De bentili a gdeim izik

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De Bentili a Gdeim Izik

Edici贸n especial d铆a de la unidad saharaui 12 de octubre de 2013


Fotografías de portada de: María Rico Vázquez y Ana Pardo Martínez

Fotografías: Núria Farré Fillat, Verónica López Almeida, Alba Martín Pérez y Lluís Rodriguez Capdevila

Escritos de los autores y autoras: Nafi Brahim Salem, Lucía Sánchez Sotelo, Raül-Manel Corrales Flores, Ebbaba Hameida Hafed, Iban Gorriti González, Carlos Gustavo Prats Marrero, Xavier Susperregi.

Dirección y maquetación del equipo de redacción del blog Haiyu Sahara

Barcelona, 12 de octubre de 2013

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Dedicado a todos los lectores del blog Haiyu Sahara y a todos aquellos que decidieron aportar su granito de arena, participando en nuestros concursos y ayudando a hacer llegar el conflicto saharaui un poco mรกs lejos.

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PROLOGO Han pasado 38 años desde aquel 12 de octubre en el cual todos los saharauis, dejando de lado sus diferencias, decidieron unirse para alzar su voz contra el enemigo. En Ain Bentili (Norte de Mauritania), todos los representantes de la sociedad saharaui se reunieron y acordaron unirse para luchar contra cualquier invasor de su tierra. Es a raíz de esta unidad cuando comienzan los grandes logros del pueblo saharaui, poniendo en jaque una de las grandes potencias del Magreb, Marruecos, además de a sus aliados EEUU y Francia. En tiempos de batalla, la unión fue clave para luchar frente a frente contra tantos enemigos. La táctica saharaui consistía en una guerra de guerrillas, de norte a sur y de este a oeste del país, durante la cual diversas acciones de grupos pequeños coordinados y unidos bajo la bandera de una patria libre fueron capaces de contrarrestar el intento de exterminio de los invasores. Es este tipo de lucha el que quitó el sueño a Hassan II y a sus aliados y tambaleó la poca estabilidad del estado mauritano en su intento de ocupar el sur del Sáhara Occidental. Una ardua labor diplomática paralela a la lucha armada situó a la nación saharaui en los mapamundis bajo la bandera de la República Árabe Saharaui Democrática. Para ello fue necesario recorrer un largo camino donde se consiguió pasar de que en 1975 el rey de Marruecos Hassan II tachara a los saharauis de “cuatro nómadas vándalos”, a que, cinco años más tarde, su ejército (con sus tanques y aviones de última tecnología) fuera incapaz de dominar el territorio y veinte años más tarde no le quedara más remedio que sentarse a negociar de igual a igual con aquellos que tachaba de vándalos. Desde la firma del alto al fuego, en 1991, la sociedad civil saharaui resiste unida, tanto en los Campamentos de Refugiados Saharauis como en los Territorios Ocupados por Marruecos. Desde entonces, los saharauis se comprometieron firmemente con la paz, buscando nuevas formas de lucha pacífica, que han sido ejemplo para el mundo en numerosas ocasiones, como es el caso de Gdeim Izik, primer síntoma de la primera árabe. De Bentili a Gdeiz Izik, es una compilación de los mejores escritos y fotografías que han participado en los concursos organizados por el blog Haiyu Sahara y con la cual se pretende realizar un homenaje al día de la unidad saharaui.

La voluntad del pueblo y el anhelo de libertad encendieron la llama, la unidad y la resistencia la mantienen encendida.

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Paseaba el pueblo sus banderas rojas y entre ellos en la piedra que tocaron estuve, en la jornada fragorosa y en las altas canciones de la lucha. Vi c贸mo paso a paso conquistaban. Solo su resistencia era camino, y aislados eran como trozos rotos de una estrella, sin bocas y sin brillo. Juntos en la unidad hecha en silencio, eran el fuego, el canto indestructible, el lento paso del hombre en la tierra hecho profundidades y batallas. Eran la dignidad que combat铆a lo que fue pisoteado, y despertaba como un sistema, el orden de las vidas que tocaban la puerta y se sentaban en la sala central con sus banderas El pueblo, Pablo Neruda

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POESÍA En este poema, Nafi Brahim, ganador del primer concurso literario por un Sáhara Libre nos deleita con sus versos. La poesía es un arte muy arraigado en la cultura saharaui, una forma de expresión oral, con la que se busca contar los hechos con otras palabras que exigen una reflexión profunda para acercarnos a lo que el autor nos quiere decir. La cultura árabe y musulmana vive la poesía, un arte que se presenta en el libro sagrado del Corán y que se encuentra en las conversaciones diarias. Los saharauis ven en la poesía una nueva forma de luchar con la palabra, con astucia e inteligencia. En los grandes eventos culturales y políticos que se celebran en los campamentos y los territorios liberados, los recitales de poesía, siempre son imprescindibles. La poesía hispanosaharaui es un nuevo género que cada día gana más adeptos. La Generación de la Amistad, con Bahia Awah y Limam Boisha, entre otros, fue el germen de una poesía reivindicativa llena de anhelos del regreso a la tierra soñada, de recuerdos de la infancia y de homenajes a la causa del pueblo saharaui. EL ROSTRO DE LAS HUELLAS Hojas de pena perenne,

Busca algún negro refugio

Sonrisas de hoja caduca.

Como son tus ojos negros

¿De dónde viene la angustia

Que han llegado tantos buitres

Que tiñe en rojo las dunas?

Que te llevarán con ellos.

¿Qué monstruo invadió el camino

*

Que en vez de huellas dejó tumbas?

Y se estrangulan las voces

*

Entre secuestro y secuestro.

