Sandokán.Los tigres de la Malasia

Page 72

EMILIO SALGARI

con angustia si había llegado para ellos la última hora. Tan sólo Yáñez, el hombre eternamente impasible, parecía que no se preocupaba con el tremendo peligro que corría el “Mariana”. Sentado en la cureña de una de las piezas de popa, fumaba con placidez un cigarrillo cual si fuera insensible al calor espantoso que los rodeaba. -¡Señor- gritó el mestizo, corriendo hacia él con la cara desencajada y los ojos dilatados por el terror-, nos achicharramos! Yáñez se encogió de hombros. -Yo nada puedo hacer- respondió con su calma habitual. -¡El aire se hace irrespirable! -Conténtate con el poquito que entre en tus pulmones. -¡Escapemos, señor! ¡Nuestros hombres han roto la cadena que nos cerraba el paso hacia la parte alta del río! -Querido mío, ten por seguro que allá no ha de hacer más fresco que aquí. -Entonces, ¿debemos perecer así? -Sí, si así está escrito- respondió Yáñez sin quitarse el cigarrillo de los labios. 72


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.