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rosa de toda su carrera, y de la que forman parte algunas de sus imágenes más conocidas, como A Scrub and Her Bed —The Plank, Eldridge Street Station (1892), que retrata a una scrub* —designación que recibían las vagabundas que trabajaban para los judíos ortodoxos durante el Sabbath—, junto al tablón que le sirve de cama [véase F.48]. Por su parte, Waiting to Be Let in the Mulberry Street Station (1892) [F.49], una de las instantáneas más impresionantes de Riis, mostraba a una multitud de hombres y mujeres entumecidos por el frío (la única con personas de ambos sexos), esperando en las escaleras del asilo de Mulberry a que los dejaran entrar. En el contexto de su denuncia del tifus, The Single Typhus Lodger in Eldridge Street Station (1892) [F.50] asumiría un valor central en la narración de Riis al ofrecer a los lectores la primera víctima de la enfermedad postrada en el suelo de Eldridge Street Station, lo que confirmaba el foco de la epidemia. En su autobiografía recuerda al respecto: La fiebre tifoidea azotó a la ciudad en el invierno de 1891-92. Lo extraordinario fue que no se concentrara desde el primer momento en los alojamientos. Allí yacían todos ellos, jóvenes y viejos, vagabundos empedernidos y jóvenes abandonados, de mentes y almas blandas como la cera para que toda esa inmundicia se grabara en ellas, durmiendo sobre los pisos de piedra o sobre tablones. […] El tifus es una de las enfermedades que proliferan en la mugre, y de todas ellas la más temible. Si lograse hacer pie en uno de esos tugurios habría un buen motivo de temor. Redacté una protesta, conseguí que la firmaran los representantes de las sociedades unidas de beneficencia —algunos de los cuales lo hicieron después de encogerse de hombros— y la llevé a la Comisión de Salud Pública. Ellos conocían el peligro mejor que yo. Acaso pensaran, como mis colegas del periodismo, que a mí solo me interesaba el aspecto sensacionalista, porque yo exploté el hecho como primicia, lo que era natural. Nosotros estábamos empeñados en una lucha, y si yo podía estimular a los muchachos hasta el punto de conseguir que realizaran sus propias campañas a fin de hacer mejor las cosas, ya hubiera sido un pequeño triunfo. Pero no aceptaron la sugerencia. Se limitaron a denunciar la “traición”. Les advertí que habría dificultades con los alojamientos policiales, y en el plazo de once meses la profecía se cumplió. El tifus brotó justamente allí. La noche después de recibirse la noticia llevé mi máquina y el magnesio y anduve de recorrida por todos esos cuchitriles, fotografiándolos a todos ellos y a sus ocupantes. Con los negativos hice diapositivas para linterna mágica, y con ellas llamé a las puertas de la Academia de Medicina, exigiendo que se

Las dos mitades de Jacob Riis

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