En las calles del Aaiún

Sombras de buitres armados

Andan buitres carroñeros,

Que empiezan su picoteo

Con garras y sin plumaje

Con sangre, balas y porras,

Venidos de otro desierto.

Pues se alimentan del miedo.

Una madre los ha visto

La angustia armada de buitres

Corre y abraza a su pequeño:

Ya señala con el dedo

-Que han llegado tantos buitres

Que las calles del Aaiún

Que te llevarán con ellos,

No están demasiado lejos. 6


*

Un joven con grandes piedras

Buitres con cascos azules

Empieza su lanzamiento,

Lamen con fingido beso

Se unen mujeres y niños

Rancio, amargo y con espinas

Y grita eufórico un viejo:

Las heridas que yo dejo.

¿Ha de temer a la muerte

Y buitres de verde estrella

El que en vida vive muerto?

Van llenando de agujeros

¿El muerto acaso no vive

Ya veinte años de palomas

Más que aquel que tiene miedo?

Que he lanzado por el cielo.

*

La tierra agita los brazos

En nuestras vidas atadas,

En señal de sufrimiento

¿Quién juzga quiénes son

De dignidad indomable

Los que empuñan las espadas

De los indomables ecos,

Y los que empuñan la razón?

Mas han llegado los buitres

*

Y los llevarán con ellos.

¿Quién impone los castigos,

*

Franceses o americanos?

En las calles del Aaiún

Si no hay tiranos amigos

Negra bóveda es el cielo,

Que juzguen a otros tiranos.

No existen los ciudadanos,

*

Tan sólo existen los presos,

¡Pues que el pueblo se libere!

Mas ser libre o no ser nada,

Si de igual quieren juzgar

Ser la ceniza o de fuego

Al que mata porque muere

La llama, solo depende

Y al que mata por matar.

De la voluntad del pueblo:

Autor: Nafi Brahim Salem (Primer premio, I concurso Literario)

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El rostro de las huellas de Nafi Brahim y la fotografía de Ana Pardo (abajo presentada), combinan de una forma misteriosa. La imagen, ganadora del primer concurso de fotografía, refleja un momento de libertad en los territorios ocupados del Sáhara: un hombre, cautivo en sus recuerdos, con su turbante blanco, mece con sumo cuidado un elemento tradicional saharaui. La postura que adopta el personaje y los objetos presentados proyectan una imagen de tranquilidad, que puede ser acompañada por un recital de versos en hassanía.

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PROSA A pesar de la alegría que se encuentra en una jaima saharaui, la prosa relativa al tema saharaui, destaca por su melancolía, reflejo de los problemas que surgen a raíz del exilio, la separación, la lejanía de la familia, la pérdida de un familiar cercano. A continuación se presentan las obras ganadoras de los concursos literarios. EZGARIT, EN LAS PROFUNDIDADES DE LA NOCHE He encontrado la solución para el conflicto de mi país: envuelta entre las mantas, suena el despertador, es hora de levantarse. Enciendo la radio y del otro de la onda oigo: “…El Frente Polisario hace un llamamiento urgente a todos los saharauis que residen en Europa, para que vuelvan a los campamentos de refugiados en Tinduf…”, me quedo incrédula, enciendo la televisión, una vez más oigo y veo la misma noticia. Me quedo en blanco, llamo desde el móvil y me confirman la noticia, mi amiga me dice “¡Corre, que nos están esperando en el aeropuerto de Barajas!”. Aquella mañana cambió mi vida. Adiós España, adiós Universidad, sin saber por qué, tenía la certeza que ir a los campamentos era la decisión correcta, mi corazón sentía que mi pueblo me necesitaba. Así, sin despedirme fui directa al aeropuerto, la Terminal 4 de Barajas estaba llena de colores de Banderas, Melfas (1) y Daraas (2); miles de saharauis provenientes de toda España estaban esperando a los aviones argelinos que nos trasladarían a los Campamentos. La gente vagaba de un lado a otro, entre nervios e incertidumbre, por no saber lo que iba a ocurrir. Decenas de aviones argelinos provenientes de todo el mundo tomaron tierra en el aeropuerto de Tinduf; bajé del avión con una sensación nueva, a diferencia de otros viajes, en esta ocasión no tenía las ansias de ver a mi familia, pues percibía a todos aquellos compatriotas como miembros de una misma gran familia. Al salir de aquel aeropuerto nos esperaban unos camiones y nos comunicaron que nos trasladarían al campamento de Dajla con el resto de la población, tras horas de viaje llegamos a la Wilaya, donde nos esperaba una muchedumbre inquieta y desconcertada, a la vez que saludaban empezaron a cuestionar en busca de información sobre lo que ocurría, sin embargo ninguno pudimos calmar sus incisivas preguntas dado que nadie estaba al tanto de lo que estaba pasando. Por la tarde, el presidente de la República Saharaui convocó a toda la población para trasladar la necesidad de que todos apliquen la constancia, la responsabilidad y sobre todo mucha, mucha paciencia. A continuación indicó el plan de actuación que consistía en lo siguiente: los ancianos, las mujeres y los niños se debían quedarse en Dajla con algunos médicos, los estudiantes y licenciados serían trasladados a Rabuni y por último que todos los varones mayores de 20 años junto con el resto del personal sanitario se debían dirigir a la segunda región militar (Tifariti). 9


