Revista Coroto 2

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bajo una luz que apenas se disuelve con el sudor de los rostros y el óxido de las calles. En el cuarto año de la guerra, como en toda vida cotidiana, los niños asisten a las escuelas y los adultos al trabajo. El hombre asalariado desciende del tranvía a las 8:10. Cruza dos avenidas, esquiva un carromato, compra el diario y alcanza la sexta calle, donde dobla para entrar en la acera del banco de pensiones y donde abandona el par de mocasines, uno delante del otro, como lo marca un paso, tras volatilizarse por el resplandor de un millón de grados que marca el inicio de la presencia de la bomba atómica. Estampa segunda La sola escena de unos pies enfundados sobre el asfalto, fijos y sin cuerpo, íntegros y anónimos, carentes de la historia de un hombre asalariado, es contada por una abuela octogenaria a su nieto Tomekichi, y corresponde a uno de los tantos registros puestos en boca de la anciana protagonista en Pika Don (Estallido y fogonazo)1, libro de Iriki Maruki y Toshiko Akamatsu que por su fuerza testimonial es citado por Kenzaburo Oé (1935) en sus Cuadernos de Hiroshima (Hiroshima noto)2, describiéndolo como fiel relato de la experiencia de la bomba. Breve mosaico de evocaciones en torno a una guerra odiada, para 1965 Pika Don ya era parte de la amnesia colectiva, condición ésta que el futuro Premio Nobel destejería en sus Cuadernos… –a partir de la invocación de la memoria y sus motivaciones– hasta lograr una obra maestra del periodismo que a 46 años de su aparición se ha traducido al castellano.

79 estampas japonesas de la bomba Gerardo Villadelángel Viñas

1 Iriki Maruki y Toshiko Akamatsu, Pika Don, Tokio, Potsdam Shoten, 1950. 2 Kenzaburo Oé, Cuadernos de Hiroshima (trad. Yoko Ogihara y Fernando Cordobés), Barcelona, Anagrama, 2011. [corototeca]

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