Propuestas fotocopiables Ciencia ficciĂłn y visiĂłn del mundo 1. -FĂ? FM DPNJFO[P EFM DVFOUP i1MFCTUFS Z 0STJ EFM QMBOFUB 1SPDZPO
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de Procyon, que se incentivaba con la inmovilidad. −DecĂa mi padre −continuĂł Orsi, entusiasmado− que la atmĂłsfera de la Tierra debiĂł de haber sido bastante similar a la nuestra. Y, por lo tanto, sus habitantes parecidos a nosotros. −No sigas, Orsi. Ya sĂŠ adĂłnde quieres llegar. −Te explico, solamente. −No. Lo que tĂş quieres es bajar en ese planeta. [‌] −Te explico, solamente −repitiĂł. −Te conozco, Orsi. Se te ha metido esa insana idea en tu centro de reflexiones y no habrĂĄ poder en el universo que te la quite. Orsi no contestĂł pero, como corroborando lo dicho por Plebster, buscĂł algo frenĂŠticamente en la consola de informes. TomĂł entonces uno de los compendios de conocimiento y lo introdujo en la memoria de la pantalla. Pronto, una sucesiĂłn de caracteres poblĂł el recuadro luminoso. −Mira, Plebster −anunciĂłâˆ’. Algo raro ocurriĂł, luego, en ese planeta. Combatieron entre ellos mismos. Se elevĂł una enorme nube de polvo que lo cubriĂł todo y ya fue imposible observarlo desde afuera... −Se cansaron, Orsi. Se cansaron de que los espiĂĄramos −gruùó Plebster. −No. Nada de eso. Fue una guerra total. No quedĂł nada vivo... −Se cansaron de que criaturas como tĂş se la pasaran espiando quĂŠ era lo que ellos hacĂan o dejaban de hacer... −Dos sensores que enviamos hace mucho tiempo no detectaron ni actividad humana ni vegetaciĂłn. Solo desiertos arrasados y secos. Roberto Fontanarrosa. Disponible en: http://www.abanico.org.ar Fragmento.
2. 3FMFĂ? FM DVBESP EF MB QĂˆHJOB Z SFTQPOEĂ? a) {2VĂ? UFNĂˆUJDBT Z QFSTPOBKFT UĂ“QJDPT EF MB DJFODJB GJDDJĂ˜O BQBSFDFO b) .BSDĂˆ FO FM UFYUP MPT OFPMPHJTNPT RVF BQBSF[DBO Z FYQMJDĂˆ QPS RVĂ? FM VTP EF OVFWBT QBMBCSBT FT VO SFDVSTP DPNĂžO FO FTUB DMBTF EF GJDDJPOFT 3. 4VCSBZĂˆ MPT FOVODJBEPT EF FTUB MJTUB RVF QSFTFOUFO MPT QVOUPT FO DPNĂžO FOUSF FTUF SFMBUP Z Opus dos i1SFTBHJP EF SFJOPT Z BHVBT NVFSUBTw EF "OHĂ?MJDB (PSPEJTDIFS a) -PT QFSTPOBKFT TPO BMJFOĂ“HFOBT b) -B 5JFSSB FT VO QMBOFUB EFWBTUBEP QPS VOB HVFSSB c) -PT QFSTPOBKFT TJFOUFO DVSJPTJEBE QPS JOWFTUJHBS RVĂ? QBTĂ˜ FO MB 5JFSSB d) )BZ QFSTPOBKFT RVF OP TF MMFWBO CJFO 4. *NBHJOĂˆ VO EFTBSSPMMP Z VO GJOBM VUĂ˜QJDP P DPOUSBVUĂ˜QJDP QBSB FTUF SFMBUP
Santillana S.A. Permitida su fotocopia solo para uso docente.
Plebster estaba mirando por la ventanilla frontal de la nave el paso oscilante de los meteoritos. Como todos los dermolinfomas del planeta Procyon, el pequeĂąo Plebster experimentaba una inusual melancolĂa a la vista de aquellos inmensos pedazos de roca que surcaban el espacio, ya que le recordaban a Vendelinus, la segunda luna de Procyon, estallada tempranamente. Esa melancolĂa no llegaba a ser tristeza, pues la tristeza, en su planeta, era un lĂquido. MĂĄs allĂĄ, abstraĂdo en la conducciĂłn de la nave, se hallaba Orsi, su compaĂąero de vuelo. Orsi era extraĂąamente inquieto para ser un nativo de Procyon y hallaba interĂŠs aun en las cosas mĂĄs mundanas y rutinarias del espacio. Plebster, en cambio, acusaba ya el cansancio de la larga misiĂłn que les fuera asignada y su leve piel casi traslĂşcida habĂa comenzado a tomar el tinte ceniciento del hastĂo. No deseaba otra cosa que volver a la exultante atmĂłsfera de Procyon y reunirse con Enif. −Oye, Plebster −dijo Orsi, de pronto−. Hemos tenido que desviarnos bastante de la ruta. Plebster no le contestĂł. Empezaba a molestarle, incluso, el acento apagado de la voz de su compaĂąero. −Pero es que aĂşn subsiste la lluvia de meteoros −explicĂł Orsi. −Apenas termine, regresemos a nuestra elipse −bufĂł Plebster. −No es eso. No es eso lo que querĂa decirte. Ocurre que nuestro desvĂo nos ha llevado al ĂĄrea de influencia de un planeta muerto, el viejo Maurolycus. [‌] No sĂŠ si recuerdas que Maurolycus era un planeta habitado. Y que sus habitantes lo llamaban "Tierra". ÂżRecuerdas? Plebster aprobĂł con la bamboleante cabeza experimentando el consabido hormigueo en su zona motriz. La memoria era una funciĂłn fisiolĂłgica en los naturales