Entre la multitud, desde atrás alguien me tira de la Melfa y me pregunta: “¿Me trajiste un juguete?”, era Hammad mi hermanito pequeño, me giro hacia él y me fundo en un sentido abrazo, él, sin embargo, ajeno a todo aquello que estaba ocurriendo, me dice “Yo quiero jugar”, a lo que yo respondí “si me llevas a ver a Mamá jugaré contigo” y así fue que me condujo hasta mi madre; La vi destrozada junto a las demás mujeres, aunque eran ellas quien vitoreaban a los hijos y les empujaban a emprender el camino a la lucha por nuestra tierra, en sus corazones notaban el pesar de la separación y la incertidumbre de no saber cuándo volverían o incluso si volverían. Me vuelven a llamar, es la hora de marcharse a Rabuni, le doy un abrazo a mi madre, mientras ella reza oraciones, la tranquilizo y le prometo que todo irá bien y que en breve volveríamos a vernos. Subí en el camión con el resto de jóvenes, estuvimos toda una noche sin dormir, ya que teníamos que repartimos según las especialidades: arquitectos, médicos, periodistas, historiadores, juristas, ingenieros, filólogos, traductores, etc. El gobierno nos informó de que teníamos la responsabilidad de construir la base del futuro Estado independiente saharaui. A mi grupo se le asignó la tarea de organizar la agenda de la Radio Nacional, añadiendo nuevos programas y en la RASD-TV teníamos la misión de cambiar todo el diseño a un nuevo formato etc.; los juristas recibieron el encargo de redactar una nueva Constitución y un modelo de Administración para la organización del nuevo Estado; los arquitectos e ingenieros, el diseño de las infraestructuras para las nuevas ciudades: el transporte, los recursos, etc. y así en todos los campos. En la segunda región militar, los hombres atravesaron el desierto, pasaron el muro hasta encontrarse en la zona conocida como los Territorios Ocupados por Marruecos. Se desplegaron por todas las ciudades: Aaiún, Dajla, Bujdur, Smara… Ayudaban a los marroquíes a recoger sus enseres y veían como subían en los autobuses para marcharse a un campamento improvisado al sur de Marruecos hasta que su Gobierno les diera otras viviendas. El Ejército junto a la población saharaui de los Territorios Ocupados retiraron todas las banderas marroquíes, quitaron las fotos del Rey marroquí, derrumbaron todos los cuarteles y las cárceles. ¡Los presos políticos saharauis estaban en libertad! Empezaron a pescar y con los ingresos del pescado reconstruyeron las ciudades. Se decidió construir una vivienda por cada familia. Emprendieron la limpieza de todas las calles y a comenzaron a construir nuevos colegios, hospitales y demás edificios públicos. Los inmuebles en buen estado se conservaron y fueron pintados para que desapareciera el color rojo del reino alauita. Las ciudades saharauis en tres meses se convirtieron en un paraíso lleno de colores para su pueblo: la bandera ondeaba soberana sobre sus ciudades, en definitiva se respiraba armonía, paz y el fin a la ocupación con el fondo de ezgarit (3) de las mujeres saharauis. Los que nos quedamos en los campamentos no sabíamos nada de lo que ocurría en la otra parte, los ancianos, mujeres y niños seguían en el Campamento de Dajla, todos estaban muy preocupados por no saber nada de sus hijos, padres y maridos. Tenían la 10


certeza de que estarían enfrentados a Marruecos en una dura guerra, dudaban si volverían a verles. Los estudiantes seguíamos en Rabuni, aunque de vez en cuando venía la orden de que algún grupo de trabajo tenía que irse a donde estaba el Ejército. El grupo que iba no volvía. No había tiempo para detenerse en preocupaciones, era inútil y estábamos inmersos en la ilusión del futuro Estado, teníamos mucho trabajo… De repente, se dejó de hablar de Zonas Ocupadas, Liberada e incluso de Campamentos de Refugiados. El Ejército Saharaui estaba arrasando el Muro de la Vergüenza, ¡apenas había Minas antipersona!, en pocos días consiguieron que dejara de existir esa cruel brecha que dividía el territorio saharaui. El Sahara Occidental era un Estado independiente, Marruecos dejó de ocupar el territorio saharaui por orden de la Comunidad Internacional. El Frente Polisario consiguió su victoria, la victoria del pueblo saharaui, a cambio de no resaltar nada en los medios de comunicación internacional, esa era la razón del misterioso silencio que rodeaba lo que estaba ocurriendo. Después de la construcción de casas, comenzó a funcionar la economía con el exterior, teníamos muchos recursos naturales, podíamos vivir por fin sin depender de la ayuda humanitaria. Tras tres meses de intenso trabajo, nos trasladaron a los estudiantes a la ciudades saharauis, ¿Dónde está el ocupante? Ante nuestras atónitas miradas, nos indicaron que teníamos que llevar a la práctica los proyectos estudiados Rabuni. Nos parecía un sueño, era algo difícil de asimilar. Sin guerra conseguimos la independencia. Al cabo de seis meses cuando todo estaba en orden y marchaba a la perfección, pudieron entrar en la añorada tierra la población que se había quedado en el campamento, allí les acogieron sus familiares de los que llevaban 38 años separados y sus hijos ninguno estaba herido porque no habían ido a la guerra. Aquel día se proclamó la independencia del Sahara Occidental, solo se oían gritos de alegría y muchos ezgarit. Los saharauis por fin pudieron celebrar un sueño en su tierra tan anhelada. Acudió gente de todo el mundo, pero especialmente los amigos españoles. Los escalofríos me asaltan el cuerpo, me levanto exaltada y pronto descubrí que no estaba en mi tierra. Parecía imposible. ¿Tenía que estar en el Sahara y estoy en España? Me enfado conmigo misma ¿Por qué sueño? ¿Solo fue un sueño? ¿No era verdad? Ninguna respuesta podía calmar la rabia que sentía. Desilusionada no podía conciliar el sueño, tomé mi libro de cabecera “un día más con vida” de KAMPUSCINSKI, sobre la guerra de independencia de Angola; al fin me serené y tuve claro que mi pueblo también será libre e independiente, La Historia ha demostrado que ninguna ocupación ha durado eternamente. ¡Han caído torres más altas! Reflexioné más tarde, ¿fue un sueño?, ¿una premonición tal vez?, ¿qué fue…? no lo sé, pero una conclusión me quedó clara, Marruecos tiene que salir del territorio que ocupa de forma ilegal y los saharauis debemos volver a nuestra tierra libres. La solución la vi 11


en el inolvidable sueño que plasmo en estas hojas y la sensación los ezgarit de independencia aún suenan en mis oídos.(1) Melfa/as: vestimenta femenina saharaui.

