EMILIO SALGARI
embargo, resisten, y salen incólumes de prueba tan espantosa. Teniendo esto en cuenta, no es para admirarse si también el peregrino de la Meca, que no por eso dejaba de ser un hombre extraordinario, había podido realizar su prueba, con objeto más bien de fanatizar a sus guerreros que de producir impresión en Yáñez y en los defensores del “kampong”, demasiado escépticos y burlones para caer estúpidamente en la emboscada y ofrecer su cabeza a los “kampilangs” de aquellos salvajes sanguinarios. El desprecio que hizo el portugués pagando al peregrino como si se tratase de un histrión o de un clown, tenía que desencadenar la cólera, a duras penas reprimida, de aquellos cortacabezas y redoblar la furia del despreciado. Efectivamente; apenas hubo regresado al campamento el parlamentario, cuando se alzó un espantoso clamoreo en derredor del “kampong”; clamor que parecía producido más bien por un centenar de fieras que por seres humanos. -¡Ya se han puesto a rabiar como si fueran monos rojos después de haber comido una guindilla!dijo Yáñez riendo-. Tendremos guerra sin cuartel. 164