Revista Mundo No 8 Dicken Castro

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>>> En los paseos artísticos, Dicken comenzó a investigar sobre la guadua: cómo estaban hechas las casas, por qué no se caían durante los frecuentes temblores de la UN SUEÑO FRUSTRADO

Museo de

la guadua

región; todas sus ventajas, su liviandad y flexibilidad y sus desventajas, como el gusto de los gorgojos por ella, o la capacidad de absorción de la humedad, que la pudre en pocos días. Para Dicken, la guadua es un verdadero milagro de la naturaleza.

M

e convertí en una especie de sacerdote predicador sobre la guadua: Cuando viajé a Estados Unidos en 1952 y a Europa en 1958, dicté conferencias sobre el tema, escribí artículos en revistas especializadas, hice exposiciones exaltando el uso inteligente en las construcciones populares y quise integrarla con materiales contemporáneos. En 1996, con apoyo del Banco de la República, publiqué un libro resaltando la importancia de este material y haciendo una invitación para tenerlo en cuenta por sus especiales cualidades. Si de algo puedo estar orgulloso es del efecto mundial que tuvo mi invitación a apreciar la guadua como un material importante, y no como “la madera de los pobres” como se consideraba en esa época en Colombia. Quise volver su uso un hecho histórico y fui a ver al gerente de la Federación de Cafeteros, Jorge Cárdenas, para proponerle un museo de la “Cultura de la Guadua” y su respuesta fue muy categórica: “Nosotros vendemos café y no guadua”. Pensé que mi propuesta no le había interesado, pero dos años después me llamó a decirme que había un loquito con la misma idea: Diego Arango. Inmediatamente me puse en contacto con él. En mi oficina trabajamos en un programa arquitectónico para exaltar la guadua, el café y la región que los produce. Ya las directivas cafeteras locales habían escogido un lote muy apto para sembrar café, pero no para nuestro proyecto. Estuvimos recorriendo el Quindío, la región más bella de Colombia. Una de las rutas que tomamos fue la de Montenegro a Pueblo Tapao, una cuchilla en donde se divisa gran parte del Quindío. Ese era el sitio para el Par-

que del Café. Sin embargo se objetó por ser una zona muy costosa. Finalmente lo compraron. Nuestro trabajo implicaba la siembra de variedades de café y su sombrío, además de diferentes recorridos para expertos en el tema, aficionados o simplemente enamorados de la belleza de la región, que se pudieran hacer a pie o con los más distintos medios de transporte: automóvil, bicicletas, caballos, carros de tracción animal. Pretendíamos también establecer un ecosistema en donde se reprodujera fácilmente la flora y la fauna de la región. Diseñamos un buen hotel, un restaurante en donde se destacaran los diversos usos del café, un museo con las diversas épocas del beneficio del café. Además, con Jimena Londoño, la más experta en guadua, planeamos un guaduario. En la zona más baja nos proponíamos construir un beneficiadero de café, una vivienda para el mayordomo y su familia, con las dependencias para los animales que usualmente tienen los quindianos cerca de sus casas. Ideamos un pórtico de guadua con un mirador que da al bello paisaje quindiano. Sugerimos crear torres de guadua en los principales aeropuertos del país que anunciaran el parque y que recordaran el mirador, puerta de entrada del mismo. Con una entrada independiente con conexión al resto del parque, planeamos una piscina y sus servicios, pensando en las gentes de la región que seguramente ya no estaban interesados en el café por tenerlo cerca. Las construcciones serían hechas con los materiales de la región. Los interiores estarían protegidos por amplios corredores para la contemplación y el descanso. Sencillas estructuras de madera, pocos colores para no competir con la ferocidad de la naturaleza.

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