EMILIO SALGARI
Cuando llegaron adonde estaban sus hombres, vieron que éstos también parecían poseídos de una viva agitación, pues hasta allí llegaba el rumor. Sólo Podada estaba tranquilo. -¿De qué proviene ese ruido?- le preguntó Yáñez. -Es una columna de elefantes que vienen huyendo de algún peligro, señor- respondió el piloto-. Deben ser muchísimos. -¡Elefantes! ¿Y quién puede haber espantado a esos colosos? -Yo creo que los habrán espantado los hombres. -¿Es decir, que los dayakos avanzan por Poniente? Porque de ese lado viene el ruido. -Eso mismo estaba pensando. -¿Qué me aconsejas que haga? -Que nos alejemos lo más pronto posible. -¿No encontraremos a los elefantes en el camino? -Es probable; pero bastará con una descarga para obligarlos a desviarse. Esos colosos tienen un miedo increíble a los disparos de las armas de fuego, porque no están habituados a oírlos. -¡Entonces, adelante!- mandó el portugués con resolución-. Debemos llegar al “kampong” antes de que se acerquen los dayakos. 104