públicos, y volver a identificar el espacio próximo como algo propio”. Para ello, es preciso “que la regeneración del barrio parta de cada uno de los vecinos y comerciantes; cada uno de ellos ha de considerar su calle, su plaza, como algo propio, y como tal defender el buen uso de estos espacios o denunciar aquellos otros usos que considere lesivos al interés general, tanto en referencia a la imagen como a la convivencia en el barrio. Calle a calle, plaza a plaza, cada vecino cuida su puerta y cada comunidad mantiene su fachada”. Y sobre la institución más próxima a los ciudadanos, la Junta de Distrito, Francisco Guerao y Pablo López creen que “tiene que funcionar como un verdadero transmisor de las sugerencias y quejas de los vecinos, y transmitirlas con fuerza y rapidez a los responsables municipales”.


varias imágenes del mismo espacio, en la confluencia entre las calles cánovas del castillo y nicolás ortega, junto a la plaza de santa eulalia y el centro de visitantes de la Muralla: varios contenedores, maceteros desordenados, suciedad...

Del barrio a la ciudad “Queremos que este proyecto se inicie en el barrio y luego eclosione hacia el resto de la ciudad”. Así se expresaba Francisco Guerao durante la presentación pública de su plan en el Museo de Bellas Artes, en enero de 2012. Para ello, a la intervención en los nuevos restos de la muralla aparecidos junto a la plaza de Santa Eulalia, su inserción en el barrio y la regeneración del mismo, Guerao y López unieron la idea de crear unos itinerarios turísticos. Dichos itinerarios, que irían acompañados de una serie de acciones, tienen como base el trazado urbano medieval aún vigente, y como fin la unión física y emocional de Santa Eulalia con el resto del centro histórico de Murcia, facilitando con ello la dinamización del turismo y del comercio local. El proyecto de itinerarios propuesto por Guerao y López, con diversas intervenciones de adecuación a pie de calle y de plaza, forman parte de la propia

rehabilitación del barrio de Santa Eulalia, porque contribuirían a impulsar a su comercio y su hostelería, y mejoraría la calidad de vida y el disfrute de los espacios públicos con la propia mejora de los mismos. Los itinerarios de Guerao y López toman y aprovechan lo que la historia ha dejado en la ciudad, y por eso, la justificación histórica del plan cobra especial importancia. En su exposición de motivos, los arquitectos argumentan que “si nos descuidamos, el tiempo puede llegar a borrar nuestra historia”. Para evitarlo, su proyecto “trata de recuperar la historia de una ciudad cuyo trazado urbano, dentro de su recinto amurallado, prácticamente no ha variado en ocho siglos: si comparamos el plano de la ciudad del siglo XIII y el actual, comprobaríamos su gran similitud”. Guerao y López afirman que “la impronta de su callejero, sus recorridos quebrados, ha pervivido; sólo hay que rescatar su sabor y ambiente y ponerlo en valor”. Continúan: “Para ese fin, nos vamos a valer como línea argumental de la muralla árabe. Se trata sawar 39


de recuperar la unidad, aunque sea virtual en algunos puntos, del elemento arquitectónico más antiguo que tiene Murcia”. Y aunque, matizan, “pueden existir otros vestigios de esta época, algunos de ellos más brillantes, ninguno como éste representa el concepto de unidad y homogeneidad”. Y no sólo será la muralla la que unifique lo que el urbanismo del siglo XX logró dividir, sino también otro elemento histórico que discurre en paralelo al frente sur de la muralla medieval: la calle del Zoco. Así lo explicaba también Guerao en el Museo de Bellas Artes: “En el callejero de Murcia vemos una línea que aparece destacada en sentido Este-Oeste. Se trata de la calle del Zoco, que entrando por la Puerta de Orihuela, discurría hacia el Oeste en paralelo a la muralla y atravesaba toda la ciudad, hasta que se bifurcaba hacia el Norte y el Sur en San Pedro”. A esa arteria principal se abrían importantes edificios y comercios en época andalusí, además de la propia mezquita mayor, cuya ‘qibla’ estaba orientada hacia el Sur-Sureste, a lo que hoy es la calle y plaza de los Apóstoles. Y esa arteria no ha variado; Francisco Guerao explica que “las únicas tres vías que se han abierto son la Gran Vía, la calle de Correos y la calle Obispo Frutos en sentido Norte-Sur, pero la calle del Zoco pervive, y sobre todo, prevalece la muralla como