(2) Daraa/as : vestimenta masculina saharaui. (3) Ezgarit: sonido que emiten, las mujeres saharaui, con un movimiento de la lengua a gran velocidad para manifestar su alegría. Autora: Ebbaba Hameida Hafed (Primer premio, II Concurso Literario)

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La crueldad de la guerra, el paso de los años, la solución de no-solución impuesta. Nacer con el olor a mar o bañado en arena, una identidad. El deseo de encontrar la solución para un conflicto que se prolonga en el tiempo, pasando por encima de generaciones que comparten un sueño, como el que se relata en Ezgarit. Un sueño con el cual nace cualquier saharaui y que se integra en su mirada, desde niño, una mirada de esperanza.

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MI PADRE HA MUERTO Mi padre ha muerto. Ayer salió de la dahira y no ha vuelto como se fue; quiero decir que lo trajeron en una camilla, no dando patadas al polvo como era su costumbre. Fue a Auserd a visitar a su hermano, que está enfermo, que le falta la pierna y cuatro dedos de la mano derecha. Pero de eso no tiene la culpa mi padre, ni sus hermanos, ni mis abuelos. Tampoco yo, que soy un niño y apenas llego al borde del pozo. Cada mes mido mi estatura con el fusil de padre; pronto lo sobrepasaré y podré ver el orificio del cañón desde arriba, y eso para mí y para los míos es importante, aunque en casa nadie quiere tenerlo porque dicen que es cosa del demonio….y de los marroquíes. Si no fuera por esa gente que vive en nuestro país no tendríamos armas, los abuelos nos hablarían de las leyendas del desierto y mi padre surcaría el mar en un pesquero. Mi padre se perdió en la Hamada. El médico lo examina de arriba a abajo. Diagnostica la gravedad de las quemaduras, le da agua a sorbos, le anima para que narre lo ocurrido, pero mi padre solo habla del mar, de la brisa salada y de sus compañeros del pesquero, casi todos muertos, uno en España. Estira los brazos para mostrarnos el tamaño de la corvina que pescó cuando era casi niño. Medía dos metros. Se ríe, preguntada por madre y todos nos miramos en silencio: madre está a quinientos metros de la jaima, en el cementerio. Al poco se duerme y sueña con aquel compañero canario del pesquero, que vuelve cada tres o cuatro años de visita, con medicinas, con un gran bizcocho y con la tristeza en la comisura de los labios. Patea las piedras de alrededor de la jaima, observa la acacia que crece junto al corral de cabras y musita “no lo hicimos, bien, no lo hicimos bien…”. Mi padre le dice en sueños que no tiene importancia, que algún día su pueblo volverá a admirar las olas del Atlántico, a introducir los pies en sus aguas, a contemplar la puesta del sol desde el puerto de El Aaiún. Mi padre ya no volverá a pasear por las calles de su infancia, tampoco mi madre. El médico no le da más de tres días de vida. La hamada le ha vencido, la nostalgia también. Ya no podrá plantar avena en el humedal ni apoyar su espalda en el tronco de la higuera del patio de su casa abandonado hace muchos años. El médico me dice que la tristeza le ha vencido, que las medicinas pueden curar pero cuando el alma decide abandonar el cuerpo para no estar prisionera de los recuerdos, poco se puede hacer, hay que dejarla marchar; seguro que sabrá encontrar el jardín de sus recreos. Regreso con mis hermanas y hermanos del entierro. El fusil sigue apoyado en la pared. Me mido con él. Sin duda he crecido varios centímetros en un día. Ya puedo mirar por el orificio de la muerte. Mi hermana me besa en la mejilla y me susurra:¡has heredado el fusil de padre!. Eres un hombre y algún día nos llevarás a la casa de padre para recoger los frutos de la higuera y contemplar la puesta del sol. La miro y no sé qué decirle. Temo perderme en la hamada, no encontrar el camino de regreso…han pasado tantos años, que solo quedan los relatos de madre antes de mandarnos a la cama. 14


