Sandokán.Los tigres de la Malasia

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EMILIO SALGARI

Salieron del saloncito donde acababan de cenar en compañía de Damna, y se fueron hacia el recinto. Los hombres de guardia, que eran los javaneses, pues a ellos les tocaba velar aquella noche, devoraron con apetito envidiable, puestos a horcajadas en los parapetos, sus extravagantes platos. Unos engullían, sin dárseles un pepino de las balas enemigas que de cuando en cuando se clavaban en los pancones el “panciang”, condumio mal oliente compuesto con cangrejitos y pescados pequeños conservados en vasijas de barro, donde se los deja fermentar hasta que se corrompen; otros se regodeaban con el “udang”, pasta hecha con crustáceos secados al sol y reducidos después a polvo, y otros comían el “laron”, que también es una pasta amasada con larvas de ciertos gusanos acuáticos, plato escogido y gustosísimo para los paladares javaneses y malayos. No parecía que el asedio hubiese menguado el apetito a aquellos valientes, ni tampoco el rudo trabajo a que estaban sometidos, dejándolos sin deseos de masticar el “siri” y el “batel” por cuyo abuso tenían los dientes tan negros como semillas de girasol.

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