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elemento definitorio de la ciudad”. El plan de itinerarios de Guerao y López se propone usar ese eje para conectar su actuación con el resto de Murcia: “El barrio de Santa Eulalia, que actualmente es como una isla, se tiene que comunicar con el resto de la ciudad mediante estos elementos, que ya nos vienen desde la Murcia del siglo XIII”. Para Guerao y López, con esta intervención se podría distinguir “entre el eje vertical moderno, comercial y actual, y el eje horizontal histórico, tradicional, popular, marcado claramente por los barrios de Santa Eulalia y San Pedro”. Prosiguen: “Esos son los dos grandes barrios de la ciudad medieval actuando uno frente al otro, como contrapesos de una balanza, situados en los extremos del eje EsteOeste del recinto amurallado y unidos por el Zoco”. Para Francisco Guerao y Pablo López, “en herencia de este legado, nos encontramos actualmente y sobre el eje descrito con edificios de gran interés artístico, arquitectónico y cultural, y uniéndolos como cordón invisible, la muralla”. “Esa herencia olvidada es la que queremos rescatar y valorar, para disfrute y enriquecimiento cultural de nuestra ciudad, de sus habitantes y de sus visitantes”, argumentan, y añaden: “Queremos atraer a la gente hasta el barrio de Santa Eulalia pisando la muralla”.


Además de ir unir los barrios de San Pedro y Santa Eulalia entre sí y con el núcleo del centro histórico de Murcia, cosiendo lo que el siglo XX separó, conectando pequeñas plazas, y canalizando y guiando a los visitantes de un extremo a otro de la ciudad antigua al tiempo que se descubren los fragmentos de muralla que aún conservamos, Guerao y López también proponen recrear las puertas que jalonaron el frente Sur de la misma: Santa Eulalia, Puerta del Toro, Puerta del Sol, Puerta del Puente y Portillo de la Aduana. Y no sólo eso, sino también remarcar los otros edificios de interés y plazas que se encuentran en el camino: “Todos esos espacios se ofrecen como lugares estratégicos para completar el discurso narrativo del itinerario de la muralla. En ellos, utilizados como etapas del recorrido, debidamente ambientados y señalizados, se desarrollarían actividades temáticas y de contenido que enriquecerían y enlazarían el trazado”.

En cuanto a las actuaciones a desarrollar en algunos de esos espacios, Francisco Guerao y Pablo López explican que “los espacios por los que transcurran los itinerarios deben poseer un tratamiento y ambientación común que los distinga”. Para ello “se requiere una intervención urbana capaz de dotarles de unas características que actualmente no poseen, con un tratamiento continuo y homogéneo, personalizándolos y dotándoles de unos rasgos comunes que los identifiquen como parte de un recorrido”. Ponemos un ejemplo de actuación incluido en el proyecto de itinerarios de Guerao y López: el de la Puerta de Santa Eulalia. Los arquitectos explican que actualmente se trata de un “espacio abierto residual, en la confluencia de dos calles y la prolongación de la plaza de Santa Eulalia, ocupado por una zona de carga y descarga, contenedores de residuos y una sawar 41


Propuesta de intervención de guerao y lópez para destacar en superficie la antigua presencia de la Puerta de santa eulalia, y otras actuaciones para mejorar el entorno de la iglesia y del barrio.

