Cuerpo Muertos

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Era una mañana «normal» en una pequeña ciudad. La ciudad de la que hablamos estaba borrada del mapa del mundo debido a que después de sufrir la maldición, nadie quiso saber de la ciudad y sus residentes. Y es que, hace varios siglos atrás la ciudad fue maldecida, gracias a unos de los residentes, a vivir con cuerpos muertos por el resto de sus vidas. Ésta maldición se hizo cada vez más y más peor, al punto que los recién nacidos nacían con pequeños cuerpos los cuales se desarrollaban mientras los recién nacidos hacían lo mismo. Entre todas estas personas, unas veinte mil, se encontraba Roy Greenlive. A diferencias de muchos, éste era de esos pocos que se resignaban a vivir con sus cuerpos muertos. Pero como a Roy, a estos que se resignaban les tocaba los cuerpos muertos más molestos, en el caso de Roy, él tenía a su inseparable Bruce. Arrogante, sarcástico, vanidoso, iracundo; Bruce era insoportable. Muchos de los que tenían cuerpos como Bruce, trataban de arrancarse los cuerpos de ellos mismos. Estos que trataban de quitarse los cuerpos de encimas más y más desarrollaban formas «creativas»: Cortar con un hacha el espacio en la espalda que conectaba los cuerpos o aplastar los cuerpos muertos con carros tanto ligeros como pesados. Pero entre todo esto, los cuerpos continuaban ahí «Hasta la muerte». Volviendo a los protagonistas, Roy y Bruce se encontraban ahora caminando hacia el trabajo donde trabajaba el primero. Y es que había varias áreas de la cual la ciudad se mantenía y entretenían. En el caso de Roy, éste trabajaba en el periódico nacional. Y lo que al principio parecía el último día de Roy se convirtió en un día que jamás olvidaría: Cuando llegó al trabajo su jefe le regaño por una de las historias en la cual había dado todo su esfuerzo, lo cual aunque muy decepcionado, Roy siempre era menospreciado por su jefe así que lo soporto como un día normal; tres de los «bravucones» de la compañía le hicieron más la vida imposible; tuvo varios accidentes con reportes; a la mañana se le cayó su café en los pantalones y como no podía salir del trabajo se tuvo que quedar con los pantalones completamente mojados, lo cual hizo que más personas se burlaran de él y demás. Así fue que mientras iba de regreso a la casa, Bruce le comenzó a meter en la cabeza a Roy la idea del suicidio. Al principio era una idea aborrecible, pero mientras pasaban los días; todo iba de mal en peor. Así que al final Roy no tuvo otra elección. Arriba de uno de los edificios más grandes de la ciudad, unos ochenta metros de alto, Roy se encontraba al borde del precipicio. Mientras su corazón se oprimía, lágrimas salían de su rostro, mirando al abismo donde se veían a varios ciudadanos caminando de aquí para acá como siempre lo hacían, claro que desde allá arriba parecían más hormigas que humanos. Ninguna de esas hormigas se fijaba en el joven veinte añero de pelo oscuro rizado y tez morena, que se encontraba en lo alto del edificio. O eso al menos pensaba Roy. Mientras Bruce seguía cada vez más debilitando a Roy con desánimos y desalientos, el segundo estaba ya apunto de saltar del edificio —en realidad, ya tenía un pie en el aire—, cuando la puerta de donde había entrado Roy hace ya unos minutos atrás se abrió y una voz clamó para que Roy se detuviera de su empresa. — ¡No! —exclamo Bruce de repente y empujo a Roy, haciendo que éste se fuera hacia delante y cayera al abismo. Roy comenzó abrir los ojos lentamente, mientras sus oídos oían a Bruce quejarse como un loco, según lo que decía parecía que: «Alguien le estaba agarrando por el pie».