Me llaman para practicar tiro con el fusil. Caminamos bajo un sol indolente, buscando un lugar alejado del juego de los niños. El horizonte de piedras no tiene principio ni fin. ¿Cómo pudimos vivir aquí tantos años sin desfallecer como pueblo?- me pregunto mientras intento reconstruir en un cielo de ceniza la sonrisa despreocupada de mi madre ordeñando la cabra-. El último parto la mató pero ya casi no tuvo leche para mi hermana menor. ¡En este pedregal los símbolos de la vida duran poco tiempo!.. Mi madre era lo más vivo de este lugar, mi madre y la esperanza del retorno. Ella ya no está y mis compañeros aseguran que la ONU obligará a Marruecos a aceptar su retirada del Sahara. Debería creerles: tengo el fusil de padre, las manos con los dedos completos, se orientarme por el desierto y comparto con mucha gente el secreto que las estrellas ocultan a nuestros enemigos. Ellas me hablan, me señalan con su luz el camino a seguir, me miran atentas y, a veces, me guiñan con sus voces verdosas; y cuando los marroquíes las miran desde El Aaiún ellas se burlan y les dicen, dejando de brillar, que son unos extraños en aquella ciudad y que pronto tan solo serán fantasmas deambulando por los laberintos de su avaricioso rey. Me hablan de padre. Defendió su casa hasta que ya no le quedó bala alguna. Antes de marchar al exilio besó el tronco de la higuera que plantó su abuelo. Todavía guardamos un libro en español con una hoja de higuera seca. Temo tocarla para que no se esparza por la habitación como la arena del desierto. Mi hermana pequeña la quiere conservar intacta, dice que es el mayor tesoro que ha heredado, que yo tengo el fusil y ella la historia de nuestra familia, y que cuando volvamos a nuestra tierra serán más importante los recuerdos que las balas. Yo nunca he visto el mar pero sé cómo es, mi padre me lo describía con gran precisión: las olas, sus cabalgaduras de espuma, los barcos al fondo sobre un horizonte de mermelada azul. A eso le llama mi hermana recuerdos. No al fusil ni a los enemigos que abatimos en la hamada. La muerte no es un atributo de los pueblos; la alegría sí, el vivir en la tierra de nuestros ancestros, comer las frutas del mismo árbol que las comieron los abuelos, rezar en los mismos rincones y buscar los mismos escondites cuando hacemos una travesura. Mi padre ha muerto. Siempre me dijo que cuando el faltara debería regar la higuera de la casa de El Aaiún. Pasarán muchos años pero volveré y la regaré, padre. Autora: Lucía Sánchez Sotelo

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La cultura saharaui es una seña de identidad que se puede describir como sinónimo de respeto. Este se puede respirar a todos los niveles, pero en especial entre las diferentes generaciones. Como se puede comprobar en el relato “Mi padre ha muerto” y observar en la imagen “Niño esperanza” además del respeto, los saharauis suelen tener a los mayores como un referente incuestionable, un respeto que se lee en sus miradas y que se demuestra con cada una de las decisiones que toman.

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GORA BIHOTZAK! (¡ARRIBA LOS CORAZONES!) BESOS PARA EL MURO DEL SILENCIO “He encontrado la solución para el conflicto del Sahara Occidental”, llegó el eco a una casa nacida con los ingredientes de la tierra de los campamentos de refugiados. En la wilaya de Smara se pudo leer: “La paciencia de los saharauis ha llegado al límite”. La delgada línea roja del conflicto y la de la paciencia es la misma. Es un filo de navaja por el que respira el pueblo de Fale. Sobre la cuchilla se seccionan las plantas de los pies mientras caminan en buscar la solución. En su andar sangran rojo de la bandera de la primera proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática de 1976. Plantas de los pies que ven que no avanzan, como las curiosamente igual llamadas plantas, en el desierto. Hay flores contadas en la resonancia de las últimas décadas, en las dunas ásperas, aunque solidarias, del vilayato argelino de Tindouf. Pero igual que ellas, de forma incomprensible, crecen, los saharauis se crecen ante la adversidad, ante el muro del silencio, el acallado por la opinión internacional. Y es que el conflicto es como un niño sordomudo. -“Disculpe… (interrumpe un periodista al otro lado de la línea telefónica. A Abdati, se le ha derramado el té. Lo trata de secar con su pequeña camiseta. Le ayudo con unas servilletas de bar. ¿Qué me contaba de que el conflicto saharaui es como un niño sordomudo? Ya le sigo escuchando. Aquí hay cobertura”. “No se preocupe”, le respondo. Sí. Es como Bouseid. El saharaui escucha por los ojos. Lee labios internacionales. Si besa es para hablar, para sentirse escuchado. Bouseid ha marchado de su hogar solidario en Euskadi agradecido. Anónimo. Tiene 8 años, sin embargo sus labios toda una vida: plena de silencio, como el muro de los suyos. ¿Y dónde reside entonces la solución para el conflicto del Sáhara Occidental?, me preguntará ahora por el móvil. Échele lo que le echaría un jovenzuelo de su edad: Lógica. La solución es como el pueblo de la RASD: se desplaza de un sitio a otro sin una residencia permanente. Es nómada. Es trotamundos en busca de hondear paz y derechos para sus ancestros. Su corazón y mente sí tiene residencia, patria, no vaga: es la identidad saharaui. El pueblo de Fale, de Abdati, de Zahra, de Bouseid, de Noha… viaja con ese conjunto de rasgos e informaciones que individualizan o distinguen a los suyos. Ahí se asienta la hayma identitaria común. Un pintor de Ausserd, cosecha del 77, me habló en una bonita ocasión sin citarlo de esa identidad. Emigró a mis oídos con el propósito de que sus palabras gestaran óvulos fértiles en más personas, en potenciales lectores de periódico con sensibilidad social, política, solidaria hacia su pueblo en busca de redención. Así, él puso sus habilidades al servicio de su causa noble.