zona pavimentada sin un uso específico. En su subsuelo, y frente al edificio destinado a Centro de Visitantes, se encuentran los restos de la llamada Puerta de las Siete Puertas, que pueden ser visitados en el sótano del propio edificio”. Para destacarlos y mejorar el entorno, proponen “proyectar a nivel de pavimento, a cota de calle, la huella de los restos existentes en el subsuelo: muralla, antemuralla, barbacana y puerta”. Continúan explicando que “lo primero sería elevar el nivel de la calzada enrasándola con la acera existente y creando un nivel de pavimento continuo, y en este plano se dibujarían con sus dimensiones y proyección reales las distintas partes de la muralla enterrada”. Otras acciones en este área serían la eliminación de la zona de carga y descarga, y el desplazamiento y soterramiento de los contenedores, pero además, “la intervención se complementaría con el mobiliario urbano y la plantación de palmeras”, y “la señalética y cartelería apoyaría la información e historia del lugar y de los restos del subsuelo”. En este caso, como en el resto de las intervenciones en lugares históricos y estratégicos del barrio de Santa Eulalia y de los itinerarios, Guerao y López proponen que se permita el tráfico rodado, “pero estableciendo normas que manifiesten que se trata de un espacio de primacía peatonal”. 42 sawar

Dos intervenciones más, de gran calado físico y emocional, serían las que tienen como fin dignificar las calles relevantes del proyecto. Hablamos de la calle Cánovas del Castillo, la que hoy se eleva sobre el antiguo Val de San Juan o foso de la muralla; y de la calle San Antonio, que formaba parte del principal eje de Murcia en época medieval, el que conectaba la Puerta de Orihuela con el entorno de la Catedral. La calle Cánovas del Castillo, tal y como explican Guerao y López, “une el Centro de Visitantes con la Puerta del Toro”, y las fachadas de los edificios de su lado norte se apoyan sobre el trazado de la muralla medieval, conservándose algunos de sus fragmentos en el subsuelo. “Un caso muy notorio es el sótano del hotel Rincón de Pepe, en el que se puede visitar y contemplar un gran tramo de muralla, antemuralla y torres”, nos cuentan los arquitectos. Sin embargo, en su opinión, la calle Cánovas del Castillo “actualmente es una calle carente de carácter, con un vial de tráfico rodado, aparcamientos en cordón en una de sus fachadas y aceras de un metro”. Además, y como motivo que justifica la intervención planteada, añaden que “una de las características destacables es la ocupación de la mayoría de sus locales de planta baja por establecimientos hosteleros”. Tras todo lo dicho, “la propuesta de actuación urbana consistiría en el enra-


a la izquierda, imagen actual de la calle cánovas del castillo; a la derecha, imagen de la intervención que Francisco guerao y Pablo lópez proponen para dicha calle. en la actualidad, además de estar de espaldas a la historia de la ciudad, de no informar de su condición de antiguo foso ni de la presencia de la muralla, la calle cánovas del castillo plantea barreras a personas con movilidad reducida y aumenta el peligro de caídas y atropellos, por la estrechez de sus aceras y el distinto nivel con la calzada. la calle de la derecha se presenta como más amable, más estética y más lógica.

sado de la calzada con la eliminación del desnivel de las aceras, con diferenciación de pavimento en la zona de rodadura y la protección de bolardos para la zona exclusiva peatonal”. La intervención prosigue con la eliminación de la zona de aparcamiento, y en su lugar, la plantación de arbolado, además del soterramiento de los contenedores de residuos. Para Francisco Guerao y Pablo López, a presencia de árboles proporcionaría “la sensación de frescor de la ribera del río, evocando la imagen que esta calle debía tener cuando era foso de la muralla”. Para terminar con la calle Cánovas del Castillo, Guerao y López apuntan que “la iluminación se adaptaría a la ambientación que se pretende conseguir, se controlaría el nivel lumínico, el tipo de lámpara y su altura, y la señalética apoyaría la información e historia del lugar”. En cuanto a la calle San Antonio, nada menos que una parte del eje central y neurálgico de Murcia durante siglos, Francisco Guerao y Pablo López señalan que “en los últimos años se está produciendo un auge en esta zona por la apertura de locales destinados al pequeño comercio, joven y alternativo, propiciado por la oferta de ocio y hostelería”. Con ello “se están abriendo nuevas posibilidades para la reactivación y regeneración del barrio, sin olvidar el comercio tradicional que se mantiene y es tan valorado”. “La propuesta de actuación se centraría inicialmente en el tramo de calle que une la plaza de Santa Eulalia y la plaza de los