En ese mismo tiempo Roy se percató que se encontraba boca bajo en el aire, y en unos minutos comenzó a sentir como sí les estuvieran subiendo. — ¿Te encuentras bien, amigo? —preguntó con tono de voz algo preocupada un hombre de tez blanca, pelo rubio largo liso, y ojos café. Roy se recupero lentamente, mientras balbuceaba a su interlocutor algunas palabras sin sentido. Ya algo mejor, Roy se quedo mirando al hombre de tez blanca al principio con ojos perplejos y después con una mirada que el hombre entendió como explicación, a lo cual el hombre respondió: —Mi nombre es Jeff Maline. ¿Eres Roy Greenlive, cierto? —Roy asintió todavía con una mirada de perplejidad y miedo; Jeff esbozó una sonrisa—. ¡Muy bien! Mi maestro dijo que te encontraría por estos alrededores… — ¿Maestro? —Así es. ¿Veo que tienes un problema contigo? —Jeff apuntó a Bruce quien no dejaba de revolotearse, haciendo que Roy en varias ocasiones perdiera casi el equilibrio — Pues, mi maestro te eligió para salvarte. Es decir, quitarte a tu amigo de la espalda. Por los ojos de Roy cruzó al principio un momento de incredulidad, pero después recordó haber oído acerca de un grupo que habían sido liberados de la maldición y que ahora vivían fuera de la ciudad. Y al final sin nada más que perder, con sólo dos opciones como le dijo Jeff (vivir o morir), Roy siguió al hombre que se hacía llamar Jeff y salieron de la ciudad. Esto fue difícil, pero Jeff ingeniándoselas paso por un lugar secreto por la frontera y salieron de la ciudad; y en poco tiempo se encontraban escalando una pequeña montaña a la cual después de escalar por un tiempo, llegaron al tope de la montaña. Al subir ya a la montaña tuvieron que esperar por un tiempo. Durante ese tiempo, Jeff se había ido a buscar al «maestro», Roy se quedo pensando sobre que iba a pasar; además de eso, como se podrá pensar ya, Roy estaba algo espantado y confundido. Cabe decir, que como sería normal en tal circunstancia, Roy no sabía que pensar, ya que toda su vida había estado viviendo pegado a Bruce desde pequeño y ahora un extraño le venía diciendo que iba a poder despegarse. Varios sentimientos, muy opuestos a lo que se podía pensar, aparecieron: Temor, confusión y hasta tristeza. Pasaron unos cinco minutos hasta que Jeff volviera con un hombre que le seguía: Piel algo bronceada, ojos cafés que al mirarlo Roy reflejaban una paz sin igual, cabello largo castaño que les caía hasta la hombros e iba vestido como un pastor de ovejas. Jeff se acercó a Roy y le presento al maestro. — ¿Cómo estas, Roy? —fueron las primeras palabras que dijo el maestro con tono cordial después de ser presentaros por Jeff. —Muy bien, señor. —contestó Roy con voz algo entrecortada. El maestro asintió esbozando una sonrisa. Paso un silencio en el cual nadie hablo. Y no fue hasta que Bruce comenzó a volverse loco y comenzar a gritar repetidamente: « ¡¡¡No!!! ». Jeff le dirigió a Roy una mirada como de triunfo y de repente éste tuvo la sensación de que la razón por la cual Bruce se volvió loco era posiblemente porque había sido vencido. Ésta idea se intensifico cuando el maestro se acerco por atrás de Roy y miro a Bruce el cual puso una cara de despreció y odio profundo. De repente, el maestro preguntó algo que Roy ya había estado esperando, pero no con las exactas palabras como la dijo el maestro:


—Roy, ¿Estas preparado para dejar atrás tus pasiones? —preguntó el maestro aun mirando a Bruce. —No lo hagas, Roy. ¡No lo puedes hacer, maldita sea! —exclamó Bruce volviendo a volverse loco y exclamando injurias. Su rostro se paro dos veces con los ojos casi saliéndose de su rostro desfigurado y horrible. — ¿Pasiones? No sé de qué pasiones está hablando, señor… —dijo Roy con confusión e inocencia. —Si, tus pasiones. Tu ciudad fue maldecida por eso mismo —comenzó a contar el maestro—. Hace mucho tiempo, los antecedentes de la ciudad se revelaron contra mi padre y decidieron seguir sus propios deseos malvados. Ése cuerpo que llevas contigo, no son personas, pero monstruos malignos que lentamente te devoran hasta dejarte sin vida. La maldición no es la soledad, ni el desamparo, ni la mala economía; pero esos cuerpos que llevan consigo. El antídoto, sí se le puede decir de esa forma, es el perdón. Ahora sí quieres dejar de estar maldito, necesitas el perdón. Pero para que haya perdón, primero se necesita el arrepentimiento… ¿Entiendes ahora? Roy entendía. Lentamente una luz le alumbraba y de una forma ú otra, empezó a entender lo que se le decía. —A quien deba perdón, sea a usted o a su padre, lo hago. Pido perdón por dejarme llevar por, como mis ancestros, el mal y mis pasiones. ¡Entregó mi vida a usted! Bruce, mientras las palabras corrían por la boca de Roy, enloquecía más y más hasta llegar a un punto donde la cólera era tal que su rostro de por sí horripilante y grotesca, alcanzó un nivel que a cualquier persona podría helarle la sangre. Pero esto fue simplemente el principio, ya que al Roy terminar y entregar su vida al maestro, éste hizo su trabajo y de una forma inexplicable despego a Bruce de Roy, a lo cual al principió Roy sintió como un terrible dolor mientras Bruce comenzó a chirriar como un coro de cerdos al ser mutilados. Cuando la escena narrada acabó y los nervios de Roy se habían apaciguado — Jeff y el maestro parecían ya haber pasado por eso anteriormente, por eso lucían tranquilos—, el maestro se le acercó y con una sonrisa le dijo a Roy: —Bienvenido a la familia. En ese momento detrás de Jeff se encontraba, con una sonrisa dibujada en su rostro, aparecieron grupo de personas a las cuales se les unía más a cada segundo hasta que la montaña termino llenándose la gran parte.


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