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Me ilustró con la tradición de los libros de madera, aquellos que Bouseid puede leer en sus labios de artista de soberanía atacada, invadida, desterrada, desplazada, refugiada… La historia tiene su magia, su liturgia porque fueron (y deben seguir siendo) la voz de su costumbre. Sus ancestros no custodian nada escrito, todo lo han ido transmitiendo de generación en generación de forma oral a través de los siglos nómadas. Sí, los siglos también lo son. De oído en oído; de corazón en corazón. Estos libros de madera fueron cómplices del principio de todo. En ellos se escribían con carboncillo, por ejemplo, el libro sagrado de Paz, El Corán, capítulo por capítulo, o poesías y los saharauis los memorizaban de principio a fin. El niño sordomudo, a diferencia de quien habla desde donde lucen servilletas de ‘Gracias por su visita’ en los bares, también sabe que luego se borraban con agua y esa agua se beberá. De este modo lo escrito quedará en cuerpo y mente, tal y como explicaba el guerrillero del pincel y la palabra. Hasta el momento del exilio esto era así. Hasta los años 70 del siglo XX ese era el método de enseñanza. A partir de entonces, “se ha ido cambiando por las libretas”, lamenta. Y otras tecnologías de última generación creada por una sociedad global sorda y muda. Por ende, ciega. Heridos por la historia de Marruecos, herido por la de Mauritania, por España…, lanzan un mensaje urgente a que se hable más de un muro de 2.700 kilómetros que ahoga a un pueblo soberano histórico. Buscan una solución a la tragedia, a asesinatos, a minas. La opinión mundial se encoge con la caída del muro de Berlín –hoy de obligada visita turística crítica y multicolor-, del israelí sobre Palestina –cielo gris de odio y ambición-… pero, el saharaui llora que nadie sepa nada del inhumano suyo. No aparece en las noticias que está rodeado por 10 millones de minas antipersona, sin contabilizar las anticarro, por 120.000 soldados marroquíes. El muro divide a familias enteras desde hace 37 años. En su interior, se estima que sobreviven con plantas de pies sangrantes medio millar de personas caminando sobre el filo del cuchillo; refugiados, alrededor de 180.000. Es un crimen contra la humanidad. También lo es que nadie sepa de él y de sus miles de víctimas: personas sin brazos, sin piernas… Algunos muertos con labios que ya no hablan, pero comunican llanto. Que no besan. A los que solo queda poder besar ya fríos y caducos. En las wilayas, solo resta una forma de lograr el final, mediante la lógica del niño, de la niña, de la mujer, del marido, de la abuela, del abuelo, del recién nacido…: un lenguaje de besos para entendernos entre todos. -”Disculpe, se ha cortado por un momento la llamada internacional… ¿Un lenguaje de qué?” Autor: Iban Gorriti González 18


El enemigo construye muros de guerra, el sentir saharaui traza lĂ­neas de paz, eleva las alas y toma impulso, con la fuerza que le da su identidad y armĂĄndose con su unidad, persigue su libertad, surcan mares venciendo cualquier impedimento impuesto por el enemigo.

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ADIÓS MUAJAYAM Los baches cesaron; quietud. El motor del todoterreno se detuvo; silencio. Mantuve la cabeza gacha. Casi podía ver los latidos de mi corazón a través de la ropa; se perseguían. No me atrevía a moverme, ni siquiera a mirar a través de los cristales agrietados de la ventanilla. Solo fui capaz de volver la cabeza el ángulo justo para mirar de reojo mi único acompañante y conductor de ese vehículo. Asintió con la cabeza. ”Puedes bajar a despedirte”. Su voz resonó en las profundidades de mi mente. Abrí la puerta y salí como pude, procurando no pisarme la darra-a. No lo conseguí; la pisé, como siempre, y caí de rodillas al suelo. No sentí ningún tipo de dolor. De soslayo, vislumbré como mi acompañante hizo ademán de ayudarme, pero se detuvo. Por dicha, ya no era consciente de que me acababa de caer; el roce de aquella arena tan fina en mi piel absorbió mi atención al instante. A los pocos segundos, ya ardía como si se tratara de brasas, pero eso no importaba. Perdí la mirada en un punto que no sabría decir cuál era. Ni siquiera parpadeaba. Quedé deslumbrado por un reflejo que fue escondiendo poco a poco aquel paisaje. Finalmente, en mi cabeza desapareció cualquier pensamiento y solo quedó impregnado el negativo de la imagen de aquellas tierras. Aquellas tierras que, aunque me habían visto nacer y crecer, no podía llamar mías. Aquellas tierras que, aunque me habían visto nacer y crecer, solo eran prestadas… Bajé la mirada y tomé un puñado de arena; con el puño cerrado, dejé que se deslizara entre mis dedos. La sensación de esos pequeños granos acariciando mi piel era comparable al tacto del mejor terciopelo. Aquella sensación me transmitía seguridad; sabía que estaba en casa. Levanté la vista y la paseé por todo mi alrededor: arena y piedras; neumáticos gastados marcando algunas de las calles; carrocerías sin motor que antaño habían circulado sobre aquellos terrenos; desechos diversos completaban el decorado de aquel triste escenario. Las viviendas, construidas con la misma arena que ahora se escapaba de mis manos, se alzaban desafiantes por todas partes de forma desordenada. Podía perder la vista en una explanada inmensa que terminaba en un horizonte donde se fundían el triste marrón de aquel árido paisaje con el triste azul de aquel cielo. Aquel era el único horizonte que yo conocía; nunca aún había podido ver el mar de mi tierra, mi tierra anhelada… Todos los coches habían salido ya, solo quedaba yo. Aquella era la primera vez que pisaba el mujayam y me sentía solo. Soy hijo del desierto, he crecido en el desierto, pero era la primera vez que sentía aquel lugar tan desértico. No había experimentado nunca, hasta ese momento, la sensación de soledad que de golpe me invadía; nunca había echado de menos, hasta ese momento, el sonido de un animal; nunca había echado de menos, hasta ese momento, el ondeo de una planta; nunca había echado de menos, hasta ese momento, algún indicio de vida. Incluso el viento parecía haberse alejado. La angustia se me tragaba. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y los ojos se me humedecieron, no sé si por pena o alegría, dado que estaba triste y contento a la vez. Triste porque tenía que despedirme del lugar donde habían vivido mis ascendientes durante los últimos treinta y cinco años, triste por el camino que dejaba atrás, pero 20