otra imagen del entorno de la calle cánovas del castillo:

sin sentido estético y sin sentido común


Apóstoles”, y consistiría en el enrasado de la calzada con la eliminación del desnivel de las aceras, igual que en el caso de Cánovas del Castillo, diferenciando el pavimento de rodadura del peatonal y protegiendo este último con bolardos. Guerao y López añaden que en las zonas más anchas de la calle se podría plantar arbolado, y que en el espacio que se abre mínimamente ante la fachada del antiguo convento de San Antonio, habría que remarcar su presencia, que en la actualidad pasa totalmente desapercibida en mitad de una calle con las aceras demasiado estrechas como para detenerse a mirarlo. Guerao López completan su propuesta con otros dos itinerarios alternativos y complementarios que, de forma singular, recorrerían los límites de la Murcia amurallada y conectarían diversos hitos arquitectónicos y artísticos que hoy aparecen desconectados, aislados y casi invisibles para los murcianos y para los visitantes. Todos los ingredientes descritos facilitarían una intervención que, apoyada por los vecinos y por el ayuntamiento, planificada con sentido común y llevada finalmente a la práctica, tendría todas las probabilidades de ser un éxito, daría un impulso comercial, turístico y cultural a la ciudad y, además, reconciliaría a la Murcia de hoy con aquella Murcia de ayer a la que la modernidad obligó a renunciar. Francisco Guerao afirmaba en el Museo de Bellas Artes, hace poco más de un año, que su plan no era sencillo, y que quizá pecaban de optimistas o de ambiciosos, pero que tanto Pablo López como él pensaban que era el momento de exponerlo, “y después se puede fraccionar y hacer las fases que sean necesarias”. En su opinión, “hay que hacer un plan director general, y después establecer las fases que haga falta; hay que iniciarlo y tener un fin concreto”. Es decir, pensar a largo plazo y, además, involucrar a los vecinos, a los comerciantes y hosteleros y a las diferentes administraciones. Como el mismo Guerao exclamó en su presentación: “¡Casi nada!” 44 sawar

Arriba a la izquierda, la actual calle San Antonio, mirando en dirección al barrio de Santa Eulalia. Arriba a la derecha, imagen propuesta por Guerao y López para intervenir en dicha calle. Abajo, calle San Antonio cortada por la calle Correos, y al fondo, la Catedral. Esa es la importancia y la dignidad que Murcia concede hoy al que fue su eje principal durante siglos, con el olvido y los obstáculos físicos y visuales


Más sobre el proyecto de guerao y lópez

arriba: Propuesta de logotipo para el llamado “Paseo de la Muralla”. a la izquierda, propuesta de intervención en el entorno de la glorieta de españa y plaza Martínez tornel

Derecha: Propuesta de intervención en el entorno de la calle correos, en la antigua Puerta del toro. abajo: Propuesta de jardinera y de hito luminoso informativo

un plan director guerao y lópez proponen y animan a crear un Plan Director para ejecutar su propuesta debido a su complejidad, que en parte viene impuesta por la gran cantidad de agentes involucrados en la misma. Por ese motivo, aconsejan dividirlo en fases para controlar su ejecución y su inversión, y exponen los pasos necesarios a ir tomando: primero, la planificación general, que incluiría la elaboración del propio plan director, la definición del contenido del itinerario, el análisis de los espacios y elementos urbanos existentes, el establecimiento y control de las distintas fases y subfases del proyecto, la definición de otras áreas de actuación, la coordinación entre los agentes implicados, la financiación del proyecto y, por último, la ejecución del plan.

