Revista Coroto 2

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estadía de Oé en Hiroshima a principios de agosto de 1963 marcó el inicio de una serie de viajes que culminarían en enero de 1965 y a partir de los cuales fue escribiendo ensayos que publicaba en Sekai y que luego recopilaría en el libro Hiroshima Notes (1965). Si bien en su primer ensayo Oé incursionó en los debates que afectaban al movimiento pacifista, pronto se desprendió de la politiquería y descubrió el filón que lo llevaría a regresar una y otra vez a Hiroshima y a escribir esa colección de ensayos: los sobrevivientes del bombardeo atómico. Sólo habían transcurrido dieciocho años del hecho y las huellas eran aún frescas. Oé visitó el hospital donde atendían a las víctimas, se entrevistó con varias de ellas, recogió testimonios, pero sobre todo conoció y se convirtió en amigo del director de ese hospital, el doctor Fumio Shigeto, quien estaba en Hiroshima como director de la Cruz Roja en el momento del bombardeo, atendió a los primeros sobrevivientes y fue de los que enseguida descubrió, gracias a sus conocimientos de radiología, que lo que había explotado esa mañana era ni más ni menos que una bomba atómica. El doctor Shigeto fue para Oé una especie de Virgilio que lo condujo por el infierno cotidiano que padecían aquellos afectados por la radiación atómica, pero también le permitió conocer las virtudes de esas personas cuya existencia estaba signada por el sufrimiento extremo y la muerte inminente. Las historias que escuchó el escritor eran aterradoras, los casos a los que tuvo acceso le permitieron comprender que luego de dieciocho años la gente seguía muriendo tras padecimientos espantosos, que las consecuencias del bombardeo atómico iban más allá de lo conocido, de lo imaginado. Pero también hubo algo en esas víctimas que sacudió a Oé, que le abrió otra dimensión de la vida: lo que él llama “la dignidad humana”. Dice Oé que en Hiroshima se enteró y fue testigo de “cosas relacionadas con la peor clase de humillación”, pero también por primera vez en su vida vio allí “a la gente más digna del Japón”, personas a las que “su sentido de la vergüenza le da sustancia a su sentido de la dignidad”; seres que, pese al dolor causado por las secuelas de la radiación, “no se autocompadecen” sino que más bien “toman la miseria

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