contento porque, por fin, nuestra patria era libre, contento porque, por fin, podíamos volver a nuestra patria… Con la mirada perdida y la visión medio borrada por un velo que cubría mis ojos, divisé la figura de un niño cubierto de polvo y con los mocos resecos en la nariz. Corría tras los cooperantes llegados de otros países. Estiraba las manos con cara triste y la cabeza gacha, pero aquella carita solo era una maniobra para conseguir su trofeo. Una vez tenía los caramelos en sus manos, se dibujaba la sonrisa más grande que se haya podido ver en la faz de la tierra, se dibujaba la sonrisa más pura y más sincera que nadie haya expresado nunca. Aquellos caramelos eran el mejor regalo, porque aquellos caramelos eran todo lo que él deseaba. No necesitaba nada más. Cerré los ojos y recordé el sabor de aquellos caramelos… Otra vez el mismo niño. Ahora, jugaba con su abuelo. En las miradas que cruzaban se palpaba el amor que desprendían. Recuerdo que siempre me enseñaba orgulloso las cicatrices que le había dejado la guerra. En un momento como el de ahora, le echo de menos más que nunca. Pensar en mi abuelo me entristece, pero ahora es momento de estar contento. Yo solo tenía once años, pero lo recuerdo como si fuera ahora mismo. Mi abuelo estaba tendido sobre las alfombras, con toda la familia a su lado. Me pidió que me acercase y me cogió de la mano; su piel estaba fría. No podré olvidar nunca sus palabras: “Esta es la última vez que mi pensamiento se materializará en palabras; son todas para ti. Esta es la última vez que podré expresar mis sentimientos con una mirada; fija tus ojos en los míos, porque estos sentimientos son de amor y son todos para ti. Esta es la última vez que podré sonreír; esta sonrisa es toda para ti. Sé que un fragmento de mí se quedará dentro de ti y es por eso que tengo que pedirte el favor más grande que he pedido nunca. Me duele el corazón cuando pienso que yo no podré ver mi tierra liberada, pero estoy seguro que tú sí lo harás. Cuando llegue ese día, solo quiero que me recuerdes un instante, de esta forma, esta pequeña parte de mí que ahora se queda contigo, podrá sentir también la sensación de la libertad”. Se lo prometí. Estas fueron sus últimas palabras. Después de esto cerró los ojos y ya no los abrió nunca más. Ojalá mi abuelo estuviera aquí a mi lado, ojalá pudiera acompañarme de la mano en esta nueva etapa; ojalá supiera que nuestra tierra respira un nuevo aire, ojalá pudiera sentir esa sensación de libertad que ahora nos envuelve y que él tanto deseaba… Todo está oscuro. La cabeza me da vueltas. No puedo pensar, tengo la mente saturada. Siento todo mi cuerpo entumecido. Intento moverme, pero un cosquilleo recorre hasta la punta de mis dedos. Intento ver cualquier cosa a mi alrededor, pero no lo consigo. Creo que tengo los ojos cerrados. Intento abrirlos, pero me pesan mucho los párpados. Los tengo prácticamente pegadas. Consigo ver una línea de luz. Me deslumbra. Lo vuelvo a intentar. Esta vez sí, consigo abrir un poco más los ojos. Creo que estoy acostado. Una mujer se me acerca, pronuncia unas palabras, pero no consigo entenderla. Hace señas para que se acerque alguien más. Se acerca un hombre que viene directamente hacia mí, me abre un ojo con dos dedos y me enfoca con una linterna. ¿No ve que me molesta? Me hace lo mismo con el otro ojo. Intento decirle que 21


no lo haga, pero no consigo articular palabra. Se mira a la mujer y niega con la cabeza. ¿Que no qué? ¿Por qué no puedo oírlos? Consigo inclinar un poco la cabeza y veo que hay mucha gente a mi alrededor. Son todos vecinos míos. Están manchados de tinta roja. Estoy muy asustado, no sé qué pasa. Justo a mi lado, veo a mi hermano pequeño. Intento gritar su nombre, pero no responde. No se mueve. Quiero decirle que no tenga miedo, quiero abrazarlo, pero no me puedo mover, casi ya no siento mi cuerpo… De repente, aparecen dos recuerdos en mi cabeza. En uno, estoy de rodillas en el suelo, con la arena deslizándose entre mis dedos y observando los campamentos desérticos. En el otro, oigo una explosión y disparos; salgo de la jaima y veo que todo el mundo corre y grita. Los dos se me mezclan, pero no me resulta difícil adivinar cuál es fruto de mi fantasía. No me resulta difícil adivinar cuál es un pedacito de un deseo roto… Tal vez me estoy muriendo y no me importa, pero tengo miedo. Tengo miedo de morir en la incertidumbre de no saber qué será de mi tierra. Tengo miedo porque no podré hacer realidad el último deseo de mi abuelo. Tengo miedo, porque mi hermano solo tiene siete años… Perdóname, abuelo, por no haber cumplido mi promesa. Autor: Raül-Manel Corrales Flores

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Infancia, se entremezclan sentimientos, una sensación agridulce. Sonrisas, felicidad, sonrisas, unidad familiar, sonrisas, vida, sonrisas…y de repente otra sensación abate a la anterior, desgarradora, la realidad, un confinamiento, prisión, destierro, una larga espera. Adiós Mujayam, ¿la vuelta a la lucha armada?