Francisco guerao y Pablo lópez afirman que “el recorrido por los itinerarios no debe ser un mero deambular por sus espacios; tiene que ser dinámico y participativo”. Para ello, proponen desarrollar una serie de actividades callejeras, artísticas, exposiciones, actuaciones, recreaciones históricas... además, “no tienen por qué ser en espacios cerrados, hay que potenciar los espacios abiertos para actividades culturales y de ocio”. Y añaden otra propuesta: “los establecimientos hosteleros podrían adherirse con la elaboración de platos o tapas relacionadas con el itinerario y su temática”. Y hay un buen número de ellos que probablemente estarían encantados de participar*.

* http://www.laverdad.es/murcia/prensa/20070505/cultura_murcia/ocio-arte-alian-para_20070505.html


opinión

la Murcia que se fue –y se nos sigue yendogreogorio sabater navarro Murcia. La siete veces coronada. La que fuera capital del reino del mismo nombre, sede episcopal y ciudad con voto en las Cortes castellanas. La vieja Mursiya de Ibn Arabí, el Rey Lobo y la heroica resistencia contra los almohades. La Murcia cristiana donde quiso enterrarse Alfonso X, donde llegaron a residir los Reyes Católicos, donde se sublevaron las comunidades, donde floreció el comercio de la seda gracias a su fértil vega, la que hizo suyo el barroco de Salzillo, la que cantara Pedro Guillén, la que viera publicar los primeros versos de Miguel Hernández… Se podrían seguir enumerando incontables hitos históricos en una ciudad que incluso ha dado nombre a una región, pero la historia no sólo se enumera, no se limita a los libros, a lo narrado, la historia también se ve, se hace presente, se siente, y en esa dualidad de la experiencia histórica es cuando nuestra Murcia sale perdiendo. Murcia es más histórica hoy día en el papel que en la calle, y eso sólo puede ser explicado desde una experiencia urbanística y arquitectónica claramente anti-histórica. El modelo urbano desarrollado que fundamenta esta situación nunca ha tenido en su eje primordial la conservación del patrimonio de la ciudad –y de esas lluvias estos lodos-. Podríamos matizar que la preocupación por el patrimonio no ha sido un valor presente en nuestra sociedad hasta hace relativamente poco. Eso explica las innumerables pérdidas producidas a lo largo y ancho de la geografía española, hasta en las ciudades hoy en día mejor conservadas. Pero lo que marca la diferencia en Murcia, lo que la hace tristemente especial, es la intensidad de la pérdida y su continuidad en el tiempo. Durante el desarrollismo económico franquista de los 60 tuvo lugar el primer ‘boom’ inmobiliario precedente de otros muchos que estarían por venir y que hoy resultan de tremenda actualidad. Pequeñas y grandes ciudades sufrieron incontables transformaciones en su impronta urbana, mayor cuanto más potente era el ansia de modernidad (o de beneficio) de sus promotores. Murcia por entonces era una capital de provincias un tanto anticuada; el peso de su sector agrario circundante y la ausencia 46 sawar

