El Ameriñol

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28 de la lengua se someten de forma pasiva a reglas fonéticas y ortográficas que difieren de nuestra manera de hablar el español. El pueblo mejicano tiene una de las más ricas y variadas formas de expresión popular del continente; y se puede decir que no hay país latino en donde no se utilicen los más diversos términos creados por el vulgo de esa nación, ese al que con tanta ligereza se refieren los académicos. El cine y la televisión han sido los vehículos mediante los cuales nos hemos enterado de esa abundancia idiomática que ahora compartimos en gran medida. Y muchas veces no es cuestión de inventar palabras nuevas, sino de darles un sentido afectivo diferente. Por ejemplo: ¿podrá haber mayor riqueza expresiva que la que ellos le dan a la palabra “igualada”? Una sirvienta igualada no es que alcanzó un nivel igualitario social o en estudios; tiene otro significado muy mejicano.

Tampoco es “sangrón” alguien que sangra mucho. ¿Y quién no

entiende qué es una persona “igualada” o un “sangrón”, en el sentido que le dan los aztecas? Los argentinos son casi cuarenta millones de personas; casi tantos como los españoles. Y ellos tienen una de las formas más lindas de hablar, no solo por la sonoridad cantarina que le dan al idioma argentino, sino por la multitud de palabras de otros orígenes europeos que forman parte de su léxico, en especial del italiano. Entonces, ¿con qué derecho puede alguien de afuera decirles cómo manejar su lengua? Es claro que esta forma que aquí hemos dramatizado un poco para hacerla más llamativa no es cierta en su totalidad; tampoco la Docta procede de esa forma tan arbitraria.

Pero sus secuaces, las llamadas “Correspondientes”, las de los “pequeños

académicos” sí lo hacen, y estas suelen ser más papistas que el Papa en sus métodos inquisitoriales. Tampoco son todos, pero hay muchos. Y cuanto más arbitrarios son, peor es su servilismo hacia la reglamentación. Son esos gramáticos cuyas vidas y forma de pensamiento están “regladas” por las Normas. Estas personas pasan esperando cada Boletín para ver qué trae de nuevo. Qué voz fue aceptada y cuál todavía es barbarismo prohibido en su vocabulario. Y si por desgracia el DRAE incluye alguna sobre la cual ellos han despotricado toda su vida, se sienten traicionados y arremeten en contra de aquella de la manera más vitriólica que se pueda imaginar. Estos son los que están pendientes del último Esbozo, Diccionario o Gramática para tragárselos y ver qué novedades traen, de tal manera que ellos puedan presumir acerca de lo “al día” que se encuentran en cuestiones gramaticales y lingüísticas. Sobre todo, en lo que a las reglas se refiere. Y una vez que las conocen y memorizan, se agarran a ellas con más fiereza que una garrapata a las orejas de un perro. Estas personas sufren horrores cada vez que un neologismo recibe cédula de residencia dentro del Diccionario. Toleran a regañadientes cuando el vocablo es de origen


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