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Y VIVIREMOS POR LA LIBERTAD He encontrado una solución para el conflicto saharaui. Más bien, hemos. Aunque sería más justo decir que la solución siempre estuvo ahí. Que ya todos sabían que hacer, pero les faltaba la voluntad para ello. Todo se basaba en un conjunto inexorable de intereses económicos y políticos, dejando de lado el mayor interés del mundo. La vida de sus habitantes. Paseo por la enorme duna de arena que me permite ver todo aquello que ahora me hace feliz. Entre otras cosas, la enorme dicha que me produce no cargar un arma, no temer por mi vida ni la de mis hermanas y hermanos. Yo era una militante del Frente. Bueno, lo sigo siendo. Pero por fin podemos dedicar nuestros esfuerzos a lo que siempre habíamos querido: ayudar a nuestra gente a prosperar en un país libre, seguro e independiente. Miro hacia el este. Grupos de civiles y soldados marroquíes trabajan afanosamente a lo largo del Muro. Se llevan piezas, desactivan minas. Ya hay varios pasos libres y muchas familias han podido por fin reencontrarse tras años de sufrimiento. Para nosotros, es como un sueño: ver como el causante de nuestras mayores desdichas desaparece bloque a bloque, tramo a tramo. Fue lo único que exigimos al Gobierno Marroquí a cambio de su perjurio, que ellos mismos desmontasen aquella aberración. A muchos les pareció poco, pero creo que es lo mejor que podríamos haber pedido. Me giro hacia el otro lado, hacia el mar lejano, donde barcos españoles atracan en los puertos, trayendo a trabajadores y voluntarios que se han ofrecido con todo su amor a ayudarnos a recuperar nuestra tierra. Eso me hace recordar los sucesos de los últimos meses. Todo empezó con las protestas. El mundo estaba, y sigue, sumido en una crisis económica y política muy fuerte. Cada país tenía sus problemas y sus dificultades. Pero a nuestro país lo estaban matando, día a día, hora a hora. Un grupo de activistas empezó a organizarse a través de revistas y de forma virtual. Los diversos y variados grupos de defensa del pueblo saharaui de cada región comenzaron a unirse con manifestaciones cada vez más fuertes. Hacían visible nuestro problema a través de pancartas, de panfletos y revistas. Salíamos en los medios de comunicación: radio, televisión, páginas web… La gente tomó consciencia de lo que realmente estábamos pasando, y empezaron la recogida de firmas. Éstas tenían como primer destino los gobiernos de cada pueblo, pero su verdadero objetivo era el único que podía, y debía, hacer algo en todo esto. La Organización de las Naciones Unidas. Cartas, reclamaciones, firmas, críticas… Toda una avalancha de presión llegó hasta la organización. El apoyo era tal que incluso sectores minoritarios de la población marroquí nos apoyaron de forma clandestina. Finalmente, tras largo tiempo esperando, la resolución de la ONU llegó.

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Esta vez actuaron de forma diferente, siguiendo el consejo de muchos de los grupos activistas. El primer paso fue el bloqueo de Marruecos hacia Europa. Se rodeó toda la costa, hasta la entrada al Sahara Occidental, de manera que no se podía comerciar ni obtener recursos de ningún lado. El principal atractivo económico de la ocupación les fue negado y la guerra para evitarlo era impensable. El bloqueo estaba perpetrado por muchos países: España, Italia, Alemania… Incluso Estados Unidos, pese a no intervenir directamente en el conflicto, lanzó un comunicado apoyando la acción en vías del desarrollo de la libertad y la autogestión de un pueblo invadido. Curiosa misiva viniendo de ellos, pero que claramente cortó las opciones a Marruecos. Tras un par de meses de presión, la ONU lanzó una resolución en la que exigía el desalojo de las fuerzas de seguridad invasoras, un pacto de paz y colaboración entre los dos pueblos y una red de comercio entre Sahara y Europa. Al fin y al cabo lo que seguía importando era dinero y política. Para nosotros era más que suficiente. Poco a poco se fueron cumpliendo las exigencias. El muro iba cayendo, cada día nos llegaban más ayudas y el ejército ya había desalojado la región. Ahora, codo con codo, trabajábamos en reconstruir nuestro hogar. Mi mente vuelve a la duna en la que me encuentro varada, con una sonrisa sincera en la cara. Bajo lentamente hacia el mar, hacia el pueblo. Todavía nos quedan muchísimas cosas por hacer. Sitios que arreglar, familias a las que alojar, recursos que recuperar… Pero vamos por buen camino. Hemos conseguido forjar nuestra independencia sin guerra. Tenemos mucho que agradecer a tantos, pero no debemos olvidar nuestro propio mérito. Nuestra resistencia y nuestra insistencia. El pueblo saharaui ahora debe defender lo que tanto le ha costado conseguir. Debemos ayudar a los que sufren como nosotros ha salir como hemos salido. Seguiremos con nuestros principios y nuestras ideas y lucharemos y viviremos por la libertad. Autor: Carlos Gustavo Prats Marrero

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Todo empieza con un sueño, encontrar una solución para este conflicto es complicado, cualquier saharaui es consciente de esta triste realidad, no obstante todos están preparados para cuando esta llegue. Siguen creciendo como nación, modernizándose a niveles tanto políticos como sociales, pero siempre conservando la esencia de la identidad saharaui, como bien describe la fotografía enviada por Lluís Rodríguez.

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No es una historia, son muchas, pero comparten el trasfondo, el conflicto del Sahara Occidental. Una misma realidad contada desde perspectivas distintas, con sentimientos distintos. De Bentili a Gdeim Izik, es un libro que fusiona los escritos ganadores y las mejores fotos que han participado en los concursos organizados por el blog Haiyu Sahara. Es una edici贸n homenaje al d铆a de la unidad saharaui, a la vez que agradecer de alguna forma a los autores que han contribuido por su participaci贸n.

Haiyu Sahara

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