de una industrialización durante las últimas décadas del XIX y principios del XX que le supusiera una primera transformación ‘modernizadora’ de su impronta urbana en un sentido burgués, afectó de tal manera a sus acomplejadas clases dirigentes y a su sociedad en general, que tan pronto se tuvo la ocasión de abrazar la ‘modernidad urbana’ que brindaba el momento, ésta se produjo sin contemplaciones. ¿Deseo de modernidad o ansia de beneficio sin cortapisas? Nunca sabremos la cantidad exacta de cada componente en la ecuación, pero lo que está claro es que para el caso concreto de Murcia, ambas fueron letales para el mantenimiento y siquiera la misma existencia de su Casco Antiguo. Posteriormente, una parte de la sociedad murciana lamentó la desaparición de tal o cual palacio, el derribo de aquella casona o la fulminación de unos Baños Árabes que jamás debieron dejar de existir. Pero pocos repararon y reparan hoy en que si –por ejemplo- sólo se hubiera acabado con la totalidad de los palacios nobiliarios de la ciudad, el daño al centro histórico no hubiera sido tan grande como el que finalmente se produjo. Y es que en un Casco Antiguo es casi más importante el conjunto de viviendas e inmuebles que consiguen definir la estética y el ambiente de un área que un determinado edificio protegido o monumento aislado. En nuestro centro histórico manzanas enteras fueron arrasadas para levantar lo que se tenía por ‘moderno’ en aquellas fechas. Barrios seculares pasaron a contar con la misma apariencia que zonas urbanas de nueva planta. ¿Qué diferencia hoy a San Antolín o San Andrés de Vistalegre o San Basilio? El centro histórico quedaba así reducido a las zonas próximas a la Glorieta, Catedral y Trapería y unas pocas plazas aisladas más. Una mínima expresión de lo que fue. La otra especificidad murciana, la de la continuidad en el tiempo, nos muestra que la lista negra de desapariciones nunca ha contado –lamentablemente- con un punto y final que la diera por acabada, haciéndose más y más grande hasta llegar al mismo momento


actual. Basta con recordar los tristes casos del Palacete Ponce, el Gobierno Militar, la Casa de la hornacina de la Calle Peligros o los clamorosos abandonos de edificios protegidos. Cierto es que importantes restauraciones y rehabilitaciones han venido sucediéndose a partir de que la conservación patrimonial se fuera asentando en nuestra sociedad y la administración que la rige, pero aún así el motor de la piqueta nunca ha dejado de rugir por completo en nuestras calles. Se sigue primando más el derribo y posterior recreación –casos del Palacio Meoro o los edificios del Puente Viejo- que una rehabilitación en condiciones (la primera resulta más barata y permite un mayor negocio inmobiliario que la segunda). Pero si éste ha sido el panorama con las edificaciones protegidas, qué decir de las viviendas antiguas sin ninguna protección que se mantenían en pie en nuestras calles. Por parte de las autoridades la respuesta ha sido clara, todo lo que no cuente con protección específica puede ser derribado y en su lugar se permite levantar edificaciones con cualquier diseño arquitectónico. Esto, lejos de constituir una forma de recuperación de lo perdido o de mero mantenimiento de los espacios conservados que nos quedaban en el Casco Antiguo, ha supuesto la mejor forma de continuar con la dinámica anterior. Arterias del centro que mantenían hasta hace dos días una cierta estética han visto como al calor del último ‘boom’ inmobiliario pasaban a engrosar la interminable plétora de intrusiones urbanísticas desafortunadas –la Calle San Pedro, Alfaro o Simón García dan buena muestra de ello-. El caso concreto de la Calle Simón García resulta paradigmático. Sufrió por igual las embestidas de la especulación que supuso la desaparición de viviendas tradicionales sin protección. Sin embargo, en las nuevas edificaciones efectuadas en décadas más recientes parece que se intentó una especie de planificación mínima con un límite de altura en las nuevas viviendas, al igual que la utilización en todos los inmuebles de un elemento constructivo netamente murciano –el ladrillo visto- consiguiendo una cierta unidad estética en la intervención urbana y matizando su impacto en la antigua calle. El caso de Simón García demuestra cómo con posterioridad al ‘boom’ de los 60 y 70 se intentó un tipo de urbanismo en el Casco Antiguo menos agresivo que el anterior. Aunque tampoco constituyera un proyecto conservacionista en sí mismo, mostró una nueva sensibilidad como consecuencia de la constatación ciudadana de la gravísima pérdida que ya se había producido en la ciudad. Sin embargo, incluso estas prácticas incipientes se han visto mermadas en el marco de la última ola constructiva. Recientemente uno de los últimos edificios originales de la arteria –el edificio del Perro Azul- fue derribado para dar paso a una construcción de innovador diseño que rompía

incluso la unidad con las intervenciones anteriores en ladrillo. El Perro Azul, con su típico revoco en azulete, era una vivienda tradicional sin protección, pues no constituía en sí mismo un edificio patrimonial, sin embargo permitía mantener los lazos de ese espacio urbano con el pasado. En ciudades como Madrid, edificios de la misma tipología son conservados y rehabilitados aunque constituyan inmuebles sin protección. En Murcia sin embargo, ese escenario resulta poco menos que una quimera cuando precisamente la práctica desaparición de su Casco Antiguo merecería igual celo conservador. De esta forma, paulatinamente, barrios que todavía mantenían en algún grado su aspecto antiguo, su estética ancestral, han acabado de igual forma que San Andrés o San Antolín en los 60. El estado en el que se encuentra el Casco Antiguo de Murcia tras décadas de desafortunadas prácticas urbanísticas y arquitectónicas habría necesitado ya no sólo de políticas mucho más activas de conservación en las que –aunque hemos mejorado en algún grado con respecto a décadas anteriores- se fuera más allá de la mera protección de los inmuebles específicamente protegidos. Así, cualquier edificación antigua que todavía no haya sucumbido a la piqueta debería mantenerse y favorecer su rehabilitación para detener de una vez la incesante pérdida de espacios urbanos que llega hasta el mismo momento en el que se escriben estas palabras. Además, resultaría del todo necesario apostar por una recuperación de áreas que en su momento sufrieron actuaciones urbanísticas desafortunadas, como una forma de corregir los errores cometidos aprovechando la propia degradación que ya presenta la arquitectura desarrollada en los años 50 y 60. Sólo así podríamos empezar a revertir el triste trato que Murcia ha brindado desde hace demasiadas décadas a su historia sensorial –a la que se contempla y se siente- expresada en su centro histórico y el patrimonio que en él todavía se guarda. Un cambio en el modus operandi urbanístico resulta imprescindible en un momento de replanteamiento del modelo económico y de planificación como el actual. El balance de lo realizado hasta hoy debe de llevarnos a una reflexión que permita una nueva forma de tratar el patrimonio y la significación que éste trae consigo. Salvar elementos tan consustanciales a la identidad de lo murciano como el Casco Antiguo o la huerta –para ésta última hay ya camino recorrido de la mano de Huermur- debe de aparecer en cualquier agenda política que pretenda la regeneración del municipio en un momento de especial trascendencia como el que vivimos. Sólo de esta manera evitaremos que se nos siga yendo una Murcia que ya ha perdido demasiado de sí misma en aras de la modernidad –o del negocio- y en la que hoy nos resulta demasiado difícil identificar la que ha sido su riquísima historia. sawar 47


Plaza de santa eulalia Jaime Dengra uclĂŠs tinta china. 1984


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saWar Murcia quiere dar las gracias por la ayuda en la elaboración de este número a: Francisco Guerao y Pablo López; Antonio Vicente Frey; Gregorio Sabater; Enrique de Andrés; Centro de la Mujer de Santa Eulalia; Centro de Mayores de Santa Eulalia; vecinos y comerciantes del barrio de Santa Eulalia que quisieron colaborar aportando sus opiniones en el cuestionario; Asociación de Jóvenes Murcianos por los Derechos Humanos; Jaime Dengra Uclés; María Manzanera, y a todas aquellas personas que de un modo u otro han orientado y colaborado en este reportaje; también a los autores de los textos usados como fuente documental y citados en el mismo. Gracias también a Tete López y a Intermón Oxfam por volver a incluir un anuncio de su admirable labor en esta revista. Sawar Murcia ofrece todo su apoyo a la ‘Tasa Robin’. -Si te interesa Sawar Murcia, Visita nuestra web: sawarmurcia.wordpress.com Síguenos en Twitter: @SAWARMURCIA Síguenos en Facebook: www.facebook.com/pages/Sawar-Murcia -Y si quieres hacernos llegar algún comentario o idea, envíanos un correo a: sawarmurcia@gmail.com Sawar no se hace responsable de las opiniones recogidas en